Hijos e Hijas de Dios

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Cristo es la vid verdadera, 7 de octubre

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Juan 15:1. HHD 289.1

Los que quieran seguir a Cristo, deben creer en él; deben abrir el corazón para recibirlo como huésped permanente. Deben morar en Cristo como el pámpano mora en la vid viviente. Existe una unión vital que se ha formado entre la cepa y el sarmiento, y el mismo fruto que aparece en éste es el que se ve en el resto de la planta. Así el Señor obrará mediante los instrumentos humanos que se unen a Cristo. Los que tienen confianza permanente en Cristo, tendrán, corno Enoc, un sentido de la constante presencia de Dios. ¿Por qué sucede que hay tantos que experimentan incertidumbre y se sienten huérfanos? Se debe a que no cultivan la fe en la certidumbre preciosa de que Cristo es el portador de sus pecados. Jesús tomó sobre sí la naturaleza humana en favor de los que habían transgredido la ley, y llegó a ser semejante a nosotros para que pudiéramos tener seguridad y paz eternas. Tenemos un abogado en los cielos, y quienquiera que lo acepte como su Salvador personal, no queda huérfano para soportar la maldición de sus propios pecados. HHD 289.2

Debemos cultivar diariamente la confianza en Aquel que se ha encargado de nuestro caso, que es nuestro sumo sacerdote fiel y misericordioso, y también diariamente debemos contemplarlo, “porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado [no en unas pocas cosas, sino en todo, como nosotros], es poderoso para socorrer a los que son tentados”. “Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas”. Aún ahora, en el cielo, se aflige con nuestras aflicciones; y como un Salvador viviente, como un Abogado interesado, está intercediendo por nosotros.—The Youth’s Instructor, 18 de octubre de 1894.* HHD 289.3