Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Un tremendo riesgo

Es completa insensatez diferir la preparación para la vida futura hasta llegar casi a la última hora de la actual. Es también un grave error diferir la respuesta a las exigencias de Dios en cuanto a la generosidad debida a su causa hasta el tiempo de transferir la mayordomía a otros. Aquellos a quienes confiáis vuestros recursos pueden no manejarlos tan bien como vosotros. ¿Cómo se atreven los ricos a correr tan grandes riesgos? Los que aguardan hasta el momento de morir para disponer de su propiedad, la entregan a la muerte más bien que a Dios. Al hacerlo así, muchos están obrando en forma directamente contraria al plan de Dios bosquejado claramente en su Palabra. Si ellos quieren hacer bien, deben aprovechar los áureos momentos actuales y trabajar con toda su fuerza, temiendo perder la oportunidad favorable. CMC 339.1

Los que descuidan un deber conocido, no contestando a los requerimientos que Dios les hace en esta vida, y calman su conciencia calculando hacer sus testamentos cuando estén por morir, no oirán palabras de elogio del Maestro ni tampoco recibirán recompensa. No practicaron la abnegación, sino que retuvieron egoístamente sus recursos tanto como pudieron, entregándolos únicamente cuando la muerte los requirió. Aquello que muchos se proponen postergar hasta que estén por morir, si fuesen verdaderos cristianos lo harían mientras están gozando plenamente de la vida. Se consagrarían ellos mismos y su propiedad a Dios, y mientras actuasen como mayordomos suyos tendrían la satisfacción de cumplir su deber. Haciéndose sus propios ejecutores, satisfarían los requerimientos de Dios ellos mismos antes de pasar la responsabilidad a otros. CMC 339.2

Debemos considerarnos administradores de la propiedad del Señor, y tener a Dios como el propietario supremo, a quien debemos devolver lo suyo cuando lo requiere. Cuando venga para recibir lo suyo con interés, los codiciosos verán que en vez de multiplicar los talentos que se les confiaron, atrajeron sobre sí mismos la maldición pronunciada sobre el siervo inútil. CMC 340.1