Hijos e Hijas de Dios

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Rechazamos la sabiduría mundanal, 14 de agosto

No se alabe el sabio en su sabiduría. Jeremías 9:23. HHD 235.1

Los hombres no deben regocijarse en su sabiduría, su fortaleza o sus riquezas, sino en el hecho de que tienen un conocimiento de Cristo. Este conocimiento es lo más excelente, lo más precioso que podemos poseer. Es la garantía de vida eterna. Porque “ésta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado”. El dinero no puede comprarla, ni el intelecto discernirla, ni el poder mandarla; mas Dios concede generosamente su gracia a todos los que quieran aceptarla. Pero los hombres deben sentir su necesidad y, renunciando a toda dependencia propia, aceptar la salvación como un don. Los que entren al cielo no escalarán sus muros mediante su propia justicia, ni se abrirán sus portales para ellos como consecuencia de costosas ofrendas de oro o plata, sino que obtendrán entrada en las mansiones de la casa del Padre por medio de los méritos de la cruz de Cristo... HHD 235.2

El que se considera justo no siente necesidad de Cristo. Y cuando los que profesan su nombre exaltan su propia sabiduría y bondad, dan evidencia de que no lo conocen. En cuanto Cristo se revela al alma, el pecador comprende que su única esperanza estriba en el Cordero como propiciación por los pecados. Cuando Cristo comienza a manifestarle su amor, vigila los preceptos y ve qué hay. Muchos pretenden tener esta experiencia y en realidad son ajenos al amor de Cristo. Pero si se induce a alguien a considerarse humildemente, a poner el honor de Cristo sobre el propio, y esa persona da evidencia de que el galardón celestial es de más valor para él que sus posesiones mundanales, podemos saber que los rayos de la vida de Cristo están iluminando su alma.—The Review and Herald, 15 de marzo de 1887. HHD 235.3