La Gran Esperanza

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8—En defensa de la verdad

El deber de adorar a Dios se basa en el hecho de que él es el Creador. “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor” (Salmo 95:6; ver Salmo 100:3). GE 61.1

En Apocalipsis 14 se exhorta a los hombres a adorar al Creador y a obedecer los mandamientos de Dios. Uno de esos mandamientos señala a Dios como Creador: “El día séptimo es día de descanso para Yahvéh, tu Dios... Pues en seis días hizo Yahvéh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvéh el día del sábado y lo hizo sagrado” (Éxodo 20:10, 11, BJ). El sábado, dice el Señor, es una “señal... para que se sepa que yo soy Yahvéh vuestro Dios” (Ezequiel 20:20, BJ). Si el sábado se hubiera continuado observando en forma universal, los pensamientos y los afectos del hombre habrían sido guiados hacia el Creador como el objeto de reverencia y adoración, y nunca habría existido un idólatra, un ateo o un incrédulo. El guardar el sábado es una señal de lealtad al Dios verdadero, al que “hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. Por tanto se deduce que el mensaje que ordena a los hombres adorar a Dios y guardar sus mandamientos los instará en forma particular a observar el cuarto mandamiento. GE 61.2

Restauración de la verdad - La reforma relativa al sábado se predice en Isaías: “Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia. ¡Feliz el hombre que cumple estos preceptos y el mortal que se mantiene firme en ellos, observando el sábado sin profanarlo y preservando su mano de toda mala acción!... Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirle, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración” (Isaías 56:1, 2, 6, 7, LPD). GE 62.1

Estas palabras se aplican a la Era Cristiana, tal como se observa por el contexto (vers. 8). Aquí se anuncian anticipadamente la reunión de los gentiles gracias al evangelio, cuando los siervos de Cristo predicarían a todas las naciones las buenas nuevas. GE 62.2

El Señor ordena: “Sella la ley entre mis discípulos” (Isaías 8:16). El sello de la Ley de Dios se encuentra en el cuarto mandamiento. Este es el único de los diez que presenta tanto el nombre como el título del Legislador. Cuando el sábado fue cambiado por el poder papal, * el sello fue quitado de la Ley. Los discípulos de Jesús han sido llamados a restaurarlo a través de la exaltación del sábado como monumento conmemorativo del Creador y señal de su autoridad. GE 62.3

Los protestantes ahora alegan que la resurrección de Cristo en el día domingo convirtió ese día en el sábado cristiano. Pero ni Cristo ni sus apóstoles le otorgaron tal honor a ese día. La observancia del domingo tuvo su origen en el “misterio de la iniquidad” que, ya en los días de San Pablo, había comenzado su obra (2 Tesalonicenses 2:7). ¿Qué razón puede darse para efectuar un cambio que las Escrituras no sancionan? GE 62.4

Los protestantes reconocen “el silencio completo que [guarda] el Nuevo Testamento con respecto a cualquier mandato explícito en favor del reposo [en día domingo, primer día de la semana] o de reglas definidas con respecto a su observancia”.1 GE 62.5

“Hasta el tiempo de la muerte de Cristo, ningún cambio se había hecho en el día”; y, “según lo muestra el registro bíblico, ellos [los apóstoles] no... dieron ningún mandamiento explícito para requerir el abandono del reposo del séptimo día y la observancia del primer día de la semana”. 2 GE 62.6

Los católicos romanos reconocen que el cambio del sábado fue realizado por su iglesia, y declaran que los protestantes, al observar el domingo, reconocen el poder de la Iglesia Católica. Se ha hecho la siguiente declaración: “Durante la ley antigua, el sábado era el día santificado; pero la iglesia instruida por Jesucristo, y dirigida por el Espíritu de Dios, ha sustituido el sábado por el domingo; de manera que ahora santificamos el primer día, y no el séptimo. Domingo significa, y ahora es, el día del Señor”. 3 GE 63.1

Se da la orden: “¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como trompeta! ¡Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado!” Aquellos a quienes el Señor designa como “mi pueblo” han de ser reconvenidos por sus transgresiones, pues son una clase que se considera a sí misma como justa en el servicio de Dios. Pero la solemne reconvención del Escudriñador los corazones afirma que están pisoteando los preceptos divinos (Isaías 58:1, 2). GE 63.2

El profeta señala de esta manera el mandamiento que ha sido olvidado: “Los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus palabras, entonces te deleitarás en Jehová” (Isaías 58:12-14, RVA). GE 63.3

El “portillo”, o brecha, fue hecho en la Ley de Dios cuando el sábado fue cambiado por el poder romano. Pero ha llegado el tiempo en que esa brecha deba ser reparada. GE 63.4

El sábado fue guardado por Adán en su inocencia en el Edén, y después que cayera y se arrepintiera, cuando fue expulsado de su morada. Fue observado por todos los patriarcas desde Abel hasta Noé, Abraham y Jacob. Cuando el Señor liberó a Israel, él proclamó su Ley a la multitud. GE 63.5

Siempre se guardó el sábado verdadero - Desde ese día hasta el presente se continúa guardando el sábado. Aunque “el hombre de pecado” tuvo éxito en pisotear el santo día de Dios, almas fieles, ocultas en lugares secretos, le rindieron tributo. Desde la Reforma, en todas las generaciones un cierto número de personas ha mantenido su observancia. GE 63.6

Estas verdades relacionadas con “el evangelio eterno” distinguirán a la iglesia de Cristo en el tiempo de su aparición. “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). GE 64.1

Los que recibieron la luz concerniente al Santuario* y a la infalibilidad de la Ley de Dios, se llenaron de gozo al distinguir la armonía de la verdad. Anhelaron que la luz fuera impartida a todos los cristianos. Pero las verdades que diferían de lo que el mundo creía no fueron bien recibidas por muchos que aseveraban seguir a Cristo. GE 64.2

A medida que se presentaban las exigencias relativas al sábado, muchos decían: “Nosotros siempre hemos observado el domingo, nuestros padres lo observaron y muchos hombres buenos han muerto felices observándolo. La observancia de un nuevo día de reposo nos hará estar en desacuerdo con el mundo. ¿Qué podrá realizar un pequeño grupo de observadores del sábado contra todo el mundo que guarda el domingo?” Usando argumentos similares, los judíos justificaron su rechazo de Cristo. Y de la misma manera, en los días de Lutero, los papistas razonaban que los verdaderos cristianos habían muerto en la fe católica; por tanto, esa religión era suficiente. Tal razonamiento resultará una barrera para todo progreso en la fe. GE 64.3

Muchos afirman que la observancia del domingo ha sido una costumbre muy difundida de la iglesia durante siglos. En contra de este argumento señálese que el sábado y su observancia son aún más antiguos, tan antiguos como el mundo mismo; fueron establecidos por el “Anciano de días”. GE 64.4

En ausencia de un testimonio bíblico, muchos afirman: “¿Por qué no entienden nuestros grandes hombres esta cuestión del sábado? Pocos creen como ustedes. No puede ser que ustedes estén en lo cierto y todos los hombres de saber estén errados”. GE 64.5

Para refutar tales argumentos solo se necesita citar los textos de la Biblia y la forma en que el Señor trató con su pueblo en todos los siglos. La razón por la cual Dios no elige con mayor frecuencia a hombres de saber y posición para que sean los dirigentes en las reformas es porque ellos confían en sus credos y sistemas teológicos y no sienten la necesidad de ser enseñados por Dios. En cambio los que poseen poco del conocimiento transmitido por los centros del saber son, a veces, llamados a declarar la verdad no porque sean incultos, sino porque no confían demasiado en sí mismos y así pueden ser enseñados por Dios. Su humildad y su obediencia los hace grandes. GE 64.6

No es la voluntad de Dios - No era la voluntad de Dios que los hijos de Israel vagaran 40 años por el desierto; él quería conducirlos directamente a Canaán y establecerlos allí, como un pueblo santo y feliz. Pero ellos “no pudieron entrar a causa de su incredulidad” (Hebreos 3:19). De idéntica manera, no era la voluntad de Dios que la venida de Cristo se demorara por tanto tiempo, y que su pueblo permaneciera por tantos años en el mundo de pecado y dolor. GE 65.1

La incredulidad los separó de Dios. Por misericordia hacia el mundo, Jesús demora su venida, para que los pecadores puedan escuchar las advertencias y encontrar refugio antes que se derrame la ira de Dios. GE 65.2

Ahora, así como ocurrió en los siglos anteriores, la presentación de la verdad excitará oposición. Muchos atacan malévolamente el carácter y los motivos de los que defienden una verdad impopular. Elias fue acusado de ser un perturbador de Israel; Jeremías, de traidor; San Pablo, como quien había contaminado el Templo. Desde aquellos días hasta los nuestros, todos los que han querido ser leales a la verdad han sido denunciados como sediciosos, herejes y cismáticos. GE 65.3

La confesión de fe hecha por santos y mártires, su ejemplo de santidad e integridad firmes, inspira valor en los que hoy son llamados a presentarse como testigos en favor de Dios. Al siervo de Dios de estos días se le da el siguiente mandato: “Alza tu voz como trompeta. Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado”. “Hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel: tú oirás la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte” (Isaías 58:1; Ezequiel 33:7). GE 65.4

El gran obstáculo para la aceptación de la verdad es que esta involucra inconvenientes y oprobio. Este es el único argumento contra la verdad que sus defensores no han sido capaces de refutar. Pero los verdaderos seguidores de Cristo no esperan que la verdad se haga popular. Ellos aceptan la cruz, como el apóstol Pablo, confiados en que “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”, “teniendo por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios” (2 Corintios 4:17; Hebreos 11:26). GE 66.1

Debemos elegir lo justo porque es justo, y dejar las consecuencias con Dios. El mundo está en deuda con los hombres de principios, de fe y de valor por sus grandes reformas. Y la obra de reforma para este tiempo debe ser conducida hacia el éxito por hombres semejantes. GE 66.2