Conflicto y Valor

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Los recabitas, 20 de agosto

Jeremías 35:1-19.

Y dijo Jeremías a la familia de los recabitas... Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos... por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días. Jeremías 35:18, 19. CV 238.1

Dios ordenó a Jeremías que reuniera a los recabitas en la casa del Señor, en uno de los aposentos, que pusiese vino delante de ellos y los invitase a beber. Jeremías hizo como el Señor le ordenó. “Mas ellos dijeron: No beberemos vino porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos”. CV 238.2

“Y vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo... Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre”. Aquí Dios contrasta la obediencia de los recabitas con la desobediencia y rebelión de su pueblo, que no recibía sus palabras de reprensión y advertencia... Se alabó a los recabitas por su obediencia pronta y gustosa, mientras que el pueblo de Dios rehusaba ser reprobado por sus profetas.—Testimonies for the Church 4:174, 175. CV 238.3

Si los requerimientos de un padre bueno y sabio, que recurrió a los medios mejores y más eficaces para proteger a su posteridad de los males de la intemperancia, eran dignos de ser obedecidos estrictamente, la autoridad de Dios debe tenerse ciertamente en reverencia tanto mayor por cuanto él es más santo que el hombre. Nuestro Creador y nuestro Comandante, infinito en poder, terrible en el juicio, procura por todos los medios inducir a los hombres a ver sus pecados y a arrepentirse de ellos. Por boca de sus siervos, predice los peligros de la desobediencia; deja oír la nota de advertencia, y reprende fielmente el pecado. Sus hijos conservan la prosperidad tan sólo por su misericordia, y gracias al cuidado vigilante de instrumentos escogidos. Él no puede sostener y guardar a un pueblo que rechaza sus consejos y desprecia sus reprensiones. Demorará tal vez por un tiempo sus castigos; pero no puede detener su mano para siempre. La Historia de Profetas y Reyes, 314.* CV 238.4