En los Lugares Celestiales

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Gloria indescriptible, 17 de diciembre

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:9-11. ELC 360.1

La sabiduría y la gloria del Padre fulguran en su majestad [la de Cristo]. Él es sublime y precioso para todos los que creen. Pero su propia gloria personal, ¿quién puede describirla? Viene con su naturaleza divina claramente revelada—él, que fue negado y rechazado por los hombres, que compareció ante el tribunal de Pilato como un criminal... ELC 360.2

Cristo es ahora reconocido como el Rey de gloria. “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Mateo 21:9. La cuestión de su divinidad ha sido definida para siempre. ¿Dónde están los que mantuvieron atado al Salvador ante el tribunal de Pilato, los que lo hirieron en el rostro, los que lo azotaron, los que introdujeron los clavos en sus manos y pies? ¿los que se mofaron de él, diciendo, “a otros salvó, a sí mismo no se puede salvar...”? ¿Dónde está el brazo mezquino que se ha de levantar contra él ahora? Ha cambiado la escena. Ante el nombre de Jesús se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará que Jesús es el Cristo, Señor del cielo y de la tierra... Los ángeles del cielo se inclinan en adoración ante él. Sus enemigos disciernen el error que han cometido y toda lengua confiesa su divinidad. ELC 360.3

La gloria de la humanidad de Cristo no se dejó ver cuando estuvo en la tierra. Fue considerado un varón de dolores y experimentado en quebrantos. Por así decirlo, escondimos de él el rostro. Pero él seguía el sendero del plan que Dios había trazado. La misma humanidad aparece ahora mientras desciende del cielo revestido de gloria, triunfante, sublime.—Carta 90, 1898. ELC 360.4