Hijos e Hijas de Dios

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El ladrón acepta a Cristo, 31 de agosto

Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Lucas 23:42. HHD 252.1

Hasta el final de su obra, Cristo actuó como perdonador del pecado. A medianoche, cuando la estrella de Belén está por hundirse en el olvido, he aquí que resplandece en medio de las tinieblas morales con esplendor definido la fe de un pecador moribundo que se aferra a un Salvador moribundo.—Manuscrito 52, 1897. HHD 252.2

Había oído a Pilato declarar: “Ningún crimen hallo en él”. Había notado su porte divino y el espíritu compasivo de perdón que manifestaba hacia quienes le atormentaban... Entre los que pasaban, oía a muchos que defendían a Jesús. Les oía repetir sus palabras y hablar de sus obras. Penetró de nuevo en su corazón la convicción de que era el Cristo... No expresaba dudas ni reproches. Al ser condenado por su crimen, el ladrón se había llenado de desesperación; pero ahora brotaban en su mente pensamientos extraños, impregnados de ternura. Recordaba todo lo que había oído decir acerca de Jesús... Había oído las palabras de los que creían en Jesús y le seguían llorando... El Espíritu Santo iluminó su mente y poco a poco se fue eslabonando la cadena de la evidencia. En Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz, mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo... Prestamente llegó la respuesta. El tono era suave y melodioso, y las palabras, llenas de amor, compasión y poder: De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso... El ladrón arrepentido sintió la perfecta paz de la aceptación por Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 697-699. HHD 252.3