El Colportor Evangélico

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Palabras que conquistan; una conducta amable y cortés

Aquellos que trabajan para Cristo han de ser íntegros y fidedignos, firmes como una roca en sus principios, y al mismo tiempo bondadosos y corteses. La cortesía es una de las gracias del Espíritu. El tratar con las mentes humanas es la mayor obra jamás confiada al hombre; y el que quiera obtener acceso a los corazones debe acatar la recomendación: “Sed... compasivos, corteses”. El amor hará lo que no logrará la discusión. Pero un momento de petulancia, una sola respuesta abrupta, una falta de cortesía cristiana en algún asunto sin importancia, puede dar por resultado la pérdida tanto de amigos como de influencia. CE 75.2

El obrero cristiano debe esforzarse por ser lo que Cristo era cuando vivía en esta Tierra. Él es nuestro ejemplo, no sólo en su pureza sin mancha, sino también en su paciencia, amabilidad y disposición servicial. Su vida es una ilustración de la cortesía verdadera. Él tenía siempre una mirada bondadosa y una palabra de consuelo para los menesterosos y los oprimidos. Su presencia hacía más pura la atmósfera del hogar. Su vida era como levadura que obraba entre los elementos de la sociedad. Puro y sin mancha, andaba entre los irreflexivos, groseros y descorteses; entre injustos publicanos y samaritanos, soldados paganos, toscos campesinos y la muchedumbre... CE 76.1

La religión de Jesús ablanda cuanto haya de duro y brusco en el genio, y suaviza lo tosco y violento de los modales. Hace amables las palabras y atrayente el porte. Aprendamos de Cristo a combinar un alto sentido de la pureza e integridad con una disposición alegre. Un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más poderoso que se pueda presentar en favor del cristianismo. CE 76.2

Las palabras bondadosas son como el rocío y suaves lluvias para el espíritu. La Escritura dice de Cristo que la gracia fue derramada en sus labios, para que supiese “hablar palabras al cansado”. Y el Señor nos recomienda: “Sea vuestra palabra siempre con gracia”, con el fin de que “dé gracia a los oyentes”. CE 76.3

Puede ser que algunos de aquellos con quienes están en contacto sean rudos y descorteses, pero no sean ustedes menos corteses por causa de ello. Aquel que desee conservar su respecto propio debe tener cuidado de no herir innecesariamente el de los demás. Esta regla debe observarse religiosamente para con los más duros de entendimiento, para con los que más yerran.—Obreros Evangélicos, 127, 128 (1915). CE 76.4