Hijas de Dios

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Mujeres que seguían a Jesús

Elena G. de White no identifica a las personas que seguían a Jesús de lugar en lugar durante su ministerio. Sin embargo, las declaraciones siguientes nos dan una idea de algunas mujeres que lo seguían y apoyaban su ministerio con sus recursos materiales. HD 65.3

La madre [de Santiago y Juan] era discípula de Cristo y le había servido generosamente con sus recursos.—El Deseado de Todas las Gentes, 502 (1898). HD 65.4

El registro bíblico declara que “Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios. Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes”. Lucas 8:1-3. Tanto Cristo como sus discípulos ministraban en las villas y ciudades. Y aquellos que habían estado en la verdad por más tiempo que los nuevos conversos, colaboraban con sus bienes materiales.—The Review and Herald, 3 de febrero de 1891. HD 66.1

Entre los creyentes a quienes se les había dado la comisión, había muchos que provenían de los caminos más humildes de la vida; hombres y mujeres que habían aprendido a amar a su Señor, y que habían determinado seguir su ejemplo de renunciamiento. A estas personas de limitado talento y humilde origen, les fue dada la comisión “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, tanto como a los discípulos que habían estado con el Salvador durante su ministerio en la tierra. Estos humildes seguidores de Jesús compartieron con los apóstoles la reconfortante promesa del Señor: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1910. HD 66.2

Las mujeres que habían seguido humildemente a Jesús en vida, no quisieron separarse de él hasta verlo sepultado en la tumba y esta cerrada con una pesadísima losa de piedra, para que sus enemigos no fueran a robar el cuerpo. Pero no necesitaban temer, porque vi que las huestes angélicas vigilaban solícitamente el sepulcro de Jesús, esperando con vivo anhelo la orden de cumplir su parte en la obra de librar de su cárcel al Rey de gloria.—Primeros Escritos, 180 (1882). HD 66.3

María se dirigió presurosa a los discípulos para informarles de que Jesús no estaba en el sepulcro donde había sido colocado. Mientras tanto, las otras mujeres que habían quedado esperándola, hicieron una inspección más minuciosa del interior del sepulcro, para cerciorarse de que en verdad no estaba allí. Repentinamente, un hermoso joven vestido en ropas resplandecientes apareció ante su vista sentado junto al sepulcro. Era el ángel que había removido la piedra, y que ahora asumía una apariencia humana para no aterrorizar a aquellas mujeres que habían seguido a Jesús y lo habían apoyado en su ministerio público. Sin embargo, a pesar de que el ángel disminuyó su brillo, las mujeres quedaron sorprendidas y aterrorizadas por la gloria del Señor que lo rodeaba. Se disponían a huir del sepulcro, cuando el mensajero celestial se dirigió a ellas con estas suaves y consoladoras palabras: “No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos y va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho”. Mateo 28:5-7.—The Spirit of Prophecy 3:199 (1878). HD 66.4