Hijos e Hijas de Dios

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No adoraremos imágenes, 20 de febrero

No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Éxodo 20:4, 5. HHD 59.1

Nuestro Creador demanda nuestra devoción suprema, nuestra primera lealtad. Todo lo que tienda a abatir nuestro amor a Dios, o a interferir con el servicio que le debemos, se convierte por eso mismo en un ídolo. Para algunos, sus tierras, sus casas, sus mercaderías, son los ídolos que adoran. Emprenden actividades comerciales con celo y energías, mientras al servicio a Dios se le da una consideración secundaria. Se descuida el culto familiar y se olvida la oración secreta. Algunos pretenden obrar justamente con sus semejantes, y creen que al hacerlo así cumplen todo su deber. Pero no basta cumplir los seis últimos mandamientos del Decálogo. Debemos amar al Señor nuestro Dios con todo el corazón. Nada menos que la obediencia de todo precepto, nada menos que un amor supremo, como asimismo el amor a nuestros semejantes como a nosotros mismos, puede satisfacer los requerimientos de la ley divina. HHD 59.2

Hay muchos cuyo corazón se ha endurecido tanto por la prosperidad, que se olvidan de Dios y olvidan las necesidades de sus semejantes. Hay profesos cristianos que se adornan con joyas, cintas y atavíos costosos, mientras los pobres del Señor sufren por carecer de lo necesario para la vida. Hay hombres y mujeres que pretenden haber sido redimidos por la sangre del Señor, que escatiman los medios confiados a ellos para la salvación de otras almas, y que a regañadientes dan ofrendas para propósitos religiosos, y sólo dan en forma generosa cuando esto les reporta honor. Los tales son idólatras.—The Signs of the Times, 26 de enero de 1892. HHD 59.3