Hijos e Hijas de Dios

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Seamos amantes y amables, 14 de marzo

Permanezca el amor fraternal. Hebreos 13:1. HHD 82.1

Ningún miembro de la familia puede encerrarse en sí mismo... Si está lleno del amor de Cristo, manifestará cortesía, amabilidad, tierna consideración por los sentimientos de los demás, y le impartirá, por medio de sus actos de amor, una tonalidad, suave, agradable y feliz a sus relaciones. Será evidente que vive para Jesús, que está aprendiendo diariamente lecciones a sus pies, y recibiendo su luz y su paz.—The Youth’s Instructor, 22 de junio de 1893. HHD 82.2

El cultivo más esmerado del decoro externo no basta para acabar con el enojo, el juicio implacable y la palabra inconveniente. El verdadero refinamiento no traslucirá mientras se siga considerando al yo como objeto supremo. El amor debe residir en el corazón. Un cristiano cabal funda sus motivos de acción en el amor profundo que tiene por el Maestro. De las raíces de su amor a Cristo brota un interés abnegado por sus hermanos. HHD 82.3

Entre todo lo buscado, apreciado y cultivado, nada hay que sea tan valioso a la vista de Dios como un corazón puro y una disposición impregnada de agradecimiento y paz. HHD 82.4

Si en el corazón existe la divina armonía de la verdad y del amor, ella resplandecerá en las palabras y los actos... Debe morar en el corazón el espíritu de la benevolencia genuina. El amor imparte a quien lo posee gracia, recato y modestia en la conducta. El amor ilumina el rostro y suaviza la voz, refina y eleva a todo el ser. Lo pone en armonía con Dios, porque es un atributo celestial.—El hogar adventista, 385, 386 (1894). HHD 82.5