Elena G. de White en Europa

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Una interrupción imprudente

El consejo de la Hna. White fue amable y práctico, y sin duda ese mensaje tan directo se podía aplicar a muchos de los presentes. Pero D. T. Bourdeau se ofendió. De un salto se puso de pie y alegó que el sermón le había sido dirigido directamente a él. Entonces procedió a reivindicarse. Si se hubiera quedado callado, probablemente muchos de los presentes no se habrían enterado de todo el asunto. EGWE 89.6

“Durante la reunión mencioné principios generales”, explicó la Sra. de White a G. I. Butler. “Pero ahora derribé el castillo imaginario que él estaba edificando, y se comportó como si hubiera recibido un golpe mortal”.—Carta 23, 1885. EGWE 90.1

El concilio continuó, pero Bourdeau no asistió a las reuniones. Comenzó a preparar sus cosas para irse a la mañana siguiente. ¿Adónde? Probablemente ni él mismo lo sabía. Era un hombre desdichado. EGWE 90.2

Entretanto, se consideraron nuevas preguntas en la reunión del martes, antes de la sesión. Por ejemplo, “¿por qué las publicaciones italianas y rumanas tienen tan pocos suscriptores?” y “¿cómo podemos llegar a los viajeros en Inglaterra?” También se discutió el asunto de las escuelas adventistas y la educación cristiana para los jóvenes adventistas. Como las escuelas públicas suizas obligaban a asistir a clases seis días por semana, varios adventistas fueron sancionados con multas por retener a sus hijos en sábado, y algunos hasta fueron llevados a prisión. Se acordó elevar una solicitud a las autoridades correspondientes, y formar una comisión para organizar una escuela de iglesia en Basilea. EGWE 90.3

Pero en este punto el diario de Elena G. de White demuestra su gran preocupación por Daniel Bourdeau. ¿De qué manera podía llegar a él para ayudarlo? Ella se presentó a la reunión del viernes de mañana con el corazón cargado: “Mi alma parecía agonizar cuando oré a Dios para que obrara. Sabía que nuestro caso era urgente”. Ibid. Su estudio se basó en el tema del libro de la vida. Sin duda, oraba para que en el juicio el caso de Bourdeau se registrara en la columna del haber. Pero cuando Daniel Bourdeau no se presentó a la reunión, ella se preocupó. Escribió en su diario que Daniel “había estado deliberando con Daniel y con el enemigo de las almas”. EGWE 90.4

La reunión fue provechosa, y muchos se beneficiaron con su exhortación: EGWE 91.1

“¡Oh, que el poder de Dios descanse sobre nosotros antes que nos separemos para regresar a nuestros hogares y campos de labor! ¡Oh, que meditemos en la importancia de mejorar cada día para poder mantener un buen registro en el cielo!... EGWE 91.2

“Cuando nuestro corazón resplandezca de amor por Cristo y por las almas por quienes él murió, nuestros esfuerzos se verán coronados por el éxito. Mi corazón clama por el Dios vivo. Deseo tener una comunión más íntima con él. Quiero comprender mejor su poder vigorizador para poder realizar una obra más eficaz en su causa”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 139, 140. EGWE 91.3

La Sra. de White regresó a su habitación con una pesada carga en su corazón: La necesidad de orar. Suplicó a Dios por Daniel, y se sintió impelida a volver a hablar con él. Mientras recorría su habitación con gran “agonía mental”, se decía: “No puedo hablar con él; no puedo enfrentarme con su espíritu desafiante y obstinado”. Pero sabía que debía hacerlo, y lo mandó llamar junto con su esposa Marion, su hermano A. C. Bourdeau y los pastores Whitney, Lane y White. EGWE 91.4

La Sra. de White comenzó a hablar directamente con Daniel. El la interrumpió y le dijo que prefería verla a solas debido a las cosas que había soportado de parte de sus hermanos en el pasado. La Sra. de White le pidió cortésmente que quedara callado, y cuando él se tranquilizó, le dio “un mensaje tal que jamás deseo repetirlo a ningún mortal”. Carta 23, 1885. La mensajera de Dios estaba cumpliendo su tarea más difícil. EGWE 91.5

Ella comprendió que la lucha de Daniel era una cuestión de vida o muerte. Era un alma realmente tentada y probada, y no podía dejar de advertirle el peligro en que se encontraba. Se quejó de que el sermón del jueves de mañana fue un “golpe” para él, pero la Hna. White le recordó que él se había colocado en un lugar donde era fácil golpearlo. EGWE 92.1

“Las flechas del Altísimo le producirán tanto dolor que usted sentirá que necesita un médico. ‘El arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará’. Cuando venga manso y humilde, Jesús perdonará sus transgresiones. Le recomiendo que no abandone esta casa hasta que se haya quebrantado el poder del enemigo”.—Carta 23, 1885. EGWE 92.2

Cuando ella concluyó su exhortación inspirada por su alma agobiada, todos los obreros se arrodillaron para orar: EGWE 92.3

“Mi alma se arrastró en agonía por Daniel Bourdeau. El oró bastante débilmente por sí mismo. Yo oré una y otra vez con fuerte clamor y lágrimas... El Hno. A. C. y Marion [la esposa de Daniel] oraron con gran quebrantamiento de espíritu. Dentro de Daniel se libraba una terrible lucha. Aunque no se rindió completamente, al mirarle el rostro parecía que el alma y el cuerpo se le habían partido en dos. Hizo concesiones pero todavía no se rindió”.—Ibid. EGWE 92.4