Hijos e Hijas de Dios

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La sangre expiatoria de Cristo, 7 de agosto

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. Romanos 5:11. HHD 228.1

Gracias a Dios que quien derramó su sangre por nosotros vive para rogar en nuestro favor, para hacer intercesión por cada alma que lo recibe: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad”. La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado... Siempre debiéramos recordar la eficacia de la sangre de Jesús. La sangre purificadora y sustentadora de la vida, aceptada mediante fe viviente, es nuestra esperanza. Nuestro aprecio por su inestimable valor debiera crecer, porque habla en favor nuestro sólo cuando clamamos por fe su virtud, si tenemos la conciencia limpia y estamos en paz con Dios. Se la representa como la sangre perdonadora, inseparablemente relacionada con la resurrección y la vida de nuestro Redentor, ilustrada por la corriente ininterrumpida que procede del trono de Dios, el agua del río de la vida.—Carta 87, 1894. HHD 228.2

Debemos tener libre acceso a la sangre expiatoria de Cristo. Debemos considerarlo el privilegio más precioso, la más grande bendición concedida jamás al hombre mortal... Cuán profunda, cuán ancha y cuán continua es esta corriente. Para cada alma sedienta de santidad hay reposo, descanso y la vivificadora influencia del Espíritu Santo, y después el santo, pacífico y feliz caminar en preciosa comunión con Cristo. Entonces, sólo entonces podremos decir con plena comprensión juntamente con Juan: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.—The S.D.A. Bible Commentary 1:111. HHD 228.3