Sara, esposa de Abraham, madre de naciones
A Abraham se le dio la promesa, muy apreciada por la gente de aquel entonces, de que tendría numerosa posteridad y grandeza nacional: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”. Génesis 12:2. Además, el heredero de la fe recibió la promesa que para él era la más preciosa de todas, a saber que de su linaje descendería el Redentor del mundo. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Vers. 3. Sin embargo, como condición primordial para su cumplimiento, su fe iba a ser probada; se le exigiría un sacrificio.
HD 23.3
El mensaje de Dios a Abraham era: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Vers. 1. A fin de que Dios pudiese capacitarlo para su gran obra como depositario de los sagrados oráculos, Abraham debía separarse de los compañeros de su niñez. La influencia de sus parientes y amigos impediría la educación que el Señor intentaba dar a su siervo. Ahora que Abraham estaba, en forma especial, unido con el cielo, debía morar entre extraños. Su carácter debía ser peculiar, diferente al de todo el mundo. Ni siquiera podía explicar su manera de obrar para que la entendiesen sus amigos. Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente, y sus motivos y acciones no eran comprendidos por sus parientes idólatras. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”. Hebreos 11:8 [...].
HD 23.4
Además de Sara, la esposa de Abraham, solo Lot, cuyo padre Harán había fallecido hacía mucho tiempo, escogió participar de la vida de peregrinaje del patriarca [...].
HD 24.1
Durante su estada en Egipto, Abraham dio evidencias de que no estaba libre de la imperfección y la debilidad humanas. Al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, reveló desconfianza en el amparo divino, una falta de esa fe y ese valor elevadísimos tan noble y frecuentemente manifestados en su vida. Sara era una mujer “hermosa en gran manera” (Génesis 12:14), y Abraham no dudó que los egipcios de piel oscura codiciarían a la hermosa extranjera, y que para conseguirla, no tendrían escrúpulos en matar a su esposo. Razonó que no mentía al presentar a Sara como su hermana; pues ella era hija de su padre, aunque no de su madre. Pero este ocultamiento de la verdadera relación que existía entre ellos era un engaño. Ningún desvío de la estricta integridad puede merecer la aprobación de Dios. A causa de la falta de fe de Abraham, Sara se vio en gran peligro. El rey de Egipto, habiendo oído hablar de su belleza, la hizo llevar a su palacio, pensando hacerla su esposa. Pero el Señor, en su gran misericordia, protegió a Sara, enviando plagas sobre la familia real. Por este medio supo el monarca la verdad del asunto, e indignado por el engaño de que había sido objeto, devolvió su esposa a Abraham reprendiéndole así: “¿Qué es esto que has hecho conmigo? [...]. ¿Por qué dijiste: es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete”. Vers. 18-19 [...].
HD 24.2
Abraham volvió a Canaán “riquísimo en ganado, en plata y en oro”. Génesis 13:1. Lot aún estaba con él, y de nuevo llegaron a Betel, y establecieron su campamento junto al altar que habían erigido anteriormente [...].
HD 24.3
En una visión nocturna, Abraham oyó otra vez la voz divina: “No temas Abram”, fueron las palabras del Príncipe de los príncipes, “yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. Génesis 15:1. Pero tenía el ánimo tan deprimido por los presentimientos que no pudo esta vez aceptar la promesa con absoluta confianza como lo había hecho antes. Rogó que se le diera una evidencia tangible de que la promesa sería cumplida. ¿Cómo iba a cumplirse la promesa del pacto, mientras se le negaba la dádiva de un hijo? “¿Qué me darás siendo así que ando sin hijo? [...]. Y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa”. Vers. 2-3. Se proponía adoptar a su fiel siervo Eliezer como hijo y heredero. Pero se le aseguró que un hijo propio había de ser su heredero. Entonces Dios lo llevó fuera de su tienda, y le dijo que mirara las innumerables estrellas que brillaban en el firmamento; y mientras lo hacía le fueron dirigidas las siguientes palabras: “Así será tu descendencia”. Vers. 5. Y “creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”. Romanos 4:3 [...].
HD 24.4
Abraham había aceptado sin hacer pregunta alguna la promesa de un hijo, pero no esperó a que Dios cumpliese su promesa en su oportunidad y a su manera. Fue permitida una tardanza para probar su fe en el poder de Dios, pero fracasó en la prueba. Pensando que era imposible que se le diera un hijo en su vejez, Sara sugirió como plan mediante el cual se cumpliría el propósito divino, que una de sus siervas fuese tomada por Abraham como esposa secundaria. La poligamia se había difundido tanto que había dejado de considerarse pecado; violaba, sin embargo, la ley de Dios y destruía la santidad y la paz de las relaciones familiares.
HD 25.1
El casamiento de Abraham con Agar fue un mal, no solo para su propia casa, sino también para las generaciones futuras [...].
HD 25.2
Cuando Abraham tenía casi cien años, se le repitió la promesa de un hijo, y se le aseguró que el futuro heredero sería hijo de Sara. Pero Abraham todavía no comprendió la promesa. En seguida pensó en Ismael, aferrado a la creencia de que por medio de él se habían de cumplir los propósitos misericordiosos de Dios. En su afecto por su hijo exclamó: “Ojalá Ismael viva delante de ti”. Nuevamente se le dio la promesa en palabras inequívocas: “Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él”. Génesis 17:18-19 [...].
HD 25.3
El nacimiento de Isaac, al traer, después de una espera de toda la vida, el cumplimiento de las más caras esperanzas de Abraham y Sara, llenó de felicidad su campamento [...].
HD 25.4
La instrucción impartida a Abraham tocante a la santidad de la relación matrimonial, había de ser una lección para todas las edades. Declara que los derechos y la felicidad de estas relaciones deben resguardarse cuidadosamente, aun a costa de un gran sacrificio. Sara era la única esposa verdadera de Abraham. Ninguna otra persona debía compartir sus derechos de esposa y madre. Reverenciaba a su esposo, y en este aspecto el Nuevo Testamento la presenta como un digno ejemplo. Pero ella no quería que el afecto de Abraham fuese dado a otra; y el Señor no la reprendió por haber exigido el destierro de su rival.
HD 25.5
Tanto Abraham como Sara desconfiaron del poder de Dios, y este error fue la causa del matrimonio con Agar. Dios había llamado a Abraham para que fuese padre de los fieles, y su vida había de servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras. Pero su fe no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también al casarse con Agar.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 117-143 (1890).
HD 26.1
La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abraham no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abraham deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 166 (1890).
HD 26.2
“Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara. Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla. Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: “Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí”. Y respondieron los hijos de Het a Abraham, y le dijeron: “Óyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará un sepulcro, ni te impedirá que entierres a tu muerta””. Génesis 23:1-6.
HD 26.3
1706
HD
Hijas de Dios
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