El Colportor Evangélico

262/269

El gozo del señor

“Estas cosas os he hablado—dijo Cristo—para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo” Juan 15:11. CE 221.3

Cristo siempre tenía presente el resultado de su misión. Su vida terrenal, tan recargada de penas y sacrificios, era alegrada por el pensamiento de que su trabajo no sería inútil. Dando su vida por la vida de los hombres, iba a restaurar en la humanidad la imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a reformar nuestro carácter conforme al suyo, y embellecerlo con su gloria. CE 222.1

Cristo vio “el fruto de la aflicción de su alma” y quedó “satisfecho”. Vislumbró lo dilatado de la eternidad, y vio de antemano la felicidad de quienes por medio de su humillación recibirán perdón y vida eterna. Fue herido por sus transgresiones y quebrantado por sus iniquidades. El castigo que les daría paz fue sobre él, y con sus heridas fueron sanados. Él oyó el júbilo de los rescatados, quienes entonaban el canto de Moisés y del Cordero. Aunque había de recibir primero el bautismo de sangre, aunque los pecados del mundo iban a pesar sobre su vida inocente y la sombra de indecible dolor se cernía sobre él, por el gozo que le fue propuesto, escogió sufrir la cruz y menospreció la vergüenza. CE 222.2

De este gozo han de participar todos sus discípulos. Por grande y gloriosa que sea en lo porvenir, toda nuestra recompensa no está reservada para el día de nuestra liberación final. En esta misma vida hemos de entrar por fe en el gozo del Salvador. Cual Moisés, hemos de sostenernos como si viéramos al Invisible. CE 222.3

La iglesia es ahora militante. Actualmente arrostramos un mundo en tinieblas, casi enteramente entregado a la idolatría. Pero se acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de cumplirse en la Tierra como en el cielo. Las naciones de los salvados no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará bañado en luz celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete veces más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Por sobre la escena, las estrellas de la mañana cantarán juntas y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que “ya no habrá más pecado, ya no habrá más muerte”. CE 222.4

Estas visiones de la gloria futura, descritas por la mano de Dios, deberían ser de gran valor para sus hijos. CE 223.1