La Maravillosa Gracia de Dios

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Para que el mundo sepa, 7 de agosto

Vosotros... sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios. Isaías 43:12. MGD 227.1

Un cristiano viviente tendrá un testimonio viviente que dar. Si habéis estado siguiendo a Jesús paso a paso, tendréis algo definido que relatar en cuanto a la forma en que os ha conducido. Podréis decir cómo probasteis su promesa, y descubristeis que era verdadera. Podéis señalar los puntos culminantes de vuestra experiencia, sin retroceder muchos años en el pasado. Quién nos diera que pudiéramos escuchar más a menudo los sencillos y fervientes testimonios referentes a conflictos del corazón y a victorias... MGD 227.2

Todo verdadero cristiano tendrá que librar una batalla para practicar los principios de la verdad como para asentir con ellos... El Capitán de nuestra salvación demanda testimonios frescos del campo de acción. Los que han sido fieramente combatidos por los enemigos de la verdad y el adversario de las almas, y que se han conducido como lo hizo Jesús en su hora de prueba, tendrán un testimonio que dar que impresionará los corazones de los oyentes. Ciertamente serán testigos de Jesús.—The Review and Herald, 20 de diciembre de 1881. MGD 227.3

No siempre comprendemos el poder del ejemplo. Estamos en contacto con otros. Nos encontramos con personas que yerran, que cometen errores de diversas maneras. Pueden ser desagradables, violentas, apasionadas, dictatoriales. Cuando tratamos con éstas debemos ser pacientes, perdonadores, bondadosos y suaves... Hay pruebas y perplejidades que todos nosotros hemos de encontrar, porque estamos en un mundo de preocupaciones, ansiedades y chascos. Pero estos continuos contratiempos deben enfrentarse con el espíritu de Cristo. A través de la gracia podemos elevarnos sobre nuestro ambiente, y mantener nuestros espíritus en calma y serenos en medio de las irritaciones y preocupaciones de la vida diaria. Así representaremos a Cristo ante el mundo.—Nuestra Elevada Vocación, 245. MGD 227.4

Cristo trató de salvar al mundo, no conformándose a él, sino revelándole el poder transformador de la gracia de Dios que modela el carácter humano de acuerdo con la semejanza del de Cristo.—Hijos e Hijas de Dios, 125. MGD 227.5