En los Lugares Celestiales

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Sin límites de frontera, 8 de noviembre

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12. ELC 321.1

Los que siguen a Jesús serán colaboradores juntamente con Dios. No caminarán en tinieblas, sino que hallarán la verdadera senda donde Jesús, la Luz del mundo, encabeza la marcha; y a medida que orienten sus pasos hacia Sion, avanzando por fe, obtendrán una brillante experiencia en las cosas de Dios. La misión de Cristo, tan oscuramente comprendida, tan débilmente interpretada, que lo llamó desde el trono de Dios al misterio del altar de la cruz del Calvario, se descubrirá más y más a la mente y se verá que en el sacrificio de Cristo se halla el manantial y el principio de toda otra misión de amor... ELC 321.2

Jesús enseñó a sus discípulos que eran deudores tanto de los judíos como de los griegos, de los sabios y de los incultos, y les hizo entender que la distinción de raza, casta y líneas divisorias hechas por el hombre no eran aprobadas por el Cielo y no habían de tener influencia en la obra de diseminar el Evangelio. Los discípulos de Cristo no habían de hacer distinciones entre sus prójimos y sus enemigos, sino que debían considerar a todo hombre como un prójimo necesitado de ayuda, y al mundo como su campo de labor, buscando salvar a los perdidos. Jesús ha dado a cada hombre su obra, tomándolo del estrecho círculo que le había trazado su egoísmo, anulando líneas divisorias y todas las otras distinciones artificiales de la sociedad; no pone límite para el celo misionero, sino que ordena a sus seguidores extender sus labores hasta lo último de la tierra... ELC 321.3

El Señor Jesús es nuestra eficiencia en todo; su Espíritu ha de ser nuestra inspiración; y al ponernos en sus manos para ser conductos de luz, nuestros medios para hacer el bien nunca se agotarán*.—The Review and Herald, 30 de octubre de 1894. ELC 321.4