Joyas de los Testimonios 2

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La preparación del corazón

En estas reuniones debemos recordar siempre que hay dos fuerzas que obran. Se está riñendo una batalla que los ojos humanos no ven. El ejército del Señor está en el terreno procurando salvar almas. Satanás y su hueste están también obrando, procurando de toda manera posible engañar y destruir. El Señor nos ordena: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires.” Efesios 6:11, 12. Día tras día sigue la batalla. Si pudiesen abrirse nuestros ojos para ver obrar a los agentes buenos y malos, no habría trivialidades, ni vanidad ni bromas. Si cada uno quisiera revestirse de toda la armadura de Dios y pelear virilmente las batallas del Señor, se ganarían victorias que harían temblar el reino de las tinieblas. 2JT 380.1

Ninguno de nosotros debe ir al congreso dependiendo de los ministros o los obreros bíblicos para que la reunión resulte bendecida. Dios no quiere que su pueblo se apoye por completo en los pastores. No quiere que se debilite dependiendo de la ayuda de los seres humanos. No deben los creyentes apoyarse como niños impotentes sobre alguien como si fuese un puntal. Como mayordomo de la gracia de Dios, cada miembro de la iglesia debe sentir la responsabilidad personal de tener vida y raíz en sí mismo. Cada uno debe sentir que, en cierta medida, depende de él el éxito de la reunión. No digáis: “No soy responsable. No tendré nada que hacer en esta reunión.” Si éstos son vuestros sentimientos, dais a Satanás oportunidad de trabajar por vuestro intermedio. El llenará vuestra mente de pensamientos, y os dará algo que hacer en sus filas. En vez de reunir con Cristo, estaréis dispersando. 2JT 380.2

El éxito de la reunión depende de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu. Y en cuanto esté en nuestro poder, debemos suprimir todo lo que impida que obre. El Espíritu no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros. La envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo no obre. No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como su iglesia. No hay nada que él custodie con cuidado más celoso. No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven. El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar. 2JT 381.1

Los que están destituídos de simpatía, ternura y amor, no pueden hacer la obra de Cristo. Antes que pueda cumplirse la profecía de que el débil será “como David,” y la casa de David “como el ángel de Jehová” (Zacarías 12:8), los hijos de Dios deben poner a un lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos. Los corazones deben latir al unísono. Deben manifestarse mucho más abundantemente la benevolencia cristiana y el amor fraternal. Repercuten en mis oídos las palabras: “Uníos, uníos.” La verdad solemne y sagrada para este tiempo debe unificar al pueblo de Dios. Debe morir el deseo de preeminencia. Un tema de emulación debe absorber todos los demás: “¿Quién se asemejará más a Cristo en su carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?” 2JT 381.2

“En esto es glorificado mi Padre—dice Cristo—en que llevéis mucho fruto.” Juan 15:8. Si hubo alguna vez un lugar en que los creyentes deben llevar mucho fruto, es en nuestros congresos. En estas reuniones nuestros actos, nuestras palabras, nuestro espíritu, quedan anotados, y nuestra influencia es tan abarcante como la eternidad. 2JT 381.3

La transformación del carácter ha de atestiguar al mundo que el amor de Cristo mora en nosotros. El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y hacerlo desarrollarse simétricamente para que lleve abundante fruto. 2JT 382.1

Pero a fin de que cumplamos el propósito de Dios, debe hacerse una obra preparatoria. El Señor nos ordena que despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. El anhela derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino por el renunciamiento. Cuando entreguemos el yo a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las piedras de tropiezo que nuestra falta de cristianismo ha colocado en el camino ajeno. Dios nos ordena que las eliminemos todas. Dice: “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos.” Santiago 5:16. Entonces podemos tener la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su pecado oró: “Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me sustente. Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti.” Salmos 51:12, 13. 2JT 382.2

Cuando la gracia de Dios reine en el interior, el alma quedará rodeada de una atmósfera de fe y valor, y de un amor como el de Cristo, una atmósfera que vigorizará la vida espiritual de todos los que la inhalen. Entonces podremos ir al congreso, no sólo para recibir, sino para impartir. Todo aquel que participe del amor perdonador de Cristo, todo aquel que haya sido iluminado por el Espíritu de Dios y convertido a la verdad, sentirá que, en virtud de estas bendiciones preciosas, tiene una deuda para con toda alma con la cual llegue a tratar. El Señor utilizará a los que son de corazón humilde para alcanzar las almas a quienes no pueden alcanzar los ministros ordenados. Serán inducidos a pronunciar palabras que revelarán la gracia salvadora de Cristo. 2JT 382.3

Y al beneficiar a otros, serán ellos mismos beneficiados. Dios nos da oportunidad de impartir gracia, a fin de que pueda él volvernos a llenar con un aumento de su gracia. La esperanza y la fe se fortalecerán a medida que el agente de Dios obre con los talentos y las facilidades con que Dios lo ha provisto. Obrará con él un instrumento divino. ... 2JT 382.4