Hijos e Hijas de Dios

217/374

Todos los que miren, vivirán, 3 de agosto

Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía. Números 21:9. HHD 224.1

El Señor Jesús había protegido a los hijos de Israel de las serpientes venenosas del desierto, pero ellos no conocían este aspecto de su historia. Los ángeles del cielo los habían acompañado, y en la columna de nube de día y de fuego de noche Cristo había sido su protección durante todo el viaje. Pero se habían convertido en egoístas y descontentos, y a fin de que no pudieran olvidar el gran cuidado que había ejercido sobre ellos, el Señor les dio una amarga lección. Permitió que los mordieran serpientes venenosas, pero en su gran misericordia no dejó que perecieran. Se ordenó a Moisés que levantara la serpiente de bronce en el asta de la bandera, y que proclamara que los que miraran, vivirían. Y todos los que lo hicieron, vivieron. Recuperaron la salud inmediatamente... Qué extraño símbolo de Cristo era la semejanza de la serpiente que los había mordido. Este símbolo debía ser levantado en el asta, y ellos debían mirarlo para sanar. De la misma manera Jesús fue hecho semejante a carne de pecado. Vino como el que lleva el pecado... HHD 224.2

El mismo mensaje sanador y vivificador resuena hoy. Señala al Salvador levantado en el árbol de la vergüenza. Se intima a los que han sido mordidos por la serpiente antigua, el diablo, a que miren y vivan... Considerad a Jesús, vuestra única justicia y vuestro sacrificio. Al ser justificados por la fe, la picadura mortal de la serpiente sanará.—Carta 55, 1891. HHD 224.3