Elena G. de White en Europa

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La llegada a Nimes

A la mañana siguiente cuando llegaron a Nimes, D. T. Bourdeau y sus dos ayudantes, J. D. Comte y J. P. Badaut, los esperaban. Tomaron un tranvía para llegar al confortable segundo piso que ocupaba Bourdeau en la Rue Freres Mineurs 5. EGWE 260.2

Bourdeau había comenzado la obra en el sur de Francia hacía ya diez años, pero la turbulencia política y las restricciones que la ley había impuesto a las actividades de evangelización estorbaron sus esfuerzos. Regresó al país, esta vez a Nimes, en junio de 1886, acompañado por Jaime Erzberger y Alberto Vuilleumier, quienes permanecieron allí casi hasta la llegada de Elena G. de White. Comte, un antiguo evangelista bautista a quien Bourdeau había dado a conocer el mensaje adventista en Bastia, Córcega, dos años antes y Badaut, que venía de la iglesia de Granges, Francia, trabajaban con él como colportores. EGWE 260.3

Las primeras reuniones celebradas en la carpa de 12 m de diámetro que Bourdeau había levantado, fueron objeto de algunas interrupciones provocadas por estudiantes pendencieros. Finalmente se optó por distribuir tarjetas de admisión entre los oyentes serios que integraban el auditorio, y el muro de 2,70 m que rodeaba la carpa fue controlado tanto en la parte interior como en la calle, por la policía local. EGWE 261.1

El 15 de octubre, cuando Elena G. de White llegó, encontró a unas quince personas dispuestas a guardar el sábado, además de un notable interés despertado por las reuniones de la carpa y por los estudios bíblicos realizados en los hogares. EGWE 261.2

El día siguiente, sábado, predicó dos veces, al mediodía y a la noche. Los franceses escucharon con deleite el mensaje que les trajo la visitante norteamericana. EGWE 261.3

Guillermo Ings habló por la tarde acerca de la restauración del sábado. Cuando hizo el llamado se observó una buena respuesta. Dieciséis personas dieron su testimonio en la reunión social que siguió. Estos conversos acababan de aceptar el sábado y ya habían comenzado a guardarlo. Eran “testigos de Dios que reflejarán la luz en esa... ciudad”, dijo la sierva del Señor. Y Nimes no era una ciudad pequeña. Allí había predicado la verdad bíblica, siglos antes, el comerciante Pedro Valdo, que reunió una compañía de “soldados” llamados “Los Pobres de Nimes” para que dieran su testimonio en favor de Cristo. La persecución los obligó a huir al norte de Italia para refugiarse en las montañas. Allí creció y se fortaleció el movimiento valdense. EGWE 261.4