Historia de los Patriarcas y Profetas
Capítulo 29—La enemistad de Satanás hacia la ley
El primer intento por derribar la ley de Dios, hecho entre los inmaculados habitantes del cielo pareció por algún tiempo coronado de éxito. Un inmenso número de ángeles fue seducido; pero el aparente triunfo de Satanás se convirtió en derrota y pérdida, y determinó su separación de Dios y su destierro del cielo. PP 301.1
Cuando se renovó el conflicto en la tierra, Satanás logró una aparente ventaja. Por la transgresión, el ser humano llegó a ser su cautivo, y el reino del hombre cayó en manos del jefe de los rebeldes. Parecía que Satanás tendría libertad para establecer un reino independiente y para desafiar la autoridad de Dios y de su Hijo. Pero el plan de la redención haría posible que el hombre volviera a la armonía con Dios y a acatar su ley; y que tanto la tierra como la humanidad pudieran ser finalmente redimidos del poder del diablo. PP 301.2
Otra vez quedaba derrotado Satanás, y otra vez recurrió al engaño, esperando transformar su derrota en victoria. Para incitar la rebelión de la raza caída, presentó a Dios como injusto por haber permitido que el hombre violara su ley. Dijo el artero tentador: “Si Dios sabía cuál iba a ser el resultado, ¿por qué permitió que el hombre haya sido probado, que pecara, e introdujera la desgracia y la muerte?” Y los hijos de Adán, olvidando la paciente misericordia, gracias a la cual se le ha otorgado al hombre otra oportunidad, sin pensar en el tremendo y asombroso sacrificio que su rebelión costaba al Rey del cielo, prestaron oídos al tentador y murmuraron contra el único Ser que podría salvarlos del poder de Satanás. PP 301.3
Miles de personas repiten hoy la misma rebelde queja contra Dios. No comprenden que al quitarle al hombre la libertad de elegir, le roban su prerrogativa como ser racional y lo convierten en un mero autómata. No es el propósito de Dios forzar la voluntad de nadie. El hombre fue creado moralmente libre. Como los habitantes de todos los otros mundos, debe ser sometido a la prueba de la obediencia; pero nunca se lo coloca en una situación en la cual se halle obligado a ceder al mal. No puede sobrevenirle tentación o prueba alguna que no sea capaz de resistir. Dios tomó medidas tales, que nunca tuvo el hombre que ser necesariamente derrotado en su conflicto con Satanás. PP 302.1
A medida que se multiplicaron los hombres sobre la tierra, casi todo el mundo se alistó en las filas de la rebelión. De nuevo Satanás pareció haber alcanzado la victoria. Pero la omnipotencia divina impidió otra vez el desarrollo de la iniquidad y, mediante el diluvio, la tierra fue limpiada de su contaminación moral. PP 302.2
Dice el profeta: “Porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia. Se mostrará piedad al malvado, pero no aprenderá justicia, [...] y no mirará a la majestad de Jehová”. Isaías 26:9, 10. Así ocurrió después del diluvio. Ya libres de los castigos del Señor, los habitantes de la tierra se rebelaron de nuevo contra él. Dos veces el pacto de Dios y sus estatutos fueron desechados por el mundo. Tanto los antediluvianos como los descendientes de Noé rechazaron la autoridad divina. Entonces Dios hizo un pacto con Abraham, y apartó para sí mismo un pueblo que debía llegar a ser depositario de su ley. PP 302.3
Satanás empezó en seguida a tender sus lazos para seducir y destruir a este pueblo. Los hijos de Jacob fueron inducidos a contraer matrimonio con gentiles y a adorar sus ídolos. Pero José fue fiel a Dios, y su fidelidad fue un testimonio constante de la verdadera fe. Para apagar esta luz, Satanás trabajó mediante la envidia de los hermanos de José, quienes lo vendieron como esclavo a un pueblo pagano. Sin embargo, Dios dirigió los acontecimientos para que su luz fuera comunicada al pueblo egipcio. Tanto en la casa de Potifar como en la cárcel, José recibió una educación y un adiestramiento que, con el temor de Dios, lo prepararon para su alta posición como primer ministro de la nación. Desde el palacio del faraón, se sintió su influencia por todo el país, y por todas partes se divulgó el conocimiento de Dios. En Egipto los israelitas alcanzaron prosperidad y riqueza y, hasta donde fueron fieles a Dios, ejercieron una amplia influencia. Los sacerdotes idólatras se alarmaron al ver que la nueva religión ganaba favor. Satanás les inspiró su propia enemistad contra el Dios del cielo y se propusieron apagar aquella luz. Los sacerdotes eran los encargados de la educación del heredero del trono, y fue el espíritu de terca oposición a Dios y el celo por la idolatría lo que modeló el carácter del futuro monarca, y lo llevó a oprimir cruelmente a los hebreos. PP 302.4
Durante los cuarenta años que siguieron a la huida de Moisés de la tierra de Egipto, la idolatría pareció haber vencido en la lucha. Año tras año las esperanzas de los israelitas iban desfalleciendo. Tanto el rey como el pueblo se regocijaban de su poder y se burlaban del Dios de Israel. Este espíritu creció hasta llegar a su mayor exaltación en el faraón a quien enfrentó Moisés. Cuando el caudillo hebreo se presentó ante el rey con un mensaje de “Jehová, el Dios de Israel”, no fue su ignorancia acerca del Dios verdadero la que le sugirió la respuesta, sino que desafió el poder de Dios al responder: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz? Yo no conozco a Jehová”. Desde el principio hasta el fin, la oposición del faraón al mandato divino no fue resultado de la ignorancia, sino del odio y de un espíritu de desafío. PP 303.1
Aunque las egipcios habían rechazado durante tanto tiempo el conocimiento de Dios, el Señor todavía les ofreció la oportunidad de arrepentirse. En los días de José, Egipto había servido de asilo para Israel; Dios había sido honrado en la bondad mostrada a su pueblo; por lo tanto, el Paciente, tardo para la ira y lleno de compasión, dio a cada castigo tiempo para realizar su obra; los egipcios, maldecidos por las mismas cosas que adoraban, tuvieron evidencia del poder de Jehová, y todos los que quisieron, pudieron someterse a Dios y escapar a sus azotes. El fanatismo y la terquedad del rey dieron por resultado la divulgación del conocimiento de Dios y muchos egipcios, atraídos a él, se dedicaron a servirle. PP 303.2
Fue porque los israelitas estaban tan dispuestos a unirse con los paganos y a imitar su idolatría por lo que Dios les había permitido ir a Egipto, donde la influencia de José era grande y donde las circunstancias eran favorables para permanecer en calidad de pueblo diferente. Allí, además, la burda idolatría de los egipcios, y su crueldad y opresión durante la última parte de la estada de los hebreos entre ellos, debieron inspirar en los israelitas odio hacia la idolatría, y llevarlos a buscar refugio en el Dios de sus padres. Pero esas mismas circunstancias fueron convertidas por Satanás en instrumento para lograr sus fines, pues ofuscó la mente de los israelitas y los indujo a imitar las costumbres paganas. A causa de la supersticiosa veneración que los egipcios rendían a los animales, no se les permitió a los hebreos ofrecer sacrificios. Así sus pensamientos no fueron dirigidos al gran Sacrificio por medio de este culto, y su fe se debilitó. PP 304.1
Cuando llegó la hora de la liberación de Israel, Satanás se propuso resistir los propósitos de Dios. Se empeñó en que aquel gran pueblo, que contaba más de dos millones de personas, se mantuviera en la ignorancia y la superstición. Al pueblo a quien Dios había prometido bendecir y multiplicar, para hacerlo un poder sobre la tierra, y por cuyo medio iba a revelar el conocimiento de su voluntad, al pueblo que iba a ser el depositario de su ley, procuró Satanás mantenerlo en la oscuridad y la servidumbre, con el fin de borrar de su memoria el recuerdo de Dios. PP 304.2
Cuando se hicieron los milagros delante del rey, Satanás estuvo presente para contrarrestar la influencia que podrían ejercer, e impedir que el rey reconociera la soberanía de Dios y que obedeciera su mandato. Satanás trabajó hasta el límite de su poder para falsificar la obra de Dios y resistir la voluntad divina. Lo único que obtuvo fue preparar el camino para mayores manifestaciones del poder y de la gloria del Señor, y hacer aún más evidente la existencia y soberanía del Dios verdadero y viviente, tanto ante los israelitas como ante todo el pueblo egipcio. PP 304.3
Dios libró a Israel mediante extraordinarias manifestaciones de su poder, y con juicios sobre todos los dioses de Egipto. “Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Les dio las tierras de las naciones y las labores de los pueblos heredaron, para que guardaran sus estatutos y cumplieran sus leyes”. Salmos 105:43-45. Los rescató de la esclavitud en que se hallaban, para poder llevarlos a una buena tierra, que en su misericordia había preparado para ellos como un refugio contra sus enemigos, a una tierra donde pudieran vivir bajo la sombra de sus alas. Quería atraerlos a sí mismo, para rodearlos con sus brazos eternos; y les requirió que en retribución a toda su bondad y misericordia hacia ellos no tener dioses ajenos ante él, el Dios viviente, y que ensalzaran su nombre y lo glorificaran en la tierra. PP 304.4
Durante su esclavitud en Egipto, muchos de los israelitas habían perdido en alto grado el conocimiento de la ley de Dios, y habían mezclado los preceptos divinos con costumbres y tradiciones paganas. Dios los llevó al Sinaí, y allí con su propia voz proclamó su ley. PP 305.1
Satanás y los ángeles malos asistieron a la escena. Aun mientras Dios proclamaba su ley a su pueblo, Satanás estaba tramando proyectos para inducirlo a pecar. Ante el mismo rostro del cielo quería arrebatar a este pueblo a quien Dios había elegido. Llevándolos a la idolatría, iba a destruir la eficacia de todo culto; pues ¿cómo puede elevarse el hombre, adorando lo que es inferior a él mismo y que puede simbolizarse con creaciones de sus propias manos? Si el hombre pudiera llegar a ser tan ciego con respecto al poder, la majestad y la gloria del Dios infinito como para representarlo por medio de una imagen o hasta por medio de una bestia o un reptil; si pudiera olvidar, hasta tal punto su propio parentesco divino; si olvidara que fue hecho a la imagen de su Creador, hasta el punto de inclinarse ante objetos repugnantes e irracionales; entonces quedaría el camino libre para la plena licencia, se desencadenarían las malas pasiones de su corazón, y Satanás ejercería dominio absoluto. PP 305.2
Al pie mismo del Sinaí, empezó Satanás a ejecutar sus planes para derribar la ley de Dios y continuó así la obra que había iniciado en el cielo. Durante los cuarenta días que Moisés pasó en el monte con Dios, Satanás se ocupó en sembrar la duda, la apostasía y la rebelión. Mientras Dios escribía su ley, para entregarla al pueblo de su pacto, los israelitas, negando su lealtad a Jehová, pedían dioses de oro. Cuando Moisés regresó de la solemne presencia de la gloria divina, con los preceptos de la ley a la cual el pueblo se había comprometido a obedecer, encontró al pueblo en actitud de abierto desafío a los mandamientos de esa ley y adorando una imagen de oro. PP 305.3
Al provocar a Israel a cometer este atrevido insulto y esta blasfemia contra Jehová, Satanás se propuso causar la ruina completa del pueblo. Puesto que se habían manifestado tan envilecidos, tan privados de todo entendimiento acerca de los privilegios y bendiciones que Dios les había ofrecido, y tan olvidados de sus repetidas promesas solemnes de lealtad, Satanás creyó que el Señor los repudiaría y los entregaría a la destrucción. Así obtendría el exterminio de la descendencia de Abraham, esa simiente prometida cuya responsabilidad era preservar el conocimiento del Dios viviente, y por medio de ella traer a Aquel que había de ser la verdadera simiente, y que vencería a Satanás. PP 305.4
El gran rebelde había tramado destruir a Israel, y así frustrar los propósitos de Dios. Pero otra vez fue derrotado. A pesar de ser tan pecadores, los israelitas no fueron destruidos. Mientras que los que se habían puesto tercamente del lado de Satanás fueron eliminados, los humildes y los que se arrepintieron fueron perdonados bondadosamente. La historia de este pecado iba a destacarse como un testimonio perpetuo de la culpa y el castigo de la idolatría, y de la justicia y longanimidad de Dios. PP 306.1
Todo el universo presenció las escenas del Sinaí. En la actuación de las dos administraciones se vio el contraste entre el gobierno de Dios y el de Satanás. Otra vez los inmaculados habitantes de los otros mundos volvieron a ver los resultados de la apostasía de Satanás, y la clase de gobierno que él habría establecido en el cielo, si se le hubiera dejado dominar. PP 306.2
Al hacer que los hombres violaran el segundo mandamiento, Satanás se propuso degradar el concepto que tenían del Ser divino. Anulando el cuarto mandamiento, les haría olvidar completamente a Dios. El hecho de que Dios demande reverencia y adoración por sobre los dioses paganos se funda en que él es el Creador, y que todas las demás criaturas le deben a él su existencia. Así lo presenta la Biblia. Dice el profeta Jeremías: “Jehová es el Dios verdadero: él es el Dios vivo y el Rey eterno [...]. Los dioses, que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. Él hizo con su poder la tierra, con su saber puso en orden el mundo y con su sabiduría extendió los cielos [...]. Todo hombre se embrutece, le falta conocimiento; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición y no hay espíritu en ella. Vanidad son, obra vana; en el tiempo de su castigo perecerán. No es así la porción de Jacob, porque él es el Hacedor de todo”. Jeremías 10:10-16. PP 306.3
El sábado, como recordatorio del poder creador de Dios, lo señala a él como Creador de los cielos y de la tierra. Por lo tanto, es un testimonio perpetuo de su existencia, y un recuerdo de su grandeza, su sabiduría y su amor. Si el sábado se hubiera santificado siempre, jamás habría podido existir ateos ni idólatras. PP 306.4
La institución del sábado, cuyo origen se remonta al Edén, es tan antigua con el mundo mismo. Ese día fue observado por todos los patriarcas, desde la creación en adelante. Durante su esclavitud en Egipto, los israelitas fueron obligados por sus amos a violar el sábado, y perdieron en gran parte el conocimiento de su santidad. Cuando se proclamó la ley en el Sinaí, las primeras palabras del cuarto mandamiento fueron: “Acuérdate del sábado para santificarlo”, lo cual demuestra que el sábado no se instituyó entonces; se indica su origen haciéndolo remontar a la creación. Para borrar a Dios de la mente de los hombres, Satanás se propuso derribar este gran monumento recordativo. Si pudiera inducir a los hombres a olvidar a su Creador, ya no harían esfuerzos para resistir al poder del mal, y Satanás estaría seguro de su presa. PP 306.5
La enemistad de Satanás contra la ley de Dios lo ha incitado a guerrear contra cada precepto del Decálogo. Con el gran principio del amor y la lealtad hacia Dios, el Padre de todos, se relaciona estrechamente el principio del amor y la obediencia a los padres. El despreciar la autoridad de los padres lleva pronto a despreciar la autoridad de Dios. Así se explican los esfuerzos de Satanás por menoscabar la autoridad del quinto mandamiento. Entre los paganos se prestaba poca atención al principio ordenado en este precepto. En muchas naciones se solía abandonar a los padres o darles muerte cuando la vejez los incapacitaba para cuidarse a sí mismos. En la familia, se trataba a la madre con poco respeto, y después de la muerte de su esposo, se le exigía que se sometiera a la autoridad del hijo mayor. Moisés insistió en la obediencia filial; pero cuando los israelitas se apartaron de Dios, menospreciaron el quinto mandamiento junto con los otros. PP 307.1
Satanás “homicida ha sido desde el principio” (Juan 8:44); y en cuanto tuvo poder sobre los seres humanos, no solo los incitó a odiarse y matarse mutuamente, sino también a desafiar atrevidamente la autoridad de Dios, hasta el punto de violar el sexto mandamiento como parte de su religión. PP 307.2
Merced a los conceptos pervertidos de lo que son los atributos divinos, los paganos fueron inducidos a creer que los sacrificios humanos eran necesarios para obtener el favor de sus dioses; y las crueldades más horribles se han perpetrado bajo diferentes formas de idolatría. Entre estas se contaba la costumbre de hacer pasar a los hijos por el fuego ante ídolos. Cuando uno de ellos salía ileso de esta prueba del fuego, la gente creía que su ofrenda había sido aceptada; al niño así librado se lo consideraba extraordinariamente favorecido por los dioses. Era colmado de beneficios, y después muy estimado; y por graves que fueran sus crímenes, nunca se lo castigaba. Pero si alguno se quemaba al pasar por el fuego, su suerte estaba decidida; se creía que la ira de los dioses únicamente podía satisfacerse quitando la vida a la víctima, y por consiguiente era ofrecida como sacrificio. En épocas de gran apostasía, estas abominaciones prevalecieron hasta cierto grado, aun entre los israelitas. PP 307.3
También la violación del séptimo mandamiento se practicó antiguamente en nombre de la religión. Los ritos más licenciosos y abominables llegaron a formar parte del culto pagano. Hasta los dioses mismos se representaban como impuros, y sus adoradores daban rienda suelta a las pasiones bajas. Prevalecían vicios contra la naturaleza, y las fiestas religiosas se caracterizaban por una impureza general y pública. PP 308.1
La poligamia se practicó desde tiempos muy antiguos. Fue uno de los pecados que trajo la ira de Dios sobre el mundo antediluviano y sin embargo, después del diluvio esa práctica volvió a extenderse. Satanás hizo un premeditado esfuerzo para corromper la institución del matrimonio, debilitar sus obligaciones, y disminuir su santidad; pues no hay forma más segura de borrar la imagen de Dios en el hombre, y abrir la puerta a la desgracia y al vicio. PP 308.2
Desde el principio de la gran controversia, Satanás se propuso desfigurar el carácter de Dios, y despertar rebelión contra su ley; y esta obra parece coronada de éxito. Las multitudes prestan atención a los engaños de Satanás y se vuelven contra Dios. Pero en medio de la obra del mal, los propósitos de Dios progresan con firmeza hacia su realización. Él manifiesta su justicia y benevolencia hacia todos los seres inteligentes creados por él. Por las tentaciones de Satanás, todos los miembros de la raza humana se han convertido en transgresores de la ley divina; pero en virtud del sacrificio de su Hijo se abre un camino por el cual pueden regresar a Dios. Por medio de la gracia de Cristo pueden llegar a ser capaces de obedecer la ley del Padre. Así en todos los tiempos, de entre la apostasía y la rebelión Dios saca a un pueblo que le es fiel un pueblo “en cuyo corazón está” su “ley”. Isaías 51:7. PP 308.3
Satanás sedujo a los ángeles mediante el engaño; de igual manera ha realizado su obra entre los hombres, y seguirá usando este procedimiento hasta el fin. Si él confiesa abiertamente que está haciendo la guerra a Dios y a su ley, los hombres procurarían huir de él; pero Satanás se disfraza y combina la verdad con el error. Las mentiras más peligrosas son las que están mezcladas con la verdad. De ahí que se acepten errores que cautivan y arruinan el alma. Usando este método, Satanás arrastra al mundo consigo. Pero se acerca el día en que su triunfo terminará para siempre. PP 308.4
El proceder de Dios respecto a la rebelión desenmascarará completamente la obra que durante tanto tiempo se ha hecho en forma oculta. Los resultados del dominio de Satanás y del rechazamiento de los estatutos divinos quedarán revelados a la vista de todos los seres racionales. La ley de Dios estará plenamente vindicada. Se verá que todos los actos de Dios tuvieron por fin el bien eterno de su pueblo y de todos los mundos creados. Satanás mismo, en presencia del universo, confesará la justicia del gobierno de Dios y la rectitud de su ley. PP 309.1
No está lejos el tiempo en que Dios se, levantará para vindicar su autoridad agraviada. “He aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él”. Isaías 26:21. “¿Quién podrá soportar el tiempo de su venida? o ¿quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?” Malaquías 3:2. Por causa de su pecaminosidad, se le prohibió al pueblo de Israel acercarse al monte cuando Dios estaba por descender sobre él para proclamar su ley, para evitar que sea consumido por la abrasadora gloria de su presencia. Si estas manifestaciones de su poder señalaron el sitio escogido para la proclamación de su ley, ¡cuán terrible no será su tribunal cuando venga para aplicar el juicio de estos sagrados estatutos! ¿Cómo soportarán su gloria en el gran día de la retribución final los que pisotearon su autoridad? PP 309.2
Las escenas del Sinaí debían darle al pueblo una idea de las escenas del juicio. El sonido de una trompeta llamó a Israel a presentarse ante Dios. La voz del arcángel y la trompeta de Dios llamarán a la presencia del Juez desde todos los confines de la tierra tanto a los vivos como a los muertos. El Padre y el Hijo, asistidos por una multitud de ángeles, estaban presentes en el monte. En el gran día del juicio, Cristo vendrá “en la gloria de su Padre, con sus ángeles”. “Entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las gentes”. Mateo 16:27; 25:31, 32. PP 309.3
Cuando se manifestó la presencia divina en el Sinaí, la gloria del Señor era ante la vista de todo Israel como un fuego devorador. Pero cuando venga Cristo en gloria con sus santos ángeles, toda la tierra resplandecerá con el tremendo fulgor de su presencia. “Vendrá nuestro Dios y no callará; fuego consumirá delante de él y tempestad poderosa lo rodeará. Convocará a los cielos de arriba y a la tierra, para juzgar a su pueblo”. Salmos 50:3, 4. De él procederá una corriente de fuego que fundirá los elementos con su ardiente calor; y la tierra y las obras que hay en ella serán consumidas. “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. 2 Tesalonicenses 1:7, 8. PP 309.4
Nunca, desde que se creó al hombre, se había presenciado semejante manifestación del poder divino como cuando se proclamó la ley desde el Sinaí. “La tierra tembló y destilaron los cielos; ante la presencia de Dios, aquel Sinaí tembló, delante de Dios, del Dios de Israel”. Salmos 68:8. En medio de las más terríficas convulsiones de la naturaleza, la voz de Dios se oyó como una trompeta desde la nube. El monte fue sacudido desde la base hasta la cima, y las huestes de Israel, demudadas y temblorosas, cayeron de hinojos. PP 310.1
Aquel, cuya voz hizo entonces temblar la tierra, ha declarado: “Su voz conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido diciendo”. La Escritura dice: “Jehová ruge desde lo alto, y desde su morada santa da su voz”, “y temblarán los cielos y la tierra”. En aquel gran día que se acerca, el cielo mismo se apartará “se replegó como un pergamino” Y todo monte y toda isla se moverán de su sitio. “Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza, pesará sobre ella su pecado, que nunca más se levantará”. Hebreos 12:26; Jeremías 25:30; Joel 3:16; Apocalipsis 6:14; Isaías 24:20. PP 310.2
“Por tanto, toda mano se debilitará y desfallecerá todo corazón humano. Se llenarán de terror; angustias y dolores se apoderarán de ellos [...] se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros son como llamaradas”. “Castigaré al mundo por su maldad y a los impíos por su iniquidad; haré que cese la arrogancia de los soberbios y humillaré la altivez de los tiranos”. Isaías 13:7, 8, 11. PP 310.3
Cuando Moisés regresó de su encuentro con la divina presencia en el monte, donde había recibido las tablas del testimonio, el culpable Israel no pudo soportar la luz que glorificaba su semblante. ¡Cuánto menos podrán los transgresores mirar al Hijo de Dios cuando aparezca en la gloria de su Padre, rodeado de todas las huestes celestiales, para ejecutar el juicio sobre los transgresores de su ley y sobre los que rechazan su sacrificio expiatorio! Los que menospreciaron la ley de Dios y pisotearon bajo sus pies la sangre de Cristo, “los reyes de la tierra, los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos”, se esconderán “en las cuevas y entre las peñas de los montes”, y dirán a los montes y a las rocas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero, porque el gran día de su ira ha llegado y ¿quién podrá sostenerse en pie?” En “aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorara. Se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, a causa de la presencia formidable de Jehová y del resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra”. Apocalipsis 6:15-17; Isaías 2:20, 21. PP 310.4
Entonces se verá que la rebelión de Satanás contra Dios dio como resultado la ruina de sí mismo, y de todos los que eligieron ser sus súbditos. Él hizo creer que de la transgresión resultaría un gran bien; pero se verá que “la paga del pecado es muerte”. “Ciertamente viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa. Aquel día que vendrá, los abrasará, dice Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”. Satanás, la raíz de todo pecado, y todos los obradores del mal, que son sus ramas, serán completamente extirpados. Se pondrá fin al pecado, y a toda la aflicción y ruina que acarreó. El salmista dice: “Reprendiste a las naciones, destruiste al malo; ¡borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre! Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre”. Romanos 6:23; Malaquías 4:1; Salmos 9:5, 6. PP 311.1
Pero en medio de la tempestad de los castigos divinos, los hijos de Dios no tendrán ningún motivo para temer. “Jehová será la esperanza de su pueblo, la fortaleza de los hijos de Israel”. El día que traerá terror y destrucción para los transgresores de la ley de Dios, para los obedientes significará “gozo inefable y glorificado”. “Juntadme mis santos—dirá el Señor—, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez”. Joel 3:16; 1 Pedro 1:8; Salmos 50:5, 6. PP 311.2
“Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. “Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi Ley. No temáis afrenta de hombres ni desmayéis por sus ultrajes”. “He aquí he quitado de tu mano la copa de aturdimiento [...]. Nunca más la beberás”. “Yo, yo soy vuestro consolador”. “Porque los montes se moverán y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz se romperá, dice Jehová, el que tiene misericordia de ti”. Malaquías 3:18; Isaías 51:7, 22, 12; 54:10. PP 311.3
El gran plan de la redención dará por resultado el completo restablecimiento del favor de Dios para el mundo. Será restaurado todo lo que se perdió a causa del pecado. No solo el ser humano, sino también la tierra, será redimida, para que sea la morada eterna de los obedientes. Durante más de seis mil años, Satanás ha luchado por mantener su dominio sobre la tierra. Pero se cumplirá el propósito original de Dios al crearla. “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre”. Daniel 7:18. PP 311.4
“Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová”. “En aquel día Jehová será único, y único será su nombre”. “Y Jehová será Rey sobre toda la tierra”. La Sagrada Escritura dice: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”. “Fieles son todos sus mandamientos; afirmados eternamente y para siempre”. Los sagrados estatutos que Satanás ha odiado y ha tratado de destruir, serán honrados en todo el universo inmaculado. Y “como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová, el Señor, hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones”. Salmos 113:3; Zacarías 14:9; Salmos 119:89; 111:7, 8; Isaías 61:11. PP 312.1