Hijos e Hijas de Dios

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No nos gloriemos en los hombres, 13 de agosto

El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Así que, ninguno se gloríe en los hombres. 1 Corintios 3:20, 21. HHD 234.1

Estamos viviendo en una época licenciosa, y los hombres y la juventud pecan con toda desvergüenza. A menos que nuestra juventud sea sagradamente guardada, a menos que esté fortificada en firmes principios, a menos que se manifieste gran cuidado en la elección de sus amistades y de las publicaciones que alimentan su mente, quedarán expuestos frente a una sociedad cuya moral es tan corrompida como lo era la de los habitantes de Sodoma... Nuestra juventud tendrá que hacer frente a tentaciones por todas partes, y debe estar tan educada, que dependa de un poder superior, de una enseñanza superiora la que pueden dar los mortales. En todas partes hay personas que desprecian a nuestro Señor; los tales se refieren habitualmente al cristianismo en forma despreciativa... Los que no tienen poder moral, no pueden defender la verdad; no tienen valor para decir: “A menos que tal conversación cese, no puedo permanecer en vuestra presencia. Jesús, el Redentor del mundo, es mi Salvador; en él se concentra mi esperanza de vida eterna”. Pero ésta es exactamente la forma en que se los puede reducir al silencio. Si discutís con ellos, tendrán argumentos para haceros frente, y nada de lo que podáis decir los impresionará; pero si vivís para Cristo, si sois firmes a vuestra lealtad al Dios del cielo, podéis hacer por ellos lo que los argumentos no podrán hacer, y los convenceréis de la falacia de sus doctrinas por el poder de la piedad.—The Signs of the Times, 21 de abril de 1890. HHD 234.2