La Edificación del Carácter
Capítulo 9—Un noble apóstol en el exilio
El maravilloso éxito que acompañó a la predicación del Evangelio por parte de los apóstoles y sus colaboradores aumentó el odio de los enemigos de Cristo. Estos hicieron todo esfuerzo posible por estorbar su progreso, y finalmente tuvieron éxito en obtener de su parte el poder del emperador romano contra los cristianos. Se realizó una terrible persecución, en la cual muchos de los seguidores de Cristo fueron muertos. El apóstol Juan era ahora un hombre de edad; pero con gran celo y éxito continuaba predicando la doctrina de Cristo. Tenía un testimonio de poder, que sus adversarios no podían controvertir, y que animaba grandemente a sus hermanos. ECFP 68.1
Cuando la fe de los cristianos parecía vacilar bajo la fiera oposición a la que los obligaron a hacer frente, el apóstol repetía con gran dignidad, poder y elocuencia: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida ...; lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. 1 Juan 1:1, 3. ECFP 68.2
El más acerbo odio fue encendido contra Juan por su invariable fidelidad a la causa de Cristo. Era el último sobreviviente de los discípulos que estuvieron íntimamente relacionados con Jesús; y sus enemigos decidieron que su testimonio debía ser silenciado. Si esto podía hacerse, pensaban que la doctrina de Cristo no se expandiría; y si la trataban con severidad, pronto moriría en el mundo. De acuerdo con esto Juan fue citado a Roma para ser probado por su fe. Sus doctrinas eran expuestas falsamente. Testigos falsos lo acusaron como sedicioso, que enseñaba teorías que revolucionarían la nación. ECFP 69.1
El apóstol presentó su fe de una manera clara y convincente, con tal sencillez y candor que sus palabras tuvieron un efecto poderoso. Sus oidores estaban atónitos de su sabiduría y elocuencia. Pero cuanto más convincente era su testimonio, más profundo se tornaba el odio de aquellos que se oponían a la verdad. El emperador se llenó de ira, y blasfemó del nombre de Dios y de Cristo. No podía controvertir el razonamiento del apóstol, ni igualar el poder con que exponía la verdad, y determinó silenciar a su fiel abogado. ECFP 69.2