Consejos para los Maestros

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La obra de la escuela de Fernando

Se ha hecho la pregunta: “¿Qué enseñaremos en la escuela de Fernando?” Enseñad las cosas fundamentales. Enseñad lo que sea práctico. No debéis hacer gran ostentación delante del mundo, diciendo lo que esperáis hacer, como si estuvieseis planeando algo maravilloso. No, en verdad. No os jactéis de los ramos de estudio que os proponéis enseñar ni de la obra industrial que esperáis hacer; antes decid a todo el que pregunte, que os proponéis hacer lo mejor posible para dar a los alumnos una preparación tanto física como mental y espiritual, que los hará idóneos para ser útiles en esta vida, y los preparará para la vida futura e inmortal. CM 197.2

¿Qué influencia os parece que tendrían vuestros anuncios concernientes a la escuela al publicar que os esforzaréis por dar a los alumnos una preparación que los haga idóneos para la vida futura e inmortal, porque deseáis verlos vivir durante las edades sin fin de la eternidad? Creo que una declaración tal tendrá sobre los hermanos y hermanas de esta asociación, y sobre la comunidad en medio de la cual está establecida la escuela, una influencia mucho mayor que la ostentación de un número de cursos de estudio en los idiomas antiguos y modernos y otros ramos superiores del saber. CM 197.3

Demuestre la escuela misma su valor. Entonces los que la patrocinan no se chasquearán, ni dirán los alumnos que se les prometieron ciertos estudios que, después de entrar en la escuela, no se les permitió seguir. CM 198.1

Entiéndase desde el principio que la Biblia es el fundamento de toda educación. Un estudio fervoroso de la Palabra de Dios, que transforme el carácter y haga idóneos para servir, hará de la escuela de Fernando una potencia para el bien. Hermanos míos que estáis relacionados con esta escuela, vuestra fuerza no reside en el número de los idiomas que podáis enseñar, o en decir cuán grande es el “colegio” que tenéis. Guardad silencio sobre estos puntos. El callar sobre las grandes cosas que os proponéis hacer os ayudará más que todos los asertos positivos y todas las promesas que podríais publicar en vuestros anuncios. Siendo fieles en la escuela, debéis demostrar que estáis trabajando basados en principios fundamentales, principios que prepararán a los alumnos para entrar por las puertas de perla de la ciudad celestial. La salvación de las almas es de mucho más valor que la simple preparación intelectual. Una jactanciosa ostentación de saber humano, la manifestación de orgullo por la apariencia personal, no tiene valor. El Señor aprecia la obediencia a su voluntad; porque el hombre puede glorificar a Dios únicamente si anda humilde y obedientemente delante de él. CM 198.2

Al darnos el privilegio de estudiar su Palabra, el Señor ha puesto delante de nosotros un rico banquete. Muchos son los beneficios que derivan del alimentarse de su Palabra, que él representa como su carne y su sangre, como su espíritu y su vida. Al comer su Palabra, aumenta nuestra fuerza espiritual, crecemos en la gracia y el conocimiento de la verdad. Se forman y fortalecen hábitos de dominio propio. Las flaquezas de la infancia—inquietud, caprichos, egoísmo, palabras apresuradas, actos apasionados—desaparecen, y en su lugar se desarrollan las gracias de la virilidad y la femineidad cristianas. CM 198.3

Si vuestros alumnos, además de estudiar la Palabra de Dios aprenden tan sólo a usar correctamente el lenguaje en la lectura, la escritura y la conversación, se habrá realizado una gran obra. A los que se preparen para servir en la causa de Dios, se les debe enseñar a hablar correctamente en la conversación común y delante de las congregaciones. La utilidad de más de un obrero se perjudica por su ignorancia acerca de la respiración correcta y la pronunciación clara y enérgica. Muchos no han aprendido a recalcar debidamente las palabras que pronuncian. Con frecuencia la enunciación es poco clara. Una preparación cabal en el uso del idioma es de mucho más valor para un joven que un estudio superficial de las lenguas extranjeras, con descuido de la lengua materna. CM 199.1

Sea la escuela dirigida de acuerdo con las normas de las antiguas escuelas de los profetas, colocando la Palabra de Dios en el fundamento de toda educación. No intenten los alumnos asirse primero de los peldaños superiores de la escalera. Hay quienes han asistido a otras escuelas pensando que podían obtener una educación avanzada; pero se afanaron tanto por alcanzar los peldaños superiores de la escalera que no fueron suficientemente humildes como para aprender de Cristo. Si hubiesen colocado primero sus pies en los peldaños inferiores, habrían hecho progresos, aprendiendo más y más del gran Maestro. CM 199.2

Los instructores encontrarán muy ventajoso el participar desinteresadamente en el trabajo manual con los alumnos mostrándoles cómo trabajar. Cooperando con los jóvenes de esta manera práctica, los maestros pueden ligar a sí mismos los corazones de los alumnos con las cuerdas de la simpatía y del amor fraternal. La bondad y sociabilidad cristianas son factores poderosos para ganar los afectos de la juventud. CM 199.3

Maestros, dedicaos a la obra de la escuela con diligencia y paciencia. Comprended que el vuestro no es un trabajo común. Estáis trabajando para este tiempo y para la eternidad, amoldando la mente de vuestros alumnos para que entren en la escuela superior. Todo principio correcto, toda verdad aprendida en una escuela terrenal, nos hará progresar en esa proporción en la escuela celestial. Como Cristo anduvo y conversó con sus discípulos durante su ministerio en esta tierra, así nos enseñará en la escuela celestial, guiándonos por las márgenes del río de aguas vivas y revelándonos verdades que en esta vida permanecerán ocultas como misterios debido a las limitaciones de la mente humana, tan perjudicada por el pecado. En la escuela celestial tendremos oportunidad de alcanzar, paso a paso, las mayores alturas del saber. Allí, como hijos del Rey celestial, moraremos para siempre con los miembros de la familia real; allí veremos al Rey en su hermosura y contemplaremos sus encantos sin par. CM 200.1