Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Capítulo 27—Frente al día del juicio

Dios no obliga a nadie a que lo ame ni que obedezca su ley. Él ha manifestado un amor inconmensurable hacia el hombre en el plan de la redención. Ha derramado los tesoros de su sabiduría y ha dado el don más precioso del cielo para que nos viésemos constreñidos a amarlo y a ponernos en armonía con su voluntad. Si rehusamos ese amor y si no queremos que él nos gobierne, estaremos preparando nuestra propia ruina, y finalmente nos veremos frente a una pérdida eterna. CMC 133.1

Dios desea el servicio voluntario de nuestros corazones. Él nos ha dotado con la facultad de razonar, con talentos de aptitudes y con medios financieros e influencia, a fin de que pongamos todo esto por obra para el bien de la humanidad, y para que manifestemos su espíritu ante el mundo. Preciosas oportunidades y privilegios son puestos a nuestro alcance, y si los descuidamos robamos a otros, defraudamos nuestras propias almas y deshonramos a nuestro propio Salvador. En el día del juicio no querremos encontrarnos frente a estas oportunidades desaprovechadas y a los privilegios descuidados. Nuestros intereses eternos en el futuro dependen del cumplimiento diligente del deber en este momento en lo que se refiere al aprovechamiento de los talentos que Dios nos ha dado para la salvación de las almas... CMC 133.2

La posición y la influencia, por muy exaltadas que sean, no deberían convertirse en una excusa para hacer un mal uso de los bienes del Señor. Los favores especiales de Dios deberían estimularnos a rendirle un servicio de todo corazón y afecto, pero muchos que son bendecidos de esta manera olvidan al Dador, y se tornan descuidados, desafiantes y libertinos. Deshonran al Dios del cielo y ejercen una influencia que destruye a las personas con quienes se asocian. No procuran aminorar los sufrimientos de los necesitados. No edifican la obra de Dios. No tratan de remediar los males de los inocentes, de interceder por la causa de la viuda y el huérfano, o de exponer un elevado modelo de carácter ante los encumbrados y los humildes mostrando un espíritu de benevolencia y virtud. Pero por el contrario, oprimen a los jornaleros; retienen fraudulentamente la paga justa por el trabajo, engañan a los inocentes, roban a las viudas y amontonan riquezas que se corrompen con la sangre de las almas. Tendrán que comparecer ante el tribunal de Dios. Esta clase de personas no está haciendo la voluntad del Padre celestial, y escucharán la severa condenación: “Apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo 7:23.—The Review and Herald, 14 de febrero de 1888. CMC 133.3