El Gran Movimiento Adventista

72/737

La entrada triunfal a Jerusalén

No lejos de este tiempo sucedió un gran evento asombroso. Fue la resurrección de Lázaro de la tumba, el que había estado muerto cuatro días. Un milagro tan poderoso agitó y asombró a la gente a tal grado que los fariseos se alarmaron, y junto con los sacerdotes, de inmediato convocaron un concilio; y en sus deliberaciones preguntaron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”.34 Mientras un poder satánico de abajo estaba tomando posesión de aquellos que procuraban destruir a Cristo, un poder de lo alto movía las masas para glorificarlo, y cumplir lo que se había predicho acerca de él. GMA 48.1

En la ocasión mencionada arriba, la gente salió en masa, no solo para ver a Jesús, sino para ver a Lázaro también, quien había sido resucitado de los muertos. Ahora a ellos les parecía cierto que Jesús era su rey, por largo tiempo esperado, y al salir a su encuentro cuando se dirigía a Jerusalén, sentado sobre un pollino, las palabras de la Escritura llegaron con fuerza a su mente: “No temas, hija de Sión; he aquí tu rey viene, montado sobre un pollino de asna”.35 Un fuerte grito de triunfo se elevó de la vasta multitud, que perturbó grandemente a los fariseos calculadores y de corazón frío. Entre ellos habían dicho: “Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.36 Cuando le pidieron a Jesús que hiciera callar los gritos, les contestó: “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”.37 El Señor había dicho de esta ocasión: “Gritad”, y si la gente no hubiera cumplido su palabra, él habría puesto voz a las piedras de la calle, y ellas hubiesen gritado; porque su palabra debe cumplirse. GMA 48.2