Hijos e Hijas de Dios

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La curación de un ciego, 29 de abril

Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Marcos 10:51. HHD 128.1

Solamente cuando el pecador siente su necesidad de un Salvador, su corazón acude al que puede ayudarlo. Cuando Jesús caminaba entre los hombres, eran los enfermos los que necesitaban de él. Los pobres, los afligidos y los angustiados lo seguían, para recibir la ayuda y el consuelo que no podían encontrar en otra parte. El ciego Bartimeo esperaba a la vera del camino. Había esperado mucho tiempo para encontrar a Jesús. HHD 128.2

Multitudes que poseen la vista pasan de un lado a otro sin el deseo de ver a Jesús. Una mirada de fe sería como un toque de amor en su corazón, y les daría la bendición de su gracia; pero no conocen la enfermedad y la pobreza de su alma, y no sienten necesidad de Cristo. No ocurre lo mismo con el pobre ciego. Su única esperanza está en Jesús. Mientras aguarda y vela, escucha el ruido de muchos pasos, y pregunta ansiosamente: “¿Qué significa este ruido?” El viandante le contesta que es Jesús de Nazaret. Con la ansiedad del deseo intenso, exclama: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí”. Tratan de hacerlo callar, pero clama con mayor vehemencia: “Hijo de David, ten misericordia de mí”. Se escucha este llamamiento. Su fe perseverante recibe recompensa. No sólo se restaura su vista física, sino que se abre el ojo de su entendimiento. En Cristo ve a su Redentor, y el Sol de justicia resplandece en su alma. Todos los que sienten su necesidad de Cristo, como el ciego Bartimeo, y quieren manifestar el fervor y la determinación suyas, recibirán como él la bendición que anhelan.—The Review and Herald, 15 de marzo de 1887. HHD 128.3