Elena G. de White en Europa
De los contrastes se extrae una lección
Esa noche, cuando la Sra. de White se puso de pie para hablar en Torre Pellice ante los veinte adventistas que habían ido caminando en medio de una lluvia torrencial para recibir el sábado, no pudo dejar de notar el contraste que existía entre la sencillez de las paredes blancas y lisas de ese edificio, y la suntuosidad que había visto en Milán. EGWE 197.3
“En esa pequeña habitación del primer piso de una casa de familia no había ningún adorno exterior que cautivara la atención, ni tampoco había nada en el interior que pudiera atraer; pero aquel día contamos con un Invitado, y todos sentimos la calidez de su amor y el valor de su perdón. Ese precioso Jesús podía perdonar el pecado. No había inseguridad allí. Fue una preciosa ocasión. Yo no ambicionaba en absoluto aquel templo grandioso ni su culto frío. Atesoro la calidez del amor de Jesús”.—Manuscrito 62, 1886. EGWE 198.1
Aunque el sábado también llovió, los creyentes acudieron para oírla. El domingo, la Sra. de White se levantó a las cinco de la mañana. El cielo estaba nublado, pero los perales, los cerezos y los ciruelos habían florecido y el aire estaba impregnado de su fragancia. “Veo a la Providencia en todas las obras de Dios—escribió ella, y buscando la parte positiva de la situación, añadió—: Para la conveniencia del momento presente, las nubes no son agradables, pero una mano invisible obra bendiciendo la tierra y dándole a la naturaleza un aspecto sumamente encantador”.—Manuscrito 54, 1886. EGWE 198.2
A pesar de la continua lluvia, alquilaron un caballo y subieron la montaña rumbo a Villa Pellice, donde Elena G. de White tenía un compromiso a las cuatro de la tarde. No había manera de apurar el caballo, que iba a paso lento, y llegaron tarde a la reunión. El lugar estaba literalmente repleto de gente. “Las mujeres campesinas daban la impresión de ser inteligentes—observó la Sra. de White—. Los prolijos vestidos azules y los gorros blancos” atrajeron especialmente su atención. EGWE 198.3
La predicación de esa tarde describió la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, montado en un burrito. El pastor Bourdeau tradujo el sermón al francés, mientras algunos de los presentes lo traducían en tono bajo al italiano, en beneficio de las personas que hablaban ese idioma. El mensaje del amor y la misericordia de Cristo penetró en el auditorio, y la sierva del Señor notó que algunos de sus oyentes lloraban. EGWE 198.4