Hijos e Hijas de Dios

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Justificados por su sangre, 8 de agosto

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:8, 9. HHD 229.1

Cristo ha hecho reconciliación por el pecado, y ha llevado toda su ignominia, vergüenza y castigo; y no obstante llevar todo el pecado, ha traído justicia eterna, de manera que el creyente comparece sin mácula delante de Dios... HHD 229.2

Sin embargo, hay muchos que pretenden ser hijos de Dios, cuya esperanza reposa en otros factores y no en la sangre de Cristo solamente. Cuando se los insta a depositar su fe únicamente en Cristo como un Salvador cabal, muchos demuestran que confían en que pueden hacer algo de sí mismos para salvarse. Dicen: “Tengo mucho que hacer antes de estar listo para ir a Cristo”. Otros dicen: “Cuando haga todo lo que esté de mi parte, hasta el extremo, entonces el Señor Jesús vendrá en mi ayuda”. Se imaginan que tienen mucho que hacer por sí mismos para salvar su alma, y que Jesús vendrá y completará lo que falta, dándole el toque final a su salvación. Estas pobres almas no serán fuertes en Dios hasta que acepten plenamente a Cristo como su Salvador. No pueden añadirle nada a la salvación que él otorga. HHD 229.3

Se requería de los israelitas que rociaran los marcos de las puertas con la sangre del cordero inmolado, a fin de que cuando el ángel de la muerte pasara por la tierra, pudieran escapar de la destrucción. Pero si en lugar de llevar a cabo este acto de fe y obediencia, hubieran atrancado la puerta, y hubieran tomado toda clase de precauciones para impedir que entrara el ángel destructor, todos sus trabajos hubieran sido en vano, y hubieran dado testimonio de su incredulidad. Bastaba que se viera la sangre en los marcos de las puertas.—The Youth’s Instructor, 6 de diciembre de 1894. HHD 229.4