Hijos e Hijas de Dios

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Somos los pámpanos, 8 de octubre

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5. HHD 290.1

No poseemos nada ni somos nada, a menos que recibamos virtud de Jesucristo.—The Youth’s Instructor, 21 de junio de 1894. HHD 290.2

Hasta que el corazón no se entrega incondicionalmente a Dios, el instrumento humano no mora en la verdadera Vid, y no puede prosperar en ella ni producir ricos racimos. Dios no transigirá en lo más mínimo con el pecado. Si pudiera haberlo hecho, Cristo no habría necesitado venir a sufrir y morir a nuestro mundo. No es genuina ninguna conversión que no cambie el carácter y la conducta de aquellos que aceptan la verdad. Esta obra por el amor, y purifica el alma.—Carta 31, 1884. HHD 290.3

Nuestra profesión de fe no tiene valor, a menos que moremos en Cristo, porque no podemos ser sarmientos vivos a no ser que las propiedades divinas de la Vid abunden en nosotros. Las características de su Maestro aparecerán en el cristiano verdadero, y cuando reflejamos las mercedes de Cristo en nuestras vidas y caracteres, el Padre nos ama como ama a su Hijo. Cuando estas condiciones se cumplen en los que profesan creer la verdad presente, veremos una iglesia próspera, porque sus miembros no vivirán en sí mismos, sino en él, quien murió por ellos, y serán sarmientos prósperos de la Vid viviente.—The Signs of the Times, 18 de abril de 1892. HHD 290.4

La raíz del árbol cumple un doble propósito. Fija la planta a la tierra y al mismo tiempo extrae el alimento necesario. Así sucede con el cristiano. Cuando su unión, la cepa, con Cristo es completa, cuando se alimenta en él, recibe corrientes de fortaleza espiritual. ¿Podrán marchitarse las hojas de una planta tal? ¡Jamás!—The Youth’s Instructor, 24 de marzo de 1898. HHD 290.5