El Colportor Evangélico

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Con oración en los labios

Las demandas de Dios estarán siempre delante de nosotros. Nunca debemos olvidar que hemos de dar cuenta de los hechos realizados en el cuerpo. Impresionados con este pensamiento, los colportores velarán por las personas, y sus oraciones ascenderán de labios sinceros para pedir sabiduría con el fin de decir una palabra oportuna a quienes necesitan ayuda. Tales obreros elevarán y purificarán continuamente el espíritu por la obediencia a la verdad. Tendrán el verdadero sentido del valor de la vida, y aprovecharán al máximo toda oportunidad para dar a conocer las riquezas de la gracia de Cristo. Salgan los colportores con la siguiente oración en los labios: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Trabajen como a la vista de Dios, y en la presencia de los ángeles celestiales; deseen en todas las cosas merecer la aprobación de Dios, y su obra no será sin fruto. CE 43.2

Necesitamos muchas menos discusiones, y mucha más presentación de Cristo. Nuestro Redentor es el centro de toda nuestra fe y esperanza. Los que pueden presentar su incomparable amor, e inspirar a los corazones a darle sus mejores y más santos efectos, están realizando una obra que es grande y santa. Por la diligencia en el trabajo, por la presentación fiel a la gente de la cruz del Calvario, el colportor duplica su utilidad. Pero aunque presentamos estos métodos de trabajo, no podemos trazar una línea fija para la conducta que cada uno deba seguir. Las circunstancias pueden alterar los casos... CE 44.1

Hablen del amor de Cristo—A menudo se presentan temas doctrinales sin ningún efecto especial, pues los hombres esperan que otros traten de imponerles sus doctrinas; pero cuando uno se espacia en el incomparable amor de Cristo, su gracia impresiona el corazón. Hay muchos que buscan sinceramente la luz, quienes no saben qué deben hacer para ser salvos. ¡Oh, háblenles del amor de Dios, del sacrificio hecho en la cruz del Calvario por salvar a los que perecen! Díganles que coloquen su voluntad del lado de la voluntad de Dios; y “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. Juan 7:17.—Manual for Canvassers, 36-38 (1902). CE 44.2