Reina Valera 1989

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Juan 8

1 Pero Jesús se fue al monte de los Olivos,

2 y muy de mañana volvió al templo. Todo el pueblo venía a él, y sentado les enseñaba.

3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

4 le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el mismo acto de adulterio.

5 Ahora bien, en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú, pues, ¿qué dices?

6 Esto decían para probarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.

7 Pero como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: —El de vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8 Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribía en tierra.

9 Pero cuando lo oyeron, salían uno por uno, comenzando por los más viejos. Sólo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio.

10 Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?

11 Y ella dijo: —Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: —Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.

12 Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

13 Entonces los fariseos le dijeron: —Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

14 Jesús respondió y les dijo: —Aun si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vine y a dónde voy. Pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.

15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie.

16 Y aun si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.

17 En vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí.

19 Entonces le decían: —¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: —Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre. Si a mí me hubierais conocido, a mi Padre también habríais conocido.

20 Estas palabras habló Jesús enseñando en el templo en el lugar de las ofrendas; y nadie le prendió, porque todavía no había llegado su hora.

21 Luego Jesús les dijo otra vez: —Yo me voy, y me buscaréis; pero en vuestro pecado moriréis. A donde yo voy, vosotros no podéis ir.

22 Entonces los judíos decían: —¿Será posible que se habrá de matar a sí mismo? Pues dice: “A donde yo voy, vosotros no podéis ir.”

23 El les decía: —Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.

24 Por esto os dije que moriréis en vuestros pecados; porque a menos que creáis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

25 Así que le decían: —Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: —Lo mismo que os vengo diciendo desde el principio.

26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de parte de él, esto hablo al mundo.

27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.

28 Entonces Jesús les dijo: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; sino que estas cosas hablo, así como el Padre me enseñó.

29 Porque el que me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.

30 Mientras él decía estas cosas, muchos creyeron en él.

31 Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;

32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

33 Le respondieron: —Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Llegaréis a ser libres”?

34 Jesús les respondió: —De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado.

35 El esclavo no permanece en la casa para siempre; el Hijo sí queda para siempre.

36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.

37 Sé que sois descendientes de Abraham; no obstante, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.

38 Yo hablo de lo que he visto estando con el Padre, y vosotros hacéis lo que habéis oído de parte de vuestro padre.

39 Respondieron y le dijeron: —Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: —Puesto que sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham.

40 Pero ahora procuráis matarme, hombre que os he hablado la verdad que oí de parte de Dios. ¡Esto no lo hizo Abraham!

41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: —Nosotros no hemos nacido de fornicación. Tenemos un solo padre, Dios.

42 Entonces Jesús les dijo: —Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais; porque yo he salido y he venido de Dios. Yo no he venido por mí mismo, sino que él me envió.

43 ¿Por qué no comprendéis lo que digo? Porque no podéis oír mi palabra.

44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo propio habla, porque es mentiroso y padre de mentira.

45 Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis.

46 ¿Quién de vosotros me halla culpable de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Por esta razón vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.

48 Respondieron los judíos y le dijeron: —¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?

49 Respondió Jesús: —Yo no tengo demonio. Más bien, honro a mi Padre, pero vosotros me deshonráis.

50 Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.

51 De cierto, de cierto os digo que si alguno guarda mi palabra, nunca verá la muerte para siempre.

52 Entonces los judíos le dijeron: —¡Ahora sabemos que tienes demonio! Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi palabra, nunca gustará muerte para siempre.”

53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham quien murió, o los profetas quienes también murieron? ¿Quién pretendes ser?

54 Respondió Jesús: —Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios.”

55 Y vosotros no le conocéis. Pero yo sí le conozco. Si digo que no le conozco, seré mentiroso como vosotros. Pero le conozco y guardo su palabra.

56 Abraham, vuestro padre, se regocijó de ver mi día. El lo vio y se gozó.

57 Entonces le dijeron los judíos: —Aún no tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

58 Les dijo Jesús: —De cierto, de cierto os digo que antes que Abraham existiera, Yo Soy.

59 Entonces tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.