La Oración

293/387

No siempre se requiere que nos arrodillemos para orar

No siempre podemos permanecer de rodillas en oración, pero el camino hacia el trono de misericordia está siempre abierto. Mientras nos dedicamos al trabajo activo, podemos pedirle ayuda; y Aquel que no nos engañará nos ha prometido: “Y recibiréis”. El cristiano puede y debe encontrar tiempo para orar. Daniel era un estadista; pesadas responsabilidades descansaban sobre él, y sin embargo buscaba a Dios tres veces por día, y el Señor le dio el Espíritu Santo. De modo que en la actualidad los hombres pueden acudir al pabellón sagrado del Altísimo y tener la seguridad de su promesa: “Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo”. Isaías 32:18. Todos los que realmente lo desean, pueden encontrar un lugar para mantener comunión con Dios, donde ningún oído puede escuchar sino únicamente el que está abierto al clamor del desvalido, afligido y necesitado, y nota aun la caída del pequeño gorrión. Él dice: “Más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Mateo 10:31.—Consejos sobre la Salud, 420, 421. Or 253.2

Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han tenido la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resistir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario arrodillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.—El Ministerio de Curación, 408. Or 253.3

En la obra de guardar el corazón, debemos ser constantes en la oración y pedir ayuda al trono de la gracia incansablemente. Los que toman el nombre de Cristo debieran acudir a él con fervor y humildad, suplicando su ayuda. El Salvador nos ha dicho que debemos orar sin cesar. El cristiano no puede asumir siempre la actitud de la oración, pero sus pensamientos y deseos pueden dirigirse hacia arriba. Si habláramos menos y orásemos más, la confianza en el yo se desvanecería.—Hijos e Hijas de Dios, 101. Or 254.1

Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siempre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos sostendrán. Que estas palabras nos llenen de gozo: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. Apocalipsis 3:4.—Consejos sobre la Salud, 359. Or 254.2

Si todos nuestros obreros pudiesen pasar cada día unas pocas horas trabajando al aire libre, y se sintiesen libres para hacerlo, les sería una bendición; podrían desempeñar con más éxito los deberes de su vocación. Si no tienen tiempo para tener un recreo completo, podrían hacer planes y orar mientras trabajasen con las manos, y podrían volver a su labor refrigerados en cuerpo y espíritu.—Obreros Evangélicos, 254. Or 254.3