Conflicto y Valor

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Jeremías, el portavoz de Dios, 19 de agosto

Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. Lamentaciones 3:26. CV 237.1

Entre los que habían esperado que se produjese un despertar espiritual permanente como resultado de la reforma realizada bajo la dirección de Josías, se contaba Jeremías, llamado por Dios al cargo profético mientras era todavía joven... CV 237.2

En el joven Jeremías, Dios veía alguien que sería fiel a su cometido, y que se destacaría en favor de lo recto contra gran oposición... El Señor ordenó a su mensajero escogido: “No digas soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré. No temas delante de ellos, porque contigo soy para librarte”... CV 237.3

Durante cuarenta años iba a destacarse Jeremías delante de la nación como testigo por la verdad y la justicia. En un tiempo de apostasía sin igual, iba a representar en su vida y carácter el culto del único Dios verdadero. Durante los terribles sitios que iba a sufrir Jerusalén, sería el portavoz de Jehová.—La Historia de Profetas y Reyes, 299, 300. CV 237.4

Siendo de naturaleza tímida y sosegada, Jeremías anhelaba la paz y la tranquilidad de una vida retraída, en la cual no necesitase presenciar la continua impenitencia de su amada nación. Su corazón quedaba desgarrado por la angustia que le ocasionaba la ruina producida por el pecado... CV 237.5

Lo experimentado por Jeremías durante su juventud y también durante los años ulteriores de su ministerio, le enseñó la lección de que el “hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es ordenar sus pasos”. Aprendió a orar así: “Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, porque no me aniquiles”. Jeremías 10:23, 24. CV 237.6

Cuando fue llamado a beber la copa de la tribulación y la tristeza, y cuando en sus sufrimientos se sentía tentado a decir: “Pereció mi fortaleza, y mi esperanza de Jehová”, recordaba las providencias de Dios en su favor, y exclamaba triunfantemente: “Es por la misericordia de Jehová que no somos consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias... Mi parte es Jehová, dijo mi alma; por tanto en él esperaré”. Lamentaciones 3:18, 22-24.—Ibid. 309, 310.* CV 237.7