Ayudad a las almas a convertirse
La experiencia de la conversión genuina—Se me ha mostrado que muchos tienen ideas confusas con respecto a la conversión. Han oído repetir a menudo desde el púlpito las palabras: “Os es necesario nacer otra vez”. “Debéis tener un nuevo corazón”. Estas expresiones los han preocupado. No podían comprender el plan de salvación.
Ev 211.5
Muchos han marchado a los tumbos hacia la ruina debido a las erróneas doctrinas enseñadas por algunos pastores concernientes al cambio que ocurre en la conversión. Algunos han vivido en la tristeza durante años, esperando alguna señalada evidencia de que eran aceptados por Dios. Se han separado en gran medida del mundo, y hallan placer en asociarse con el pueblo de Dios; sin embargo, no osan profesar a Cristo, porque temen que sería presunción decir que son hijos de Dios. Están esperando el cambio extraordinario que han sido inducidos a creer que está relacionado con la conversión.
Ev 211.6
Después de un tiempo, algunos de éstos reciben evidencia de su aceptación por Dios, y entonces son inducidos a identificarse con su pueblo. Ellos hacen datar su conversión desde este tiempo. Pero se me ha mostrado que fueron adoptados en la familia de Dios antes de este tiempo. Dios los aceptó cuando sintieron dolor por el pecado, y habiendo perdido su deseo por los placeres del mundo, resolvieron buscar a Dios fervientemente. Pero al no comprender la sencillez del plan de salvación, perdieron muchos privilegios y bendiciones que podrían haber reclamado si solamente hubieran creído, cuando por primera vez se volvieron a Dios, que él los había aceptado.
Ev 212.1
Otros caen en un error aún más peligroso. Son gobernados por los impulsos. Sus simpatías se despiertan y consideran esta irrupción de sentimientos como una evidencia de que son aceptados por Dios y están convertidos. Pero los principios de su vida no han cambiado. Las evidencias de una genuina obra de gracia en el corazón han de fundarse, no en los sentimientos, sino en la vida. “Por sus frutos—dijo Cristo—los conoceréis”.
Ev 212.2
Muchas preciosas almas que desean fervorosamente ser cristianas están sin embargo tropezando en la oscuridad, esperando que sus sentimientos sean poderosamente sacudidos. Tratan de que un cambio especial ocurra en sus sentimientos. Esperan que alguna fuerza irresistible sobre la cual no tengan dominio, se posesione de ellos. Pasan por alto el hecho de que el creyente en Cristo ha de obrar su salvación con temor y temblor.
Ev 212.3
El pecador convencido tiene algo que hacer además de arrepentirse; debe obrar su parte para que sea aceptado por Dios. Debe creer que Dios acepta su arrepentimiento, de acuerdo con su promesa: “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Ev 212.4
La obra de gracia en el corazón no es una obra instantánea. Se efectúa por una vigilancia continua y cotidiana y creyendo en las promesas de Dios. A la persona arrepentida y creyente, que alberga fe y anhela con fervor la gracia renovadora de Cristo, Dios no la devolverá vacía. Le dará gracia. Y los ángeles ministradores la ayudarán mientras persevera en sus esfuerzos para avanzar.—Manuscrito 55, 1910.
Ev 212.5
Las conversiones no son todas iguales—No todos están constituidos de la misma manera. No todas las conversiones son iguales. Jesús impresiona el corazón y el pecador renace para vivir una vida nueva. A menudo las almas han sido atraídas a Cristo sin que mediara una convicción violenta, ni desgarramiento del alma, ni terrores llenos de remordimiento. Miraron a un Salvador que había sido elevado; y vivieron. Vieron la necesidad del alma; vieron la suficiencia del Salvador y sus requerimientos; oyeron su voz diciendo: “Seguidme”, y se levantaron y lo siguieron. Esta conversión fue genuina, y la vida religiosa tan decidida como la de otras personas que sufrieron toda la agonía de un proceso violento.—Carta 15a, 1890.
Ev 213.1
Las conversiones no son precisas ni metódicas—Los hombres que calculan justamente cómo deben dirigirse los ejercicios religiosos, y que son muy precisos y metódicos en la tarea de difundir la luz y la gracia que creen tener, sencillamente no tienen mucho del Espíritu Santo...
Ev 213.2
Aunque no podemos ver el Espíritu de Dios, sabemos que hombres que han estado muertos en la iniquidad y en los pecados, se convencen de sus faltas y se convierten bajo su influencia. Los descuidados y los decarriados aprenden a obrar con seriedad. Los endurecidos se arrepienten de sus pecados y los incrédulos llegan a creer. Los jugadores, los borrachos y los licenciosos se tornan formales, sobrios y puros. Los rebeldes y los obstinados se tornan humildes y semejantes a Cristo. Cuando vemos estos cambios en el carácter podemos tener la seguridad de que el poder de Dios que convierte ha transformado a todo el hombre. No hemos visto al Espíritu Santo, pero hemos visto la evidencia de su trabajo en el carácter de los que han sido cambiados, de los que habían sido pecadores endurecidos y empedernidos. Así como el viento descarga su violencia sobre elevados árboles y los derriba, así también el Espíritu Santo puede obrar en los corazones humanos, y ningún hombre finito puede limitar la obra de Dios.
Ev 213.3
El Espíritu de Dios se manifiesta en diversas formas en hombres diferentes. Una persona, bajo la acción de este poder puede temblar ante la Palabra de Dios. Sus convicciones pueden ser tan profundas que sentimientos huracanados y tumultuosos parecen luchar en su corazón, y todo su ser queda postrado a causa del poder de la verdad que convence. Cuando el Señor habla de perdón al alma penitente, ésta se llena de ardor, de amor a Dios y de fervor y energía, y el espíritu vivificador que ha recibido no puede ser reprimido. Cristo es en él como una fuente de agua que brota para vida eterna. Sus sentimientos de amor son tan profundos y ardientes cuanto profunda era su aflicción y agonía. Su alma es como la fuente profunda de la que brota su agradecimiento y su alabanza, su gratitud y su gozo, hasta que las arpas celestiales resuenan con acordes de júbilo. Tiene una historia que contar, pero no en una forma precisa, común ni metódica. Es un alma rescatada por los méritos de Cristo y todo su ser ha sido conmovido por la comprensión de la salvación de Dios.
Ev 213.4
Otras personas son llevadas a Cristo en una forma más apasible. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. Juan 3:8. No es posible ver el instrumento que obra, pero pueden apreciarse sus efectos. Cuando Nicodemo dijo a Jesús: “¿Cómo puede hacerse esto?” Jesús le contestó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Juan 3:9, 10. Ahí estaba un maestro de Israel, un hombre destacado entre los sabios, un hombre que suponía ser capaz de comprender la ciencia de la religión y que sin embargo tropezaba en la doctrina de la conversión. No quería admitir la verdad, porque no podía comprender todo lo que se relacionaba con la forma de obrar del poder de Dios, y sin embargo aceptaba los hechos de la naturaleza aunque no pudiese explicarlos ni aun comprenderlos. Como otros que han vivido en todos los tiempos consideraba que las formas y las ceremonias perfectamente predeterminadas eran más esenciales para la religión que la acción profunda del Espíritu de Dios.—The Review and Herald, 5 de mayo de 1896.
Ev 214.1
La conversión conduce a la obediencia—La conversión del alma humana no es de pequeña consecuencia. Es el mayor milagro realizado por el poder divino. Los resultados reales se alcanzan al creer en Cristo como Salvador personal. Purificados por la obediencia a la ley de Dios, santificados por una observancia perfecta de su santo sábado, confiando, creyendo, esperando pacientemente, y ocupándonos fervorosamente en nuestra propia salvación, con temor y temblor, aprenderemos que es Dios el que obra en nosotros así el querer como el hacer según su beneplácito.—Manuscrito 6, 1900.
Ev 214.2
La santificación se obtiene sólo por la práctica de la verdad—El hombre no debe leer solamente la Palabra de Dios, suponiendo que un conocimiento casual de esta Palabra producirá en él una reforma del carácter. Esta obra puede realizarla tan solamente Uno que es el camino, la verdad y la vida. Ciertas doctrinas de la verdad pueden ser firmemente sostenidas. Pueden ser repetidas una y otra vez, hasta que los que las sostienen piensen que en realidad están en posesión de las grandes bendiciones que estas doctrinas representan. Pero pueden sostenerse las mayores y más poderosas verdades, y sin embargo, ser mantenidas en el atrio exterior, donde ejercen poca influencia para hacer completa y fragante la vida cotidiana. El alma no es santificada por la verdad que no se práctica.—Carta 16, 1892.
Ev 214.3
El profesar las doctrinas, o ci ser miembro de la iglesia no reemplaza a la conversión—Todas las personas, los encumbrados o los humildes, si no están convertidos, se hallan en un pie de igualdad. Los hombres pueden volverse de una doctrina a otra. Esto se hace y continuará haciéndose. Los papistas pueden cambiar del catolicismo al protestantismo; sin embargo, pueden no saber nada del significado de las palabras: “Os daré corazón nuevo”. El aceptar nuevas teorías y unirse con una iglesia no le da nueva vida a ninguna persona, aun cuando la iglesia con la cual se una esté cimentada sobre el fundamento verdadero. La relación con una iglesia no reemplaza a la conversión. El aceptar el credo de una iglesia no es de ningún valor para ninguna persona si el corazón no experimenta un verdadero cambio...
Ev 215.1
Debemos tener más que una creencia intelectual en la verdad. Muchos de los judíos estaban convencidos de que Jesús era el Hijo de Dios, pero eran demasiado orgullosos y ambiciosos para entregarse. Decidieron resistir la verdad, y mantuvieron su oposición. No recibieron la verdad en su corazón así como es en Jesús. Cuando la verdad es considerada como la verdad únicamente por la conciencia; cuando el corazón no es estimulado y hecho receptivo, tan sólo la mente resulta afectada. Mas cuando la verdad es recibida como verdad por el corazón, ha pasado por la conciencia y ha cautivado el alma con sus principios puros. Es colocada en el corazón por el Espíritu Santo que revela su hermosura a la mente, para que su potencia transformadora se manifieste en el carácter.—The Review and Herald, 14 de febrero de 1899.
Ev 215.2
La conversión como resultado de un esfuerzo unido—En la obra de rescatar a las almas perdidas que perecen, no es el hombre el que efectúa la obra de salvarlas; es Dios quien trabaja con él. Dios obra y el hombre obra. “Coadjutores somos de Dios”. Debemos trabajar en diferentes formas e idear métodos distintos permitiendo que Dios obre en nosotros para revelar la verdad y revelarlo a él como el Salvador que perdona el pecado.—Carta 20, 1893.
Ev 215.3
Ayudad al pecador necesitado—Instemos a tiempo y fuera de tiempo, amonestando a los jóvenes, rogando a los pecadores, manifestando el amor que Cristo tuvo por ellos. Cuando brota de los labios del pecador el clamor: “¡Oh, mis pecados, mis pecados, temo que sean demasiado graves como para ser perdonados!”, animad su fe. Elevad a Cristo cada vez más arriba, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Cuando se oye el clamor: “Dios, sé propicio a mí pecador”, señalad al alma temblorosa el refugio de un Salvador que perdona el pecado.—Manuscrito 138, 1897.
Ev 215.4
Los ángeles se regocijan—La conversión de las almas a Dios es la obra más grandiosa y más elevada en la cual los seres humanos pueden tomar parte. En la conversión de las almas, se revelan la tolerancia de Dios, su amor inconmensurable, su santidad y su poder. Toda verdadera conversión lo glorifica, y hace que los ángeles prorrumpan en cánticos. “La misericordia y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron”.—Carta 121, 1902.
Ev 216.1
176
Ev
El Evangelismo
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