Joyas de los Testimonios 2

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Deben ser cuidados en las familias

Que aquellos que aman al Señor abran su corazón y sus hogares para recibir a estos niños. No es el mejor plan cuidar a los huérfanos en grandes instituciones. Si no tienen parientes que puedan sostenerlos, los miembros de nuestras iglesias deben adoptar a estos pequeñuelos en sus familias o hallar hogares apropiados para ellos en otras casas. 2JT 519.3

Estos niños son en un sentido especial seres a quienes Cristo mira, y dejarlos en el descuido es ofenderlo a él. Todo acto bondadoso hecho a ellos en el nombre de Jesús es aceptado por él como hecho a sí mismo. 2JT 519.4

Los que de alguna manera los privan de los recursos que debieran tener, los que consideran con indiferencia sus necesidades, serán castigados por el Juez de toda la tierra. “¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque sea longánime acerca de ellos? Os digo que los defenderá presto.” “Porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia.” Lucas 18:7, 8; Santiago 2:13. El Señor nos ordena: “A los pobres errantes,” mete “en casa.” Isaías 58:7. El cristianismo debe proporcionar padres y madres y casas a estos indigentes. La compasión hacia la viuda y el huérfano, manifestada en las oraciones y los actos correspondientes, será recordada delante de Dios y al fin será recompensada. 2JT 519.5

Un amplio campo de utilidad espera a todos los que quieran trabajar por el Maestro, cuidando a estos niños y jóvenes que han sido privados de la dirección vigilante de sus padres, y de la influencia subyugadora de un hogar cristiano. Muchos de ellos han heredado malas características, y si se los deja crecer en la ignorancia, se desviarán hacia compañías que pueden conducirlos al vicio y el crimen. Estos niños poco promisorios necesitan que se los coloque en una posición favorable para la formación de un carácter correcto, a fin de que puedan llegar a ser hijos de Dios. 2JT 520.1

Vosotros que profesáis ser hijos de Dios, ¿estáis cumpliendo vuestro deber en lo que respecta a enseñar a éstos que tanto necesitan que se les enseñe pacientemente a ir al Salvador? ¿Estáis desempeñando vuestra parte como fieles siervos de Cristo? ¿Estamos custodiando a estas mentes que todavía no se han formado, y que tal vez no estén bien equilibradas, con el mismo amor que Cristo manifestó hacia nosotros? El alma de los niños y de los jóvenes está en mortífero peligro si se los abandona a sí mismos. Necesitan instrucción paciente, amor y tierno cuidado cristiano. 2JT 520.2

Si no hubiese revelación que señalase nuestro deber, el mismo espectáculo que ven nuestros ojos, y lo que sabemos del inevitable desarrollo de la causa al efecto, deberían inducirnos a rescatar a estos infortunados. Si los miembros de la iglesia quisieran dedicar a esta obra la energía, el tacto y la habilidad que emplean en los negocios comunes de la vida, si pidiesen sabiduría a Dios y procurasen fervorosamente amoldar estas mentes indisciplinadas, podrían rescatarse muchas almas que están a punto de perecer. 2JT 520.3

Si los padres sintiesen por la salvación de sus propios hijos la solicitud que debieran sentir, si los llevasen al trono de la gracia en sus oraciones y viviesen de acuerdo con sus oraciones, sabiendo que Dios quiere cooperar con ellos, podrían tener éxito en su trabajo por los niños que no son de su propia familia, y especialmente por aquellos que no pueden recibir consejos ni dirección de sus propios padres. El Señor invita a todo miembro de la iglesia a cumplir su deber hacia esos huérfanos. 2JT 521.1

Al atender a los niños no debemos obrar simplemente por deber, sino por amor, porque Cristo murió para salvarlos. Cristo compró estas almas que necesitan nuestro cuidado, y espera de nosotros que las amemos como él nos amó en nuestros pecados y extravíos. El amor es el medio por el cual Dios obra para atraer el corazón hacia sí; porque “Dios es amor.” En toda empresa de misericordia, es únicamente este principio el que puede dar eficiencia; lo finito debe unirse con el Infinito. 2JT 521.2

Esta obra en favor de los demás requerirá esfuerzo, abnegación y sacrificio propio. Pero ¿qué es el pequeño sacrificio que podemos hacer en comparación con el sacrificio que Dios hizo por nosotros en el don de su Hijo unigénito? 2JT 521.3

Dios nos imparte su bendición para que podamos impartirla a otros. Cuando le pedimos nuestro pan cotidiano, él mira nuestro corazón para ver si queremos compartirlo con los que lo necesitan más que nosotros. Cuando oramos: “Dios, sé propicio a mí pecador,” quiere ver si manifestaremos compasión hacia aquellos con quienes tratamos. Damos evidencia de nuestra relación con Dios, si somos misericordiosos como lo es nuestro Padre celestial. 2JT 521.4

Dios está siempre dando; y ¿a quiénes concede sus dones? ¿A los de carácter intachable? El “hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.” Mateo 5:45. No obstante el carácter pecaminoso de la humanidad, a pesar de que tan a menudo agraviamos el corazón de Cristo, y no merecemos el perdón cuando se lo pedimos, él no nos rechaza. Nos ofrece gratuitamente su amor, y nos invita: “Que os améis unos a otros: como os he amado.” Juan 13:34. 2JT 522.1

Hermanos y hermanas, os pido que consideréis cuidadosamente este asunto. Pensad en las necesidades de los huérfanos. ¿No se conmueven vuestros corazones cuando presenciáis sus sufrimientos? Ved si no puede hacerse algo para atender a estos seres impotentes. En la medida en que podáis hacerlo, dad hogar a los que no lo tienen. Esté cada uno listo para ayudar en esta obra. El Señor dijo a Pedro: “Apacienta mis corderos.” Esta orden nos es dirigida, y abriendo nuestros hogares a los huérfanos, contribuímos a que se cumpla. No permitamos que Jesús se chasquee con nosotros. 2JT 522.2

Tomemos estos niños y presentémoslos a Dios como una ofrenda fragante. Pidamos su bendición sobre ellos, y luego amoldémoslos de acuerdo a la orden de Cristo. ¿Aceptará nuestro pueblo este santo cometido ? A causa de nuestra piedad superficial y ambición mundanal, ¿dejaremos que sufran y entren en malos caminos seres por quienes Cristo murió? 2JT 522.3

En la Palabra de Dios abundan las instrucciones acerca de cómo debemos tratar a la viuda, al huérfano y al pobre doliente y menesteroso. Si todos acatasen estas instrucciones, el corazón de la viuda cantaría de gozo; los pequeñuelos hambrientos serían alimentados; se vestiría a los indigentes; y revivirían los que están a punto de perecer. Los seres celestiales nos observan y cuando, impulsados por nuestro celo en favor del honor de Cristo, nos coloquemos en el camino de la providencia de Dios, estos mensajeros celestiales nos impartirán nuevo poder espiritual, para que podamos combatir las dificultades y triunfar sobre todos los obstáculos. 2JT 522.4

¡Qué bendición recompensará a los que trabajen! Para muchos que son ahora indolentes, egoístas y reconcentrados en sí mismos, esto sería como resucitar. Reviviría entre nosotros la caridad celestial, la sabiduría y el celo. 2JT 523.1

Se ha preguntado si la esposa de un ministro debe adoptar niños pequeños. Respondo: Si ella no tiene inclinación ni idoneidad para dedicarse a la obra misionera fuera de su casa, y siente que es su deber recibir niños huérfanos y cuidarlos, puede hacer una buena obra. Pero elija los niños primero de entre los huérfanos hijos de observadores del sábado. Dios bendecirá a hombres y mujeres que, con corazón voluntario, compartan su hogar con estos niños desamparados. Pero si la esposa del ministro puede desempeñar ella misma un papel en la obra de educar a otros, debe consagrar sus facultades a Dios como obrera cristiana. Debe auxiliar verdaderamente a su esposo, ayudándole en su trabajo, perfeccionando su intelecto y contribuyendo a dar el mensaje. Está abierto el camino para que mujeres humildes y consagradas, dignificadas por la gracia de Cristo, visiten a los que necesitan ayuda e impartan luz a las almas desalentadas. Pueden elevar a los postrados, orar con ellos y conducirlos a Cristo. Las personas tales no deben dedicar su tiempo y fuerza a un impotente niño que requiere constante cuidado y atención. No deben atarse así voluntariamente las manos. 2JT 523.2

Cuando se haya hecho todo lo posible para atender a los huérfanos en nuestros propios hogares, quedarán todavía muchos menesterosos en el mundo que deberán ser atendidos. Pueden ser andrajosos, toscos y en ningún sentido atrayentes; pero fueron comprados con precio, y son tan estimables a la vista de Dios como nuestros propios pequeñuelos. Son propiedad de Dios, y por ellos son responsables los cristianos. Sus almas—dice Dios,—“demandaré de tu mano.” 2JT 523.3

Cuidar de estos menesterosos es buena obra; pero en esta época del mundo, el Señor no ordena a nuestro pueblo que establezca grandes y costosas instituciones con este fin. Sin embargo, si hay entre nosotros quienes se sientan llamados por Dios a establecer instituciones dedicadas a cuidar de los niños huérfanos, cumplan lo que consideran su deber. Pero al cuidar de los pobres del mundo, deben solicitar la ayuda del mundo. No deben recurrir al pueblo al cual el Señor confió la obra más importante que haya sido dada a los hombres, que consiste en proclamar el último mensaje de misericordia a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. La tesorería del Señor debe tener un superávit para sostener la obra del Evangelio en “las regiones lejanas.” 2JT 523.4

Dispongan de solicitantes sabios los que sienten la preocupación de establecer estas instituciones, para presentar sus necesidades y recoger fondos. Despierten a la gente del mundo, recurran a las iglesias de otras denominaciones los hombres que sienten la necesidad de que se haga algo en favor de los pobres y huérfanos. En toda iglesia hay quienes temen a Dios. Diríjanse a ellos, porque Dios les ha dado esta obra. 2JT 524.1

Las instituciones que han sido establecidas por nuestro pueblo para cuidar de los huérfanos, los enfermos y ancianos de entre nosotros, deben ser sostenidas. No se las debe dejar languidecer, ni permitir que sean un oprobio para la causa de Dios. La ayuda prestada para sostener a estas instituciones debe ser considerada, no solamente como un deber, sino como un precioso privilegio. En vez de hacernos regalos inútiles unos a otros, concedamos nuestros dones a los pobres e indefensos. Cuando el Señor vea que estamos haciendo lo mejor que podemos para aliviar a estos necesitados, inducirá a otros a cooperar en esta buena obra. 2JT 524.2

El propósito de un asilo de huérfanos no debe ser solamente proveer a los niños con alimentos y ropas, sino colocarlos bajo el cuidado de maestros cristianos que los educarán en el conocimiento de Dios y de su Hijo. Los que trabajan en este sentido deben ser hombres y mujeres de corazón grande, que se inspiraron con entusiasmo a los pies de la cruz del Calvario. Deben ser hombres y mujeres de cultura y abnegación; que trabajarán como Cristo trabajó, para la causa de Dios y de la humanidad. 2JT 524.3

A medida que esas personas sin hogar sean colocadas donde puedan obtener conocimiento, felicidad y virtud y llegar a ser hijos e hijas del Rey celestial, estarán preparadas para desempeñar un papel semejante al de Cristo en la sociedad. Se las debe educar para que ellas a su vez ayuden a otros. Así se extenderá la buena obra y se perpetuará. 2JT 525.1

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¿Qué madre amó jamás a su hijo como Jesús ama a los suyos? El mira el carácter mancillado conun pesar más profundo y más agudo que el de cualquier madre. Ve la retribución futura de una mala conducta. Por lo tanto, hágase todo cuanto se pueda en favor del alma descuidada. 2JT 525.2

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Si los que no tienen hijos, pero han sido hechos por Dios administradores de recursos, quisieran abrir su corazón para atender a los niños que necesitan amor, cuidado y afecto, y les ayudaran con bienes de este mundo, serían mucho más felices que ahora. Mientras que haya jóvenes privados del cuidado compasivo de un padre y del amor tierno de una madre, y expuestos a las influencias corruptoras de estos postreros días, es el deber de alguien reemplazar al padre y a la madre de algunos de ellos. Aprended a darles amor, afecto y simpatía. Todos los que profesan tener un Padre celestial, del cual esperan que los cuide y finalmente los lleve al hogar que ha preparado para ellos, deben sentir la solemne obligación de ser amigos para los que no tienen amigos, y padres para los huérfanos, de ayudar a las viudas y de prestar algún auxilio práctico en este mundo en beneficio de la humanidad. Muchos no han considerado estas cosas correctamente. Si viven tan sólo para sí mismos, no tendrán mayor fuerza que la exigida para ello.* 2JT 525.3