Mensajes para los Jóvenes

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La santificación es una tarea diaria

La santificación es una tarea diaria. Nadie se engañe creyendo que Dios lo va a perdonar y bendecir mientras pisotee uno de sus requerimientos. La comisión voluntaria de un pecado conocido acalla la voz testificadora del Espíritu, y separa al ser de Dios. Sea cual fuere el éxtasis del sentimiento religioso, Jesús no puede morar en el corazón que no hace caso de la ley divina. Dios honrará solamente a los que lo honran. MJ 79.2

“Al ofreceros a alguien para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis”.2 Si nos dejamos dominar por la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo o cualquier otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. “Ninguno puede servir a dos señores”.3 Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo. El cristiano sentirá la incitación al pecado, pues la carne desea vivamente la sensualidad, oponiéndose al Espíritu; pero el Espíritu lucha contra la carne, manteniendo una continua batalla. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une a la fuerza divina, y la fe exclama: “Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.4 MJ 79.3

Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración diaria es tan esencial para el crecimiento en la gracia y aun para la misma vida espiritual, como el alimento temporal lo es para el bienestar físico. Deberíamos acostumbrarnos a elevar con frecuencia los pensamientos a Dios en oración. Si la mente se desvía, debemos hacerla volver; por el esfuerzo perseverante, el hábito lo hará fácil al final. MJ 79.4

No hay seguridad separándonos un solo momento de Cristo. Podemos contar con su presencia para ayudarnos a cada paso, pero solamente si observamos las condiciones que él mismo ha dictado. MJ 79.5