Joyas de los Testimonios 2

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Protejamos a nuestros hermanos*

Por los votos de su bautismo, cada miembro de la iglesia se ha comprometido solemnemente a proteger los intereses de sus hermanos. Todos estarán tentados a aferrarse a sus propios planes e ideas, que les parecen buenos; pero deben velar y orar, y esforzarse hasta el límite de su capacidad por edificar el reino de Jesús en el mundo. Dios requiere de cada creyente que, hasta donde pueda, evite a sus hermanos y hermanas toda influencia que tenga la menor tendencia a dividirlos o a desviar sus intereses de la obra para este tiempo presente. No sólo debe tener consideración por sus propios intereses espirituales, sino que debe manifestar una preocupación por las almas de aquellos con quienes se relacione y debe ejercer por Cristo, un poder refrenador sobre otros miembros de la iglesia. Sus palabras y su comportamiento deben ejercer una influencia que los induzca a seguir el ejemplo de Cristo en la abnegación, el sacrificio propio y el amor hacia los demás. 2JT 186.1

Si hay en la iglesia personas que ejerzan una influencia contraria al amor y la benevolencia desinteresada que Jesús manifestaba hacia nosotros y separan a sus hermanos, debe haber hombres fieles que intervengan en estos casos con sabiduría, trabajando por sus almas, aunque cuidando de que su influencia no afecte a los demás y que la iglesia no sea extraviada por su desafecto y los falsos rumores. Algunos están llenos de suficiencia propia. Unos pocos piensan que tienen razón, pero ponen en duda y censuran todo acto ajeno. A estas personas no se les debe permitir que pongan en peligro los intereses de la iglesia. A fin de elevar el tono moral de la iglesia, cada uno debe sentir que es su deber procurar la cultura espiritual personal, por la práctica de los estrictos principios bíblicos, como a la vista de un Dios santo. 2JT 186.2

Entienda cada miembro de la iglesia que debe estar en paz con Dios, que debe ser santificado por la verdad. Entonces podrá representar el carácter cristiano ante los demás y ofrecer un ejemplo de abnegación. Si cada uno obra así, la iglesia crecerá en espiritualidad y en favor para con Dios. ... 2JT 187.1

Nos estamos acercando al fin del tiempo. Abundarán las pruebas de afuera, pero no permitamos que provengan de adentro de la iglesia. Por amor de la verdad, por amor a Cristo, niéguense a sí mismos los que profesan ser hijos de Dios. “Porque es menester que todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo.” 2 Corintios 5:10. Todo aquel que ame de veras a Dios, tendrá el espíritu de Cristo y un ferviente amor hacia sus hermanos. Cuanto más en comunión con Dios esté el corazón de una persona, y cuanto más se concentren sus afectos en Cristo, menos perturbada se sentirá ella por las asperezas y penurias que encuentre en esta vida. Los que están creciendo a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús, se volverán cada vez más semejantes a Cristo en su carácter y se elevarán por encima de la disposición a murmurar y estar descontentos. El dedicarse a la censura les inspirará desprecio. ... 2JT 187.2

Estamos viviendo en una época en que todos deben prestar atención especial a la orden del Salvador: “Velad y orad, para que no entréis en tentación.” Mateo 26:41. Recuerde cada uno que debe ser fiel y leal a Dios, creyendo la verdad, creciendo en gracia y en el conocimiento de Jesucristo. La invitación del Salvador es: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” Mateo 11:29. El Señor está dispuesto a ayudarnos, a fortalecernos y a bendecirnos; pero debemos pasar por el proceso de refinación hasta que se hayan consumido todas las impurezas de nuestro carácter. Cada miembro de la iglesia será sometido al horno, no para ser consumido, sino para ser purificado. 2JT 187.3

El Señor ha obrado entre vosotros, pero Satanás también se ha infiltrado para producir fanatismo. Hay también otros males que deben evitarse. Algunos están en peligro de quedarse satisfechos con las vislumbres que han obtenido de la luz y el amor de Dios, y cesar de progresar. No han perseverado en la vigilancia y la oración. En el mismo momento en que se hace la aclamación: “Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste” (Jeremías 7:4), penetran tentaciones, y las tinieblas rodean al alma: la propensión a lo terrestre, el egoísmo y la glorificación propia. Es necesario que el Señor mismo comunique sus ideas al alma. ¡Qué pensamiento! En vez de nuestras pobres ideas y planes terrenales restringidos, el Señor nos comunicará sus propias ideas y sus pensamientos nobles, amplios, abarcantes, que siempre llevan hacia el cielo. 2JT 187.4

Vuestro peligro estriba en dejar de avanzar hacia el “premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:14. ¿Os ha dado el Señor luz? Entonces sois responsables de esa luz; no simplemente mientras sus rayos brillan sobre vosotros, sino por todo lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis entregar vuestra voluntad diariamente a Dios; debéis andar en la luz y esperar más, que él os la dará, pues la luz del amado Salvador resplandecerá en rayos cada vez más claros en medio de las tinieblas morales, hasta que llegue el día perfecto. 2JT 188.1

¿Están todos los miembros de vuestra iglesia procurando obtener maná fresco cada mañana y noche? ¿Estáis procurando iluminación divina? ¿O estáis ideando medios por los cuales podáis glorificaros a vosotros mismos? ¿Estáis amando y sirviendo a Dios con toda vuestra alma, fuerza, mente y poder, beneficiando a otros en derredor vuestro y conduciéndolos a la luz de la verdad? ¿Estáis satisfechos con las bendiciones pasadas? ¿O estáis andando como anduvo Cristo, trabajando como él trabajó, revelándole a él al mundo en vuestras palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos obedientes, viviendo una vida pura y santa? Cristo debe ser introducido en vuestra vida. El solo puede curaros de la envidia, las malas sospechas contra vuestros hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que algunos de vosotros albergáis, para vuestro detrimento espiritual. Jesús solo puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra ignorancia, vuestra naturaleza corrupta. El solo puede haceros puros, refinados, haceros idóneos para las mansiones de los bienaventurados. 2JT 188.2

“En Dios haremos proezas.” Salmos 60:12. ¡Cuánto bien podríais hacer siendo leales a Dios y a vuestros hermanos, reprimiendo todo pensamiento carente de bondad, todo sentimiento de envidia o de importancia propia! Permitid que vuestra vida se llene de un bondadoso afán de servir a los demás. No sabéis cuán pronto podéis ser llamados a deponer la armadura. La muerte puede arrebataros repentinamente, sin daros tiempo a prepararos para vuestro último cambio ni dejaros fuerza física o poder mental para fijar vuestros pensamientos en Dios y hacer la paz con él. Antes de mucho, algunos conocerán por experiencia cuán vana es la ayuda del hombre, cuán sin valor es la justicia de la importancia y la suficiencia propias con que se han satisfecho. 2JT 189.1

Me siento instada por el Espíritu del Señor a deciros que ahora es vuestro día de privilegio, de confianza, de bendición. ¿Lo aprovecharéis? ¿Estáis trabajando para la gloria de Dios, o por intereses egoístas? ¿Estáis pensando mayormente en las perspectivas brillantes del éxito mundanal que os puedan proporcionar satisfacción y ganancia financiera? En tal caso, os veréis chasqueados acerbamente. Pero si procuráis vivir una vida pura y santa, y aprendéis diariamente en la escuela de Cristo las lecciones que os ha invitado a aprender y sois mansos y humildes de corazón, entonces tendréis una paz que no podrá cambiar ninguna circunstancia de este mundo. 2JT 189.2

La vida que se vive en Cristo es una vida llena de reposo. La inquietud, el descontento y la agitación revelan la ausencia del Salvador. Si hacéis entrar a Jesús en vuestra vida, ésta se llenará de obras buenas y nobles para el Maestro. Os olvidaréis de serviros a vosotros mismos, y viviréis siempre más cerca del amado Salvador; vuestro carácter se volverá semejante al de Cristo, y cuantos os rodeen conocerán que habéis estado con Jesús y aprendido de él. Cada uno posee en sí mismo la fuente de su propia felicidad o desgracia. Si quiere, puede elevarse por encima del bajo sentimentalismo que constituye la experiencia de muchos; pero mientras esté henchido de sí mismo, nada puede hacer el Señor para él. Satanás nos presentará proyectos ambiciosos para deslumbrar nuestros sentidos, pero debemos recordar siempre el “premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:14. Llenad esta vida con todas las buenas obras que os sea posible hacer. “Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” Daniel 12:3. 2JT 189.3

Si nuestras vidas rebosan de santa fragancia, si honramos a Dios albergando buenos pensamientos hacia los demás, y hacemos buenas obras para beneficiar a otros, no tendrá importancia que vivamos en una choza o en un palacio. Las circunstancias tienen poco que ver con lo que experimenta el alma. El espíritu albergado es lo que da color a todas nuestras acciones. No se puede hacer desdichado al hombre que está en paz con Dios y sus semejantes. No habrá envidia en su corazón; no hallarán allí cabida las malas sospechas; no podrá existir odio en él. El corazón que está en armonía con Dios se eleva por encima de las molestias y pruebas de esta vida. Pero el corazón que no conoce la paz de Cristo, se siente desgraciado, lleno de descontento; la persona ve defectos en todo, y pondría discordia aun en la música celestial. Una vida de egoísmo es una vida llena de mal. Aquellos cuyos corazones están llenos de amor al yo, albergarán malos pensamientos para con sus hermanos, y hablarán contra los instrumentos de Dios. Las pasiones mantenidas vivas y fogosas por los impulsos de Satanás son un manantial que emite siempre raudales amargos para envenenar la vida ajena. 2JT 190.1

Que todo aquel que asevera seguir a Cristo se estime menos a sí mismo y más a los demás. ¡Uníos, uníos! En la unión hay fuerza y victoria; en la discordia y la división hay debilidad y derrota. Estas son palabras que me dirigió el Cielo. Como embajadora de Dios os las transmito. Procure cada uno contestar la oración de Cristo: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti.” Juan 17:21. ¡Oh, qué unidad! Y dice Cristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35. 2JT 190.2

Cuando la muerte arrebata alguno de los nuestros, ¿qué recuerdos nos quedan del trato que recibió? ¿Son agradables los cuadros que conserva la memoria? ¿Guarda recuerdos de las palabras bondadosas que le dirigimos, de la simpatía que le concedimos en el momento oportuno? ¿Se apartaron sus hermanos de las malas sospechas, de los entrometidos indiscretos? ¿Vindicaron ellos su causa? ¿Fueron fieles a la orden dada: “Que consoléis a los de poco ánimo, que soportéis a los flacos”? “He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos flacas corroborabas.” “Confortad a las manos cansadas, roborad las vacilantes rodillas. Decid a los de corazón apocado: Confortaos, no temáis.” 1 Tesalonicenses 5:14; Job 4:3; Isaías 35:3, 4. 2JT 191.1

Cuando aquel con quien nos asociamos en la iglesia está muerto, cuando sabemos que su cuenta ha quedado fijada para siempre en los libros del cielo, y que deberá hacer frente a ese registro en el juicio, ¿cuáles son las reflexiones que sus hermanos se hacen acerca de la conducta que siguieron para con él? ¿Cuál fué la influencia de ellos sobre él? ¡Cuán claramente recuerdan cada palabra dura y acto imprudente! ¡Qué diferente sería su conducta si tuviesen otra oportunidad! 2JT 191.2

Pablo agradecía así el consuelo que Dios le diera: “Bendito sea ... el Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios.” 2 Corintios 1:3, 4. Y al sentir Pablo el consuelo y el calor del amor de Dios, reflejaba la bendición sobre los demás. Conduzcámonos de modo que los cuadros que se graben en nuestra memoria no sean de un carácter tal que no podamos reflexionar en ellos. 2JT 191.3

Una vez muertos aquellos con quienes tratamos, no habrá más oportunidad de retractar palabra alguna de las que les dirigimos, ni borrar de la memoria ninguna impresión penosa. Por lo tanto, cuidemos nuestra conducta, no sea que ofendamos a Dios con nuestros labios. Desechemos toda frialdad y divergencia. Enternezcamos nuestro corazón delante de Dios, mientras recordamos su trato misericordioso con nosotros. Consuma el Espíritu Santo, como llama santa, la escoria amontonada ante la puerta del corazón; dejemos entrar a Jesús y fluya su amor hacia los demás por nuestro intermedio, en palabras, pensamientos y actos de cariño. Entonces, si la muerte nos separa de nuestros amigos, y no los hayamos de ver hasta que estemos ante el tribunal de Dios, no nos avergonzaremos al ver reproducidas las palabras nuestras que fueron registradas. 2JT 192.1

Cuando la muerte cierra los ojos de una persona, y sus manos quedan cruzadas sobre el pecho inmóvil, ¡cuán pronto cambian las divergencias! Ya no hay amarguras ni resentimientos; los desprecios y yerros se olvidan y perdonan. ¡Cuántas palabras de cariño se dicen acerca de los muertos y cuántas cosas buenas de su vida se recuerdan! Se expresan alabanzas y encomios; pero caen en oídos que no oyen, sobre corazones que no sienten. Si esas palabras se hubiesen dicho cuando el espíritu cansado las necesitaba, cuando el oído podía oírlas y el corazón sentirlas, ¡qué cuadro agradable habría quedado en la memoria! ¡Cuántos, mientras están de pie, embargados por la reverencia frente al silencio de la muerte, recuerdan con vergüenza y con pesar las palabras y los actos que infundieron tristeza al corazón que está paralizado ahora para siempre! ¡Infundamos ahora en nuestra vida toda la riqueza, el amor y la bondad que podamos infundirle! Seamos serviciales, agradecidos, pacientes y tolerantes en nuestro trato unos con otros. Mientras viven aún nuestros hermanos, expresémosles en nuestro trato diario los sentimientos que se suelen expresar al lado de los moribundos y los muertos. 2JT 192.2