Hijos e Hijas de Dios

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Encarnación de la verdad, 20 de enero

Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Juan 18:37. HHD 28.1

La consciente superioridad de Cristo, aun cuando descendía paso a paso por la senda de la humillación, le prestaba a sus palabras una fuerza asombrosa. Qué lecciones instructivas daba y con qué autoridad reprendía los pecados de los hombres que ocupaban puestos elevados. La verdad era verdad para él, y nunca sufrió en sus manos, porque él era el autor de la verdad. “Para esto—dijo—, he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad...” Era la encarnación de la verdad y la santidad. El que había estado en los concilios de Dios, el que había morado en lo más íntimo del santuario del Eterno, hablaba de lo que conocía. Presentaba verdades de la clase más elevada. Revelaba a los hombres la mente del Infinito. Pero los hombres que pretendían encontrarse en un sitial elevado en lo que al conocimiento y la comprensión de las cosas espirituales se refiere, no pudieron entender su significado; y lo que había sido desarrollado desde la eternidad por el Padre y el Hijo, ellos, en su ignorancia, lo criticaron y lo condenaron. HHD 28.2

Cristo crucificado está atrayendo continuamente almas a sí. Por otra parte, Satanás está apartando a la gente de Cristo, para que no camine a la luz de su rostro, para que no vea a Cristo en su bondad y misericordia, en su infinita compasión e insuperable amor. Se introduce presentando los atractivos y los encantos del mundo, para que no se discierna a Dios en Cristo. Pero Cristo vino para que todos los que creyeran en él pudieran ser salvos.—The Youth’s Instructor, 22 de septiembre de 1898. HHD 28.3