Consejos Sobre el Régimen Alimenticio

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Los días de Noé y los nuestros

230. Jesús, sentado en el monte de los Olivos, dio instrucciones a sus discípulos concernientes a las señales que precederían a su venida: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre”. Mateo 24:37-39. Los mismos pecados que trajeron los juicios sobre el mundo de los días de Noé, existen en nuestro tiempo. Los hombres y las mujeres llevan hoy su comer y beber tan lejos que degenera en glotonería y embriaguez. Este pecado prevaleciente, la complacencia de un apetito pervertido, inflamó las pasiones de los hombres en los días de Noé, y produjo una corrupción generalizada. La violencia y el pecado alcanzaron hasta el cielo. Esta corrupción moral fue finalmente eliminada de la tierra por medio del diluvio. Los mismos pecados de glotonería y embriaguez entenebrecieron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma, de manera que el crimen parecía ser la delicia de hombres y mujeres en aquella ciudad malvada. Jesús amonesta así al mundo: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste”. Lucas 17:28-30. CRA 172.1

Cristo nos ha dejado aquí una muy importante lección. El quiere presentarnos el peligro en que estamos de hacer de nuestro comer y beber lo principal. El presenta el resultado de una complacencia no restringida del apetito. Las facultades morales se debilitan, de manera que el pecado ya no parece pecaminoso. El crimen es considerado con liviandad, y la pasión controla la mente, hasta que los buenos principios e impulsos son desarraigados, y Dios es blasfemado. Todo esto es el resultado de comer v beber en exceso. Esta es la misma condición que Cristo declara que existirá en ocasión de su segunda venida. CRA 172.2

El Salvador nos presenta algo más elevado por lo cual luchar que meramente lo que hemos de comer y beber, y lo que necesitamos para cubrirnos. El comer, el beber y el vestirse son llevados a tales excesos que se convierten en crímenes. Se encuentran entre las señales destacadas de los últimos días, y constituyen una señal de la próxima venida de Cristo. El tiempo, el dinero y la energía que pertenecen al Señor, pero que él nos ha confiado, son malgastados en superfluidades en materia de vestidos y lujos para el apetito pervertide, los cuales disminuyen la vitalidad y acarrean sufrimiento y decadencia. Es imposible presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios cuando continuamente los llenamos de corrupción y enfermedad debido a nuestra complacencia pecaminosa.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 11, 12; Counsels on Health, 23, 24 (1890). CRA 173.1

231. Una de las más fuertes tentaciones a que el hombre tiene que hacer frente es la del apetito. En el comienzo el Señor hizo al hombre recto. Fue creado con una mente del todo equilibrada, y el tamaño y la fuerza de todos sus órganos estaban plena y armoniosamente desarrollados. Pero debido a las seducciones del artero enemigo, la prohibición de Dios fue desatendida, y las leyes de la naturaleza exigieron su completo castigo... CRA 173.2

Desde la primera vez que el género humano se rindió al apetito, la complacencia propia ha seguido aumentando, hasta el punto de que la salud ha sido sacrificada sobre el altar del apetito. Los habitantes del mundo antediluviano eran intemperantes en el comer y beber. Querían tener carne, aunque Dios en ese tiempo no le había dado al hombre permiso para consumir alimentos animales. Comieron y bebieron hasta que la complacencia de su apetito depravado no conoció límites, y entonces se corrompieron tanto que Dios no los pudo soportar más. Su copa de iniquidad se llenó, y el Señor limpió a la tierra de esta contaminación moral por medio del diluvio.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 42, 43; Counsels on Health, 108-110 (1890). CRA 173.3

Sodoma y Gomorra

Cuando los hombres se multiplicaron sobre la tierra después del diluvio, de nuevo olvidaron a Dios, y corrompieron sus caminos delante de él. La intemperancia en toda forma aumentó, hasta que casi todo el mundo se había entregado a ella. Ciudades enteras han sido eliminadas de la faz de la tierra por los crímenes degradantes y las repugnantes iniquidades que las convertían en una mancha en el hermoso campo de las obras creadas por Dios. La gratificación del apetito antinatural condujo a los pecados que causaron la destrucción de Sodoma y Gomorra. Dios adjudica la caída de Babilonia a su glotonería y embriaguez. La complacencia del apetito y la pasión eran el fundamento de todos sus pecados. CRA 174.1