La Educación Cristiana

158/201

Capítulo 55—Un ejemplo divino

Desde los más remotos tiempos, los fieles de Israel prestaron mucha atención al asunto de la educación. El Señor había indicado que a los niños, aun desde sus primeros días, se les instruyera acerca de su bondad y grandeza, especialmente como se revelaba en su ley y en la historia de Israel. Mediante el canto, la oración y las lecciones de las Escrituras adaptadas a la incipiente inteligencia, los padres y las madres tenían que enseñar a sus hijos que la ley de Dios es una expresión de su carácter y que a medida que recibiesen en el corazón los principios de esa ley, la imagen de Dios se delinearía en la mente y en el alma. En la escuela y en el hogar gran parte de la enseñanza era oral; pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y los rollos de pergamino de las Escrituras del Antiguo Testamento se abrían a su estudio. ECR 386.1

En los días de Cristo, se tenía por cosa de tanta importancia la instrucción de los jóvenes, que el villorrio o ciudad que no habilitara escuelas con aquel propósito era considerado como si estuviese bajo la maldición de Dios. Con todo, tanto en la escuela como en el hogar, la enseñanza se había vuelto mecánica y formal. Puesto que convenía que Jesús “en todo fuese semejado a sus hermanos” (Hebreos 2:17 (VM)), y él obtuvo conocimiento como podemos hacerlo nosotros, la íntima familiaridad con las Escrituras que hizo patente en su ministerio testifica de la diligencia con que en sus primeros años se entregó al estudio de la sagrada Palabra. ECR 386.2

Y diariamente obtenía conocimiento de la gran biblioteca de la naturaleza animada e inanimada. El que había creado todas las cosas, era ahora un hijo de la humanidad y estudiaba las lecciones que su propia mano había escrito en la tierra, en el mar y en el firmamento. Las parábolas por medio de las cuales le gustaba enseñar sus lecciones de verdad durante su ministerio, demuestran cuán abierto estaba su espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo, en su juventud, se había deleitado en recoger la enseñanza espiritual de aquello que rodeaba su vida cotidiana. Para Jesús el significado del mundo y de las obras de Dios se desplegaba gradualmente a medida que trataba de comprender la razón de las cosas como cualquier joven trataría de hacerlo. Cultivaba pensamientos y conversación santos. Todas las ventanas de su alma estaban abiertas hacia el sol y a la luz del cielo su naturaleza espiritual se fortalecía y su vida ponía de manifiesto la sabiduría y la gracia de Dios. ECR 386.3

Cada niño puede obtener conocimiento de las obras de la naturaleza y de las páginas de la santa Palabra de Dios como lo hizo Jesús. A medida que tratemos de familiarizarnos con nuestro Padre celestial por medio de su Palabra, los ángeles se nos acercarán, se fortalecerán nuestras mentes, se elevará y refinará nuestro carácter y llegaremos a ser más semejantes a nuestro Salvador. Y a medida que contemplemos lo bello y grandioso en la naturaleza, nuestros afectos se dirigirán a Dios; en tanto que el espíritu se recoge, el alma se vigoriza al ponerse en contacto con el Infinito por medio de sus obras. La comunión con Dios por medio de la oración desarrolla las facultades mentales y morales y las facultades espirituales se fortalecen a medida que cultivamos pensamientos de carácter espiritual. ECR 387.1

La vida de Jesús estaba en completa armonía con Dios. Cuando era niño pensaba y hablaba como niño; sin embargo, ningún rastro de pecado manchaba la imagen de Dios que llevaba dentro de sí. Desde los primeros albores de su inteligencia creció continuamente en gracia celestial y conocimiento de la verdad.—Special Testimonies on Education, 1896. Reproducido en Fundamentals of Christian Education, 442, 443. ECR 387.2