Consejos sobre La Obra Médico-Misionera

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La Obra De Curar Y Prevenir

6. Principios De Salud

1. El conocimiento de los principios elementales. Muchos me han preguntado: “¿Qué debo hacer para conservar mi salud mejor?” Mi respuesta es: Deje de transgredir las leyes de su ser; deje de complacer el apetito depravado; consuma alimentos sencillos; vístase en forma sa-ludable, lo que requiere sencillez y modestia; trabaje saludablemente; y no se enfermará. CMM 61.1

Es un pecado estar enfermo, porque todas las enfermedades son resultado de la transgresión. Muchos sufren como consecuencia de la transgresión de sus padres. No se los puede censurar por el pecado de ellos; sin embargo, tienen el deber de investigar en qué puntos sus pa-dres violaron las leyes de su ser, con lo que impusieron a sus hijos una herencia tan miserable. Y, al descubrir los errores de aquellos, se deben apartar de ese curso de acción y practicar hábitos correctos con el fin de promover una salud mejor. CMM 61.2

Los hombres y las mujeres debieran familiarizarse con la filosofía de la salud. Las mentes de los seres racionales parecerían estar en tinie-blas con respecto a sus propias estructuras físicas y cómo conservarlas en una condición saludable (Consejos sobre la salud, p. 37). CMM 61.3

2. Responsabilidades de los padres. Cada madre debiera fami-liarizarse con las leyes que gobiernan la vida física. Debe enseñarles a sus hijos que la gratificación de los apetitos animales produce un efecto mórbido sobre el sistema y debilita sus sensibilidades morales. Los pa-dres deben buscar la luz y la verdad como si buscaran un tesoro escon-dido. A los padres se les ha encomendado la sagrada responsabilidad de formar los caracteres de sus hijos mientras son niños. Tienen el deber de ser tanto maestros como médicos de ellos. Deberían comprender las exigencias y las leyes de la naturaleza. La conformidad cuidadosa con las leyes que Dios ha implantado en nuestro ser nos asegurará una buena salud, y en nosotros no se producirá un quebrantamiento de la constitución que nos inducirá a llamar al médico para que nos ponga otra vez en buenas condiciones. CMM 61.4

Muchos parecen pensar que tienen el derecho de tratar sus cuerpos como les parece, pero olvidan que sus cuerpos no les pertenecen. El Creador, que los formó, tiene derechos sobre ellos que no se pueden ignorar impunemente. Cada transgresión innecesaria de las leyes que Dios ha establecido para nuestros cuerpos constituye virtualmente una violación de la ley de Dios, y a la vista del Cielo es un pecado tan grande como el quebrantamiento de los Diez Mandamientos. La ignorancia de este importantísimo tema es un pecado. La luz brilla sobre nosotros actualmente, y si no la apreciamos ni actuamos inteligentemente con respecto a estas cosas quedaremos sin excusa, porque el entenderlas es nuestro más elevado interés terrenal (Ibíd., pp. 39, 40). CMM 62.1

3. Folletos sobre la reforma pro salud. Debe haber más esfuerzos fervorosos hechos para iluminar al pueblo sobre el gran tema de la reforma pro salud. Folletos de 4, 8, 12, 16 páginas y más, que contengan artículos agudos, bien escritos, sobre este gran asunto, deben esparcirse como las hojas del otoño (Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 555). CMM 62.2

4. Un templo para Dios. El conocimiento de que el hombre ha de ser templo de Dios, una habitación para revelar su gloria, debe ser el mayor incentivo para el cuidado y el desarrollo de nuestras facultades físicas. Asombrosa y maravillosamente formó Dios el cuerpo humano, y nos manda que lo estudiemos, que nos demos cuenta de sus necesi-dades, que hagamos cuanto esté de nuestra parte para preservarlo de daño y contaminación (El ministerio de curación, p. 206). CMM 62.3

5. La circulación de la sangre. Para tener buena salud, debemos tener buena sangre, pues la sangre es la corriente de la vida. Repara los desgastes y nutre el cuerpo. Provista de los elementos convenientes, y purificada y vitalizada por el contacto con el aire puro, da vida y vigor a todas partes del organismo. Cuanto más perfecta sea la circulación, mejor cumplida quedará aquella función. CMM 63.1

A cada latido del corazón, la sangre debe fluir rápida y fácilmente por todas partes del cuerpo. Su circulación no debe ser entorpecida por ropas o ligaduras apretadas, ni por insuficiente abrigo en las extremida-des. Todo lo que dificulta la circulación detiene la sangre en los órganos vitales y produce congestión. Esto provoca dolor de cabeza, tos, palpi-taciones cardíacas o indigestión (Ibíd., p. 206). CMM 63.2

6. La respiración. Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador. CMM 63.3

Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar hondamente. La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. Se produce un efecto semejante al apretarse el corsé. No se da, entonces, espacio suficiente a la parte inferior del pecho; los músculos abdominales, destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre juego, y se limita la acción de los pulmones. CMM 63.4

Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían ser eliminados por la espiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No solo los pulmones, sino también el estómago, el hígado y el cerebro quedan afectados. La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad. CMM 63.5

Los pulmones eliminan continuamente impurezas, y necesitan una provisión constante de aire puro. El aire impuro no proporciona la can-tidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre pasa por el cerebro y demás órganos sin haber sido vivificada. De ahí que resulte indispen-sable una ventilación completa. Vivir en aposentos cerrados y mal ven-tilados, donde el aire está viciado, debilita el organismo entero, que se vuelve muy sensible al frío y enferma a la menor exposición al aire. La reclusión en las habitaciones es lo que torna pálidas y débiles a muchas mujeres. Respiran y vuelven a respirar el mismo aire viciado, hasta re-cargarlo de materias tóxicas expelidas por los pulmones y los poros, y las impurezas regresan así a la sangre (Ibíd., pp. 206-208). CMM 64.1

7. Ventilación y luz solar. En la construcción de edificios de utili-dad pública o en los destinados a viviendas, urge asegurar buena ven-tilación y mucho sol. Las iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de deficiencia en este respecto. A la falta de ventilación se debe una gran parte de la somnolencia y la pesadez que contrarrestan el efecto de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro. CMM 64.2

En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habitación humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe. Esto asegurará un solar seco, y evitará el peligro de las enfermedades debidas a la humedad y a los miasmas. A este asunto se le suele dar muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud, enfermedades graves y defunciones. CMM 64.3

En la construcción de casas es de gran importancia asegurar com-pleta ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto es ade-cuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse de par en par cada día para dar acceso al aire y a la luz del sol. En muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo. CMM 64.4

El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las demás piezas dispuestas para el uso constante. Como los demás dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción para secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y aireada, arriesga su salud y acaso su vida. CMM 65.1

Al construir la casa, muchos cuidan de disponer sitio para plantas y flores. El invernáculo o el lugar que se les dedica está abrigado y asoleado, pues sin calor, aire y sol, las plantas no pueden vivir. Si estas condiciones son necesarias para la vida de las plantas, ¡cuánto más lo serán para nuestra salud y para la de nuestras familias y nuestros huéspedes! CMM 65.2

Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a las ventanas; ábranse estas y sus persianas, y no se deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y alfombras, y deslucir los marcos de los cuadros; pero, en cambio, hermoseará con los colores de la salud las mejillas de los niños. CMM 65.3

Quienes hayan de cuidar ancianos deben recordar que estos, más que nadie, necesitan cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el vi-gor declina y mengua la fuerza vital con que resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea tan necesario proporcionar a las personas de edad mucha luz y mucho aire puro. CMM 65.4

La limpieza escrupulosa es esencial para la salud del cuerpo y de la mente. El cuerpo elimina continuamente impurezas por conducto de la piel, cuyos millones de poros se obstruyen pronto con la acumulación de desechos si no se la limpia por medio de frecuentes baños. Entonces las impurezas que debieran evacuarse por la piel sobrecargan los demás órganos de eliminación. CMM 65.5

A muchas personas les aprovecharía un baño frío o tibio cada día, por la mañana o por la noche. En vez de aumentar la propensión a resfriarse, el baño, tomado debidamente, fortalece contra el frío, pues estimula la circulación. La sangre es atraída a la superficie, de modo que circula con mayor facilidad, y vigoriza tanto el cuerpo como la mente. Los músculos se vuelven más flexibles, la inteligencia más aguda. El baño calma los nervios. Ayuda a los intestinos, al estómago y al hígado, y favorece la digestión. CMM 65.6

Importa también que la ropa esté siempre limpia. Las prendas de vestir que se llevan puestas absorben los desechos que el cuerpo eli-mina por los poros, y si no se mudan y lavan con frecuencia, el cuerpo volverá a absorber todas esas impurezas. CMM 66.1

Cualquier forma de desaseo fomenta la enfermedad. Los gérmenes mortíferos abundan en los rincones oscuros y descuidados, en los de-sechos pútridos, en la humedad y el moho. No se toleren cerca de la casa los desperdicios de verduras ni los montones de hojas caídas que se pudren y vician el aire. No debe haber tampoco dentro de la casa co-sas sucias o descompuestas. En ciudades consideradas completamente sanas, más de una epidemia de fiebre se debió a sustancias pútridas to-leradas alrededor de la casa de algún propietario negligente. CMM 66.2

La limpieza perfecta, la abundancia de sol, la cuidadosa atención a las condiciones sanitarias de todo detalle de la vida doméstica, son esenciales para librarse de las enfermedades, y para alegrar y vigorizar a los que vivan en la casa (Ibíd., pp. 208-210). CMM 66.3

8. La bendición del ejercicio físico. Otra preciosa bendición es el ejercicio apropiado. Hay muchos indolentes inactivos, que no sienten inclinación por el trabajo físico o por el ejercicio, porque los cansa. ¿Qué importa si los cansa? La razón por la que se cansan es que no fortalecen sus músculos por medio del ejercicio; por lo tanto, les afecta el más pequeño esfuerzo. Las mujeres y las niñas enfermas se sienten más satisfechas al ocuparse en trabajos livianos, como crochet, bordado o encaje al hilo, que al hacer trabajo físico. Si los enfermos desean recuperar la salud, no debieran discontinuar el ejercicio físico; porque así aumentarán la debilidad muscular y el decaimiento general[...] CMM 66.4

Una caminata, aun en invierno, sería más benéfica para la salud que todas las medicinas que los médicos puedan prescribir. Para los que pueden caminar, es preferible caminar en vez de cabalgar. Los músculos y las venas pueden realizar mejor su trabajo. Habrá un aumento de la vitalidad, tan necesaria para la salud. Los pulmones tendrían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los pulmones[...] CMM 66.5

El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de comer, con la cabeza erguida, enderezando los hombros y haciendo un mo-derado ejercicio, será de gran beneficio. La mente se apartará de uno mismo, y se concentrará en las bellezas de la naturaleza. Cuanto menos se presta atención al estómago después de una comida, mejor. Si cons-tantemente ustedes temen que la comida les haga mal, muy probable-mente sucederá así. Olvídense de ustedes mismos y piensen en algo alegre (Consejos sobre la salud, pp. 51-53). CMM 67.1

9. Los resfriados y el aire frío. Muchos son víctimas de la idea errónea de que si se han resfriado deben excluir el aire exterior y aumentar la temperatura de su habitación hasta que sea excesivamente alta. El organismo puede estar descompuesto, los poros pueden estar cerrados por el material de desecho y los órganos internos más o menos inflamados, porque la sangre se ha retirado de la superficie y se ha ido hacia ellos. En estos casos, más que en otros, no se debiera privar a los pulmones de aire puro y fresco. Si hay un momento en que el aire puro es necesario, es cuando alguna parte del organismo, como los pulmones o el estómago, se enferma. Un ejercicio juicioso llevaría la sangre a la superficie, y aliviaría los órganos internos. Un ejercicio vigorizante, aunque no violento, al aire libre, con ánimo alegre, activará la circulación, y dará un brillo saludable a la piel y enviará la sangre vitalizada por el aire puro a las extremidades. El estómago enfermo se aliviará con el ejercicio. Con frecuencia, los médicos aconsejan a los enfermos visitar países extranjeros, ir a las termas o navegar, con el fin de recuperar la salud; cuando, en nueve casos de diez, si se alimentaran moderadamente e hicieran un ejercicio saludable con ánimo alegre, recuperarían la salud, y ahorrarían tiempo y dinero. El ejercicio, y un aprovechamiento generoso y abundante del aire y de la luz solar -bendiciones que el Cielo brinda liberalmente a todosdarían vida y fuerza al extenuado enfermo (Ibíd., p. 53). CMM 67.2

10. La importancia de la higiene. Si cada familia se diera cuenta de los beneficios que se derivan de observar una limpieza estricta, realizarían esfuerzos denodados para quitar cada impureza tanto de su cuerpo como de su casa, y harían extensivos sus esfuerzos aun a sus alrededores. Mucha gente permite que en los patios de sus casas haya restos de vegetales en descomposición. Estas personas desconocen lo perjudiciales que son estas inmundicias. Estas sustancias en descom-posición despiden constantemente olores que envenenan el aire. Y, cuando se respira el aire impuro, la sangre se envenena, se afectan los pulmones y todo el sistema se enferma. Un sinnúmero de enfermedades se pueden producir al respirar esa atmósfera afectada por materias en descomposición. CMM 68.1

Hay familias que se han enfermado y han muerto algunos de sus miembros; y los sobrevivientes han murmurado contra su Hacedor por causa de sus aflicciones, sin darse cuenta de que ellos mismos habían sido los responsables de sus enfermedades y muertes a causa de sus propios descuidos. Las impurezas de sus propios ambientes han aca-rreado sobre ellos las enfermedades contagiosas y demás aflicciones que los han inducido hasta a culpar a Dios. Toda familia que valora la salud debe limpiar sus casas y sus alrededores, y mantenerlos libres de toda clase de sustancias en descomposición. CMM 68.2

Dios le ordenó al pueblo de Israel que nunca permitiera en el cam-pamento a personas impuras ni con vestidos sucios. Los que mostraban alguna impureza personal eran echados del campamento hasta la tarde, y se les exigía que se limpiaran y que lavaran sus ropas antes de entrar de nuevo en él. Dios también les ordenó que mantuvieran sus terrenos libres de inmundicias, hasta una gran distancia del campamento, porque el Señor pasaría por el campo, no fuera que viera alguna basura. CMM 68.3

En asuntos de limpieza, Dios no requiere menos de nosotros ahora de lo que requirió del antiguo Israel. El descuido de la limpieza acarreará enfermedad. La enfermedad y la muerte prematura no llegan sin causa. Fiebres persistentes y enfermedades contagiosas prevalecen en algunos vecindarios y aldeas que antes se consideraban saludables; algunos han muerto y otros han quedado inválidos para toda la vida. En muchos casos, el agente de la destrucción se encontraba en los propios patios de las casas, de donde surgía el veneno mortal que contaminaba la atmósfera y más tarde era respirado por las familias y por el mismo vecindario. La negligencia y la suciedad que se observan a veces son detestables; y es asombrosa la ignorancia de las consecuencias de estas cosas nocivas sobre la salud. Los lugares así contaminados deben ser desinfectados con cal o cenizas, especialmente durante el verano, o mediante el entierro diario de la basura (Ibíd., pp. 61-63). CMM 68.4

11. Los niños se perjudican por estudiar de más. La vida de mu-chos niños ha sido arruinada al exigírsele demasiado al intelecto y al descuidar al mismo tiempo las facultades físicas. Muchos han muerto en su niñez debido al camino seguido por padres y maestros sin juicio que han forzado su intelecto, con amenazas o lisonjas, cuando eran demasiado jóvenes para estar encerrados en el aula de clases. Sus mentes han sido sobrecargadas con lecciones, en vez de esperar hasta que su constitución física fuera suficientemente fuerte para soportar el esfuerzo mental. Debe permitirse a los niños pequeños que corran libremente como corderitos, que sean felices, y deben proveérseles las oportunidades más favorables para establecer los cimientos de constituciones sanas. CMM 69.1

Los padres deben ser los únicos maestros de sus pequeños hasta que estos hayan cumplido de 8 a 10 años. Los padres deben abrir, ante sus hijos, el gran libro de la naturaleza de Dios, tan pronto como ellos puedan comprenderlo. La madre debe tener menos amor por lo artificial en su hogar, no debe gastar tanto tiempo en coser vestidos con el propósito de lucirlos en público, pero sí debe encontrar tiempo para cultivar, en ella y en sus hijos, el amor por los bellos capullos y las plantas florecientes. Al llamar la atención de sus hijos hacia los diferentes colores y la variedad de formas, los puede introducir a Dios, quien hizo todas las cosas bellas que atraen su atención y los deleitan. Ella puede guiar sus mentes hacia el Creador y despertar en sus corazones jóvenes el amor por su Padre celestial, quien ha manifestado tan grande amor por ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. El único salón de clases para los niños menores de 10 a 8 años debe estar al aire libre, en medio de las flores del bello escenario de la naturaleza. Y los tesoros de la naturaleza deben constituir su único libro de texto. Estas lecciones, impresas en las mentes de los pequeños en medio de las agradables y atractivas escenas naturales, no serán olvidadas prontamente. CMM 69.2

A fin de que los niños y los jóvenes tengan salud, ánimo, vivacidad, y un cerebro y unos músculos bien desarrollados, deben pasar suficiente tiempo al aire libre, y se les deben regular bien el trabajo y la distracción. Los niños y los jóvenes que se mantienen en la escuela confinados a los libros no pueden tener una constitución física saludable. Ejercitar el cerebro mediante el estudio, sin el correspondiente ejercicio físico, tiene la tendencia de atraer la sangre al cerebro y desbalancear la circulación en todo el organismo. El cerebro tiene mucha sangre y las extremidades tienen poca. Deben existir reglas que limiten sus estudios a ciertas horas y una porción de su tiempo debe emplearse en hacer ejercicio físico. Y, si los hábitos de la comida, el sueño y el vestido están en armonía con las leyes físicas, podrán obtener una educación sin sacrificar la salud física y mental (Ibíd., pp. 174, 175). CMM 70.1

12. Equilibrio entre el trabajo y el estudio. Todas las facultades cerebrales deben ser desarrolladas a fin de que los hombres y las muje-res tengan mentes bien balanceadas. El mundo está lleno de hombres y mujeres de mentes obtusas, que han llegado a esa condición debido a que desarrollaron solo un grupo de sus facultades, mientras que las demás se atrofiaron por falta de uso. La educación de la mayoría de los jóvenes es un fracaso. Estudian demasiado mientras descuidan los as-pectos prácticos de la vida. Los hombres y las mujeres se convierten en padres sin considerar las responsabilidades y su descendencia humana. Así la raza se está degenerando rápidamente. La constante aplicación al estudio, tal como lo exigen las escuelas de la actualidad, no prepara a la juventud para la vida práctica. La mente humana siempre será ac-tiva; si no lo es en la dirección correcta, lo será en la incorrecta. A fin de conservar el equilibrio de la mente, el trabajo y el estudio deben ser combinados en nuestras escuelas (Ibíd., p. 176). CMM 70.2

13. Salud y eficiencia. A fin de proseguir esta grande y ardua labor, es necesario que los ministros de Cristo gocen de buena salud. Para lograrlo, deben ser regulares en sus hábitos y adoptar un sistema de vida saludable. Muchos se quejan continuamente y sufren de malestares diversos. Esto se debe casi siempre a que no trabajan sabiamente ni observan las leyes de la salud. A menudo pasan mucho tiempo en cuartos calientes y llenos de aire impuro. Allí se ponen a estudiar o a escribir, hacen poco ejercicio físico y casi no varían sus actividades. Como consecuencia, la sangre pierde su vigor y las facultades de la mente se debilitan. CMM 70.3

Todo el organismo necesita la influencia vigorizadora del ejercicio al aire libre. Unas cuantas horas de trabajo manual cada día contribui-rían a renovar las energías del cuerpo y a descansar la mente. De esta manera se promovería la salud general y se podría realizar una mayor cantidad de trabajo pastoral. La lectura y la escritura incesantes de muchos ministros los incapacita para el trabajo pastoral. Consumen en un estudio abstracto el tiempo valioso que debieran emplear ayudando a los necesitados en el momento propicio... CMM 71.1

Nuestros ministros que han alcanzado la edad de cuarenta o cin-cuenta años no deben sentir que su trabajo es menos efectivo que an-tes. Los hombres de edad y experiencia son justamente los que deben llevar a cabo esfuerzos vigorosos y bien dirigidos. Se los necesita espe-cialmente en este tiempo; las iglesias no pueden darse el lujo de perder-los. Estos obreros no deben hablar de debilidad física y mental, ni sentir que sus días de servicio se han terminado. CMM 71.2

Muchos de ellos han sufrido por el exceso de trabajo mental sin el alivio del ejercicio físico. El resultado ha sido el deterioro de sus facul-tades y una tendencia a evitar la responsabilidad. Lo que necesitan es más trabajo físico. Esto no ocurre únicamente a las personas que pei-nan canas, sino también obreros jóvenes han caído en la misma condi-ción y se han debilitado mentalmente. Tienen una lista de sermones preparados: pero más allá de estos se sienten desorientados. CMM 71.3

El pastor de antaño, que viajaba a caballo y gastaba mucho tiempo visitando su rebaño, disfrutaba de mejor salud, a pesar de sus privaciones, que nuestros ministros de la actualidad, quienes tratan de evitar el cansancio físico tanto como pueden y se confinan a sus libros. CMM 71.4

Los ministros de edad y experiencia deben sentir que es su deber, como siervos de Dios, seguir adelante progresando cada día, mejorando en su trabajo y recogiendo constantemente material fresco para presentar ante el pueblo. Cada esfuerzo para exponer el evangelio debe ser mejor que el anterior. Cada año deben desarrollar una piedad más profunda, un espíritu más amable, mayor espiritualidad y un conocimiento más cabal de la verdad bíblica. Mientras más avanzan en edad y experiencia, más fácilmente debieran acercarse a los corazones de la gente, teniendo un conocimiento más cabal de ellos (Ibíd., pp. 190, 191). CMM 71.5

14. La caminata como ejercicio. Las personas débiles e indolentes no deben acceder a su inclinación de mantenerse inactivas, privándose así del aire puro y la luz del sol; más bien necesitan hacer ejercicio al aire libre, caminando o cultivando el jardín. Si lo hacen, se sentirán muy fatigados, pero no les hará daño... No es sabio abandonar el uso de ciertos músculos solo porque se siente dolor al ejercitarlos. Frecuentemente, el dolor es causado por el esfuerzo que la naturaleza realiza para dar vida y vigorizar esas partes que se han atrofiado parcialmente debido a la inactividad. El uso de estos músculos inactivos por largo tiempo producirá dolor, porque la naturaleza los está llamando de nuevo a la vida. CMM 72.1

El ejercicio de caminar, siempre que se lo pueda hacer, es el mejor remedio para los cuerpos enfermos, porque mediante él se ejercitan todos los órganos del cuerpo. Todos los que pretenden curarse mediante ciertos movimientos, lograrán muchísimo más por el ejercicio muscular que mediante la práctica de dichos movimientos. En algunos casos, la falta de ejercicio debilita y contrae las entrañas y los músculos, y estos órganos debilitados por carencia de ejercicio se fortalecerán únicamente cuando se los ejercite. Ningún ejercicio puede reemplazar la acción de caminar. Al hacerlo, se mejora grandemente la circulación de la sangre (Consejos sobre la salud, p. 197). CMM 72.2

15. Los males de la inactividad. El ejercicio físico y el trabajo combinados ejercen una feliz influencia sobre la mente, fortalecen los músculos, mejoran la circulación y dan al enfermo la satisfacción de conocer su propia capacidad de soportar; en cambio, si se lo priva del ejercicio saludable y del trabajo físico, su atención se vuelve sobre sí mismo. Entonces corre constantemente el peligro de pensar que se encuentra en un estado peor de lo que realmente está, y de establecer dentro de él una imaginación enfermiza que le hará temer constantemente sobrecargar su capacidad de soportar. En términos generales, si se dedica a un trabajo bien dirigido, y si usa sus fuerzas sin abusar de ellas, encontrará que el ejercicio físico resultará un agente más poderoso y eficaz en su recuperación que aun el tratamiento hidroterápico que está recibiendo. CMM 72.3

La inactividad de las facultades físicas y mentales, en lo que se refiere al trabajo útil, es lo que mantiene a muchos enfermos en una condición de debilidad que no consiguen superar. También les propor-ciona una gran oportunidad de explayarse en pensamientos impuros, complacencia que ha llevado a muchos a su condición actual de debi-lidad. Se les ha dicho que han gastado exceso de vitalidad en trabajo duro, cuando, en nueve casos de cada diez, el trabajo que realizaban era lo único que podía revitalizar sus vidas y era el medio de salvarlos de la ruina completa. Mientras tenían la mente ocupada en estas cosas, no podían disponer de oportunidades adecuadas para contaminar sus cuerpos y completar la obra autodestructiva. Hacer que esas personas dejen de trabajar con el cerebro y los músculos es concederles una am-plia oportunidad de ser llevadas cautivas por las tentaciones de Satanás (Consejos sobre la salud, p. 198). CMM 73.1