La Educación Cristiana

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Exigid obediencia

El maestro debe manifestar verdadero respeto propio en todo lo que hace. No debe permitirse manifestar viveza de genio. No debe castigar duramente a los niños que necesitan corrección. Debe entender que ha de mantener en sujeción al yo. Nunca debe olvidar que hay sobre él un Maestro divino, de quien es alumno y bajo cuyo control está siempre. A medida que humilla el corazón delante de Dios, se sentirá enternecido y subyugado por el pensamiento de sus propios defectos. Comprenderá algo de lo que significan las palabras: “A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os ha reconciliado en el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos y sin mancha, e irreprensibles delante de él”. Colosenses 1:21, 22. ECR 195.1

A veces hay en la escuela un elemento desordenado que hace muy difícil el trabajo. Los niños que no han recibido la debida educación causan mucha dificultad, y su perversidad causa tristeza al corazón del maestro. Pero él no debe desalentarse. Las pruebas imparten experiencia. Si los niños son desobedientes e indisciplinados, tan o más necesario es el esfuerzo arduo. El hecho de que haya alumnos de tal carácter, es una de las razones por las cuales deben establecerse escuelas de iglesia. Los niños cuyos padres no los han educado y disciplinado, deben ser salvados si es posible. ECR 195.2

Tanto en la escuela como en el hogar debe haber sabia disciplina. El maestro debe hacer reglas para guiar la conducta de sus alumnos. Estas reglas deben ser pocas y bien estudiadas, y una vez hechas, hay que hacerlas cumplir. Deben presentarse al alumno todos los principios que éstas entrañan para que se convenza de su justicia. Así sentirá la responsabilidad de cuidar de que se acaten las reglas que él mismo ayudó a formular. ECR 195.3