El Colportor Evangélico

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Por los caminos

Lleven los libros a los hombres de negocios, a los maestros del evangelio, cuya atención no ha sido llamada a las verdades especiales para este tiempo. El mensaje ha de ser dado “por los caminos”: a hombres que están empeñados activamente en la labor del mundo, a los maestros y a los dirigentes del pueblo. Millares pueden ser alcanzados de la manera más sencilla y humilde. Los más intelectuales, aquellos a quienes se los considera los hombres y las mujeres más dotados de todo el mundo, son a menudo refrigerados por las sencillas palabras de alguien que ama a Dios, y que puede hablar de ese amor tan naturalmente como los mundanos hablan de las cosas que les interesan más profundamente. A menudo las palabras bien preparadas y estudiadas tienen poca influencia. Pero la expresión veraz y honrada de un hijo o una hija de Dios, hablada con sencillez natural, tiene poder para abrir la puerta de los corazones que por mucho tiempo ha estado cerrados para Cristo y su amor.—The Review and Herald, 20 de enero de 1903. CE 41.1

Los libros alcanzarán a personas a quienes no se puede llegar de otra manera, personas que viven lejos de todo centro grande de población. Yo denomino a esto los oyentes de “los vallados”. A los tales nuestros colportores han de llevarles estos libros que contienen el mensaje de salvación. CE 41.2

Nuestros colportores han de ser evangelistas de Dios, que vayan de casa en casa por los lugares apartados, abriendo las Escrituras a las personas con quienes se encuentran. Hallarán a gente dispuesta y ansiosa de aprender de las Escrituras... CE 41.3

Deseo grandemente hacer todo lo que está de mi parte para alcanzar a quienes están en los caminos y en los vallados.—Carta 155, 1903. CE 42.1