El Ministerio de Curación
Escudriñar los misterios divinos
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre.” Deuteronomio 29:29. La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión. MC 336.3
Ni aun los ángeles pudieron participar en los consejos habidos entre el Padre y el Hijo al trazarse el plan de la salvación. Y los seres humanos no deben inmiscuirse en los secretos del Altísimo. Somos respecto de Dios tan ignorantes como niños; pero, como niños también, podemos amarle y obedecerle. En vez de entregarnos a cavilaciones respecto de la naturaleza y las prerrogativas de Dios, prestemos atención a las palabras que él mismo pronunció: MC 336.4
“¿Alcanzarás tú el rastro de Dios?
¿llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?
Es más alto que los cielos: ¿qué harás?
Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás?
Su dimensión es más larga que la tierra,
y más ancha que la mar.”
MC 337.1
“¿Dónde se hallará la sabiduría?
¿y dónde está el lugar de la prudencia?
No conoce su valor el hombre,
ni se halla en la tierra de los vivientes.
El abismo dice: No está en mí:
y la mar dijo: Ni conmigo.
No se dará por oro,
ni su precio será a peso de plata.
No puede ser apreciada con oro de Ophir,
ni con ónique precioso, ni con zafiro.
El oro no se le igualará, ni el diamante;
ni se trocará por vaso de oro fino.
De coral ni de perlas no se hará mención:
la sabiduría es mejor que piedras preciosas.
No se igualará con ella esmeralda de Ethiopía;
no se podrá apreciar con oro fino.
¿De dónde pues vendrá la sabiduría?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? ...
El infierno y la muerte dijeron:
Su fama hemos oído con nuestros oídos.
Dios entiende el camino de ella,
y él conoce su lugar.
Porque él mira hasta los fines de la tierra,
y ve debajo de todo el cielo. ...
Cuando él hizo ley a la lluvia,
y camino al relámpago de los truenos;
entonces la veía él, y la manifestaba;
preparóla y descubrióla también.
Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,
y el apartarse del mal la inteligencia.” Job 11:7-9; 28:12-28.
MC 337.2
No se encuentra la sabiduría escudriñando los secretos de la tierra ni consumiéndose en vanos esfuerzos por penetrar los misterios de la persona de Dios. Se encuentra más bien recibiendo humildemente la revelación que él se dignó darnos, y conformando la vida a su voluntad. MC 338.1
Los hombres de más alta inteligencia no pueden entender los misterios de Jehová revelados en la naturaleza. La inspiración divina hace muchas preguntas a las cuales los sabios más profundos no pueden responder. Estas preguntas no fueron hechas para que las contestáramos, sino para que llamaran nuestra atención a los profundos misterios de Dios y nos enseñaran que nuestra sabiduría es limitada; que en la esfera en que nos movemos en la vida cotidiana hay muchas cosas que superan a la inteligencia de los seres finitos. MC 338.2
Los escépticos se niegan a creer en Dios porque no pueden abarcar el infinito poder por medio del cual se revela. Pero hay que reconocer a Dios tanto por lo que él no nos revela acerca de sí mismo como por lo que está al alcance de nuestra limitada comprensión. En la revelación divina y en la naturaleza, Dios ha escondido misterios que nos imponen la fe. Y así debe ser. Bien podemos estar siempre escudriñando, investigando y aprendiendo, y seguir encontrándonos, sin embargo, frente a lo infinito. MC 338.3
“¿Quién midió las aguas con su puño,
y aderezó los cielos con su palmo,
y con tres dedos allegó el polvo de la tierra,
y pesó los montes con balanza,
y con peso los collados?
¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová,
o le aconsejó enseñándole? ...
He aquí que las naciones son reputadas como la gota de un
acetre, y como el orín del peso:
he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
Ni el Líbano bastará para el fuego,
ni todos sus animales para el sacrificio.
Como nada son todas las gentes delante de él;
y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es.
¿A qué pues haréis semejante a Dios,
o qué imagen le compondréis? ...
¿No sabéis?
¿no habéis oído?
¿nunca os lo han dicho desde el principio?
¿no habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó?
El está asentado sobre el globo de la tierra,
cuyos moradores son como langostas:
él extiende los cielos como una cortina,
tiéndelos como una tienda para morar: ...
¿A qué pues me haréis semejante? ...
dice el Santo.
Levantad en alto vuestros ojos,
y mirad quién crió estas cosas:
él saca por cuenta su ejército:
a todas llama por sus nombres;
ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud.
¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel:
Mi camino es escondido de Jehová,
y de mi Dios pasó mi juicio?
¿No has sabido,
no has oído
que el Dios del siglo es Jehová,
el cual crió los términos de la tierra?
No se trabaja, ni se fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay quien lo alcance.” Isaías 40:12-28.
MC 338.4
De las representaciones dadas por el Espíritu Santo a sus profetas, aprendamos lo que es la grandeza de nuestro Dios. El profeta Isaías escribe: MC 339.1
“En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo. MC 339.2
“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. MC 340.1
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” Isaías 6:1-7. MC 340.2
“No hay semejante a ti, oh Jehová;
grande tú,
y grande tu nombre en fortaleza.
¿Quién no te temerá, oh Rey de las gentes?”
MC 340.3
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme,
has entendido desde lejos mis pensamientos.
Mi senda y mi acostarme has rodeado,
y estás impuesto en todos mis caminos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua,
y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
Detrás y delante me guarneciste,
y sobre mí pusiste tu mano.
Más maravillosa es la ciencia que mi capacidad;
alta es, no puedo comprenderla.” Jeremías 10:6, 7; Salmos 139:1-6.
MC 340.4
“Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y de su entendimiento no hay número.” Salmos 147:5. MC 340.5
“Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas.” Proverbios 5:21. MC 341.1
“El revela lo profundo y lo escondido: conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él.” Daniel 2:22. MC 341.2
“Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras.” Hechos 15:18. MC 341.3
“¿Quién entendió la mente del Señor? ¿o quién fué su consejero? ¿o quién le dió a él primero, para que le sea pagado? Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos.” Romanos 11:34-36. MC 341.4
“Al Rey de siglos, inmortal, invisible” (1 Timoteo 1:17), “quien sólo tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver: al cual sea la honra y el imperio sempiterno.” 1 Timoteo 6:16. MC 341.5
“De cierto su alteza os había de espantar,
y su pavor había de caer sobre vosotros.”
MC 341.6
“¿No está Dios en la altura de los cielos?
Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están.”
MC 341.7
“¿Tienen sus ejércitos número?
¿Y sobre quién no está su luz?”
MC 341.8
“El hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.
Porque a la nieve dice:
Desciende a la tierra;
también a la llovizna,
y a los aguaceros de su fortaleza.
Así hace retirarse a todo hombre,
para que los hombres todos reconozcan su obra. ...
Asimismo por sus designios
se revuelven las nubes en derredor,
para hacer sobre la haz del mundo,
en la tierra, lo que él les mandara.
Unas veces por azote, otras por causa de su tierra,
otras por misericordia las hará parecer.
MC 341.9
“Escucha esto; ...
repósate, y considera las maravillas de Dios. ¿Supiste tú cuando Dios las ponía en concierto,
y hacía levantar la luz de su nube?
¿Has tú conocido las diferencias de las nubes,
las maravillas del Perfecto en sabiduría? ...
¿Extendiste tú con él los cielos,
firmes como un espejo sólido?
Muéstranos qué le hemos de decir;
porque nosotros no podemos componer las ideas a causa de las tinieblas. ...
He aquí aún: no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,
luego que pasa el viento y los limpia,
viniendo de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad terrible.
El es Todopoderoso, al cual no alcanzamos,
grande en potencia;
y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.
Temerlo han por tanto los hombres.”
MC 341.10
“¿Quién como Jehová nuestro Dios, que ha enaltecido su
habitación,
que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?”
MC 342.1
“Jehová marcha entre la tempestad y turbión,
y las nubes son el polvo de sus pies.”
MC 342.2
“Grande es Jehová y digno de suprema alabanza:
y su grandeza es inescrutable.
Generación a generación narrará tus obras,
y anunciarán tus valentías.
La hermosura de la gloria de tu magnificencia,
y tus hechos maravillosos, hablaré.
Y la terribilidad de tus valentías dirán los hombres;
y yo recontaré tu grandeza.
Reproducirán la memoria de la muchedumbre de tu bondad,
y cantarán tu justicia. ...
Alábente, oh Jehová, todas tus obras;
y tus santos te bendigan.
La gloria de tu reino digan, y hablen de tu fortaleza;
para notificar a los hijos de los hombres sus valentías,
y la gloria de la magnificencia de su reino.
Tu reino es reino de todos los siglos,
y tu señorío en toda generación y generación. ... La alabanza de Jehová hablará mi boca;
y bendiga toda carne su santo nombre por siglo y para siempre.” Job 13:11; 22:12; 25:3; 37:5-24; Salmos 113:5, 6; Nahúm 1:3; Salmos 145:3-21.
MC 342.3
Al aprender más y más acerca de lo que es Dios y lo que nosotros somos delante de él, temeremos y temblaremos en su presencia. Reciban los hombres de hoy advertencia de la suerte de aquellos que en lo antiguo pretendieron tratar sin miramientos lo que Dios había declarado sagrado. Cuando los israelitas se atrevieron a abrir el arca que les fuera devuelta del país de los filisteos, su irreverencia fué castigada de un modo notable. MC 343.1
Considérese también el juicio que cayó sobre Uzza. Al ser llevada el arca a Jerusalén durante el reinado de David, Uzza alargó la mano para sostenerla. Su presunción de tocar al símbolo de la presencia de Dios fué castigada con una muerte instantánea. MC 343.2
En el incidente de la zarza ardiente, cuando Moisés, no reconociendo la presencia de Dios, se volvía para contemplar tan maravilloso espectáculo, le fué ordenado: MC 343.3
“No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. ... Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.” Éxodo 3:5, 6. MC 343.4
“Y salió Jacob de Beerseba, y fué a Harán; y encontró con un lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y acostóse en aquel lugar. MC 343.5
“Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: MC 343.6
“Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu simiente. ... Y he aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho. MC 343.7
“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” Génesis 28:10-17. MC 344.1
En el santuario del tabernáculo construído en el desierto y en el del templo, que eran símbolos terrenales de la morada de Dios, había un lugar sagrado para su presencia. El velo adornado de querubines a su entrada sólo debía ser alzado por una mano. Alzar aquel velo, y entrar sin invitación en el sagrado misterio del lugar santísimo, acarreaba la muerte, pues sobre el propiciatorio descansaba la gloria del Santo de los santos, a la que nadie podía mirar y sobrevivir. En el único día del año señalado para el desempeño de su ministerio en el lugar santísimo, el sumo sacerdote penetraba en él temblando ante la presencia de Dios, mientras que nubes de incienso velaban la gloria ante sus ojos. En todos los atrios del templo se acallaba todo rumor. Ningún sacerdote actuaba en los altares. Los adoradores, inclinados en silencioso temor, dirigían sus peticiones en demanda de misericordia divina. MC 344.2
“Y estas cosas les acontecieron en figura; y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado.” 1 Corintios 10:11. MC 344.3
“Jehová está en su santo templo:
calle delante de él toda la tierra.”
MC 344.4
“Jehová reinó, temblarán los pueblos:
él está sentado sobre los querubines, conmoveráse la tierra.
Jehová en Sión es grande,
y ensalzado sobre todos los pueblos.
Alaben tu nombre grande y tremendo:
él es santo.”
MC 344.5
“La silla de Jehová está en el cielo:
sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los
hombres.”
MC 345.1
“Desde la morada de su asiento
miró sobre todos los moradores de la tierra.
El formó el corazón de todos ellos;
él considera todas sus obras.”
“Tema a Jehová toda la tierra:
teman de él todos los habitadores del mundo.” Habacuc 2:20; Salmos 99:1-3; 11:4; 102:19; 33:14, 15, 8.
MC 345.2
El hombre no puede encontrar a Dios mediante la investigación. Nadie intente con mano presuntuosa alzar el velo que oculta su gloria. “¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Romanos 11:33. Prueba de su misericordia es el hecho de que su poder quede oculto, pues alzar el velo que esconde la divina presencia acarrea la muerte. Ninguna inteligencia mortal puede penetrar el secreto en que el Todopoderoso reside y obra. No podemos comprender de él sino lo que él mismo cree conveniente revelarnos. La razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma. El corazón y la inteligencia deben inclinarse ante el gran yo soy. MC 345.3