Elena G. de White en Europa

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La rivalidad de Miles Grant

En una ciudad que distaba pocos kilómetros, consiguieron que les imprimieran volantes para anunciar las reuniones que celebrarían el viernes y el domingo por la noche, y el sábado y el domingo por la tarde. Pero, como si no bastara la oposición de Malan, a la mañana siguiente aparecieron otros volantes que proclamaban la llegada del norteamericano Miles Grant, antiguo enemigo de los adventistas. El anunció decía que Grant celebraría reuniones en el salón que quedaba precisamente arriba del que acababa de alquilar Bourdeau. Estas reuniones se realizarían los mismos días que las de los adventistas, aunque a diferentes horas. Los volantes tenían el mismo tamaño y estilo que los que había distribuido Bourdeau. EGWE 161.8

Grant era pastor y evangelista de la Iglesia Cristiana Adventista y director del World’s Crisis (La crisis mundial) durante los años 1856- 1876. En cierto tiempo, los adventistas del séptimo día patrocinaron algunas de las reuniones que celebró en California, ya que predicaba acerca de la inmortalidad condicional y otras doctrinas proféticas, pero el arreglo no resultó; y Grant se convirtió en un activo opositor de los adventistas del séptimo día y particularmente de Elena G. de White. EGWE 162.1

El viernes, ella habló a las siete de la noche acerca de Mateo 11:28-30, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados”. Media hora más tarde Grant inició su disertación en el salón de arriba, y predicó acerca de la santificación, aunque casi no mencionó a la Sra. de White. Declaró a su auditorio que ella se encontraba entre los asistentes, pero más tarde se retractó. Asistieron, en cambio, María K. de White y A. C. Bourdeau, y María transcribió el sermón de Grant en taquigrafía. Junto al Sr. Grant se hallaba O. Concorda, que actuaba como traductor. María lo describió como una persona “de voz suave, adventista no sabatista y partidario de la teoría del ‘tiempo venidero’”.* EGWE 162.2

A la noche siguiente Grant lanzó una oleada de críticas, y su predicación tuvo como único propósito “poner en evidencia y desacreditar a la mensajera del Señor”. “Habló con más libertad—declaró Elena G. de White—, y dejó aflorar el precioso plato de calumnias que tanto le gusta. Sirvió a los presentes en el mejor estilo esos bocaditos especiales que ha estado acumulando y preparando durante los últimos treinta años, como una evidencia condenatoria para probar que las visiones de la Sra. de White no son de origen divino”*Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 236. EGWE 163.1

Sin embargo, Elena G. de White se abstuvo firmemente de mencionar a Grant o de responder a cualquiera de sus acusaciones. “Siempre he mantenido el principio de no entrar en controversias con nadie, ni de dedicar tiempo a justificarme”. Ibid. 237. En su diario confesó, sin embargo, que a veces se sentía “dolorosamente tentada” a abandonar esta costumbre y a tratar de vindicar su causa.—Manuscrito 29, 1885, p. 9. EGWE 163.2

Naturalmente, corrió la voz de que habían llegado al valle dos adventistas con el propósito de pelearse, y aunque ella señaló que no era verdad, ya que por su parte no había atacado a Grant, el resultado no fue favorable para la obra. EGWE 163.3

El domingo, ella mantuvo una larga conversación con la Sra. de Malan, que estaba pasando por una “grave prueba” debido a la oposición de su esposo. Fue amable y comprensiva con su aflicción. Después de predicar el domingo por la noche, la Sra. de White descansó bien y se levantó renovada.—Manuscrito 29, 1885, p. 8. EGWE 163.4

El martes, junto con María, los esposos Bourdeau y J. D. Geymet, se dirigieron a la casa de Catalina Revel, a unos cinco kilómetros entre las montañas. Contaban sólo con un burrito pequeño para tirar del coche, y el animal apenas podía subir la pendiente. Arturo, el hijo de Bourdeau, caminó casi todo el tiempo, tirando literalmente del burrito para hacerlo subir la montaña. EGWE 164.1

Al día siguiente Martha de Bourdeau partió con su hijastra Sara para Basilea. La salud de Edith Andrews seguía declinando y Martha quería estar junto a su hija en sus últimos días en la tierra. Esa semana Elena G. de White hizo otros paseos en coche por las montañas, y el fin de semana trajo más problemas. Concorda y Grant influyeron en el propietario del salón alquilado por los adventistas, para que los desalojaran también de allí. Finalmente, Bourdeau decidió que sería mejor y más seguro celebrar las reuniones en su propia casa, hasta que le fuese posible comprar un salón. Allí, pues, predicó la mensajera del Señor a los creyentes durante el resto de su visita. EGWE 164.2