Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)

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Manuscrito 20—La revelación divina

Las visiones. Creían que yo estaba muerta, y allí se quedaron, observando, llorando y orando, bastante tiempo; pero para mí era el cielo, era la vida, y entonces se extendió el mundo ante mí y vi oscuridad como el manto de la muerte. MI1 27.1

¿Qué significaba? No podía ver luz alguna. Después vi un pequeño destello, y luego otro, y estas luces aumentaron y se fueron haciendo más brillantes y se multiplicaron, haciéndose cada vez más intensas hasta que iluminaron el mundo. Aquellas luces eran los creyentes en Jesucristo. [...] MI1 27.2

En ningún momento tuve la sensación de que iba a regresar al mundo. Cuando me volvió el aliento al cuerpo, no podía oír nada. Todo estaba oscuro. La luz y la gloria en las que yo había fijado la vista habían eclipsado la luz, y aquello me duró muchas horas. Luego empecé a percibir la luz gradualmente y pregunté dónde estaba yo. MI1 27.3

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Solicitado por Arthur L. White (1907-1991) para ser usado en una serie de artículos para la revista Ministry relativos a la revelación divina.

—Estás aquí, en mi casa —dijo el dueño de la casa. MI1 28.1

—¿Qué? ¿Aquí? ¿Yo aquí...? ¿Usted no sabe a qué me estoy refiriendo...? MI1 28.2

Entonces empecé a recordar todo. ¿Ha de ser este mi hogar? ¿He vuelto aquí otra vez? ¡Qué peso y qué carga se apoderaron de mi alma!.— Ms 16, 1894, pp. 8, 9 («Faith, Patience, Hope» [Fe, paciencia, esperanza], 23 de febrero de 1894). MI1 28.3

Cómo le llegaba la luz. Hoy me he despertado a las tres de la madrugada con una gran preocupación. [...] En mis sueños me encontraba en , y mi Guía me dijo que prestara atención a cuanto oyera y que me fijara en todo lo que iba a ver. Estaba en un lugar retirado, donde no podía ser vista, pero yo podía ver cuanto sucedía en la habitación. Había personas saldando cuentas con usted, y oí que se le quejaban por la elevada suma que les cobraban por la comida, el alojamiento y el tratamiento. Lo oí a usted, con voz firme y de modo tajante, negarse a rebajar el precio. Quedé pasmada de que sus honorarios fueran tan elevados.— Carta 30, 1887, p. 1 (a J. D. Rice, 11 de junio de 1887). MI1 28.4

El ángel de Dios dijo: «Sígueme”. Parecía que me encontraba en un salón de un lugar de mala reputación donde había varios jóvenes jugando a las cartas. Parecían estar absortos en el entretenimiento al que estaban entregados y estaban tan ensimismados que parecía que no se daban cuenta de que alguien hubiera entrado en la habitación. Había presentes jovencitas observando a los jugadores, y usaban expresiones que no eran precisamente refinadas. En aquella habitación había un espíritu y una influencia que se percibían palpablemente, de un tipo que no había sido precisamente concebido para purificar y elevar la mente y ennoblecer el carácter. [...] MI1 28.5

—¿Quiénes son y qué sentido tiene esta escena? —pregunté. MI1 28.6

—Espera —oí que me decían. [...] MI1 28.7

Se ingería el veneno líquido, y, como efecto de su influencia, las palabras y las acciones, eran de todo, menos favorables para pensar en algo serio y tener la mente despejada para los negocios, la pureza de los principios morales y la edificación de los participantes. [...] MI1 28.8

—¿Quiénes son toda esta gente? —pregunté de nuevo. MI1 28.9

—Parte de la familia a la que estás visitando —se me respondió. MI1 28.10

El gran adversario de las almas, el gran enemigo de Dios y de la hu-manidad, la cabeza de los principados y las potestades, el gobernante de las tinieblas de este mundo preside aquí esta noche. Satanás y sus ángeles están conduciendo con sus tentaciones a estas pobres almas a su propia ruina.— Carta 1, 1893, pp. 1, 2 (a la hermana D, 4 de agosto de 1893). MI1 28.11

He estado pensando sobre cómo, después de que hubiéramos empezado la construcción del Sanatorio* de Battle Creek, me fueron presentados en visión sus edificios listos todos para ser ocupados. El Señor me instruyó en cuanto a la forma en que debía llevarse a cabo el trabajo en esos edificios para que ejerza una influencia salvífica en los pacientes. MI1 29.1

Todo aquello me pareció muy real, pero al despertarme descubrí que la edificación estaba aún por hacer, que no se había construido ningún edificio. MI1 29.2

En otra ocasión me fue mostrado un gran edificio que se estaba cons-truyendo en el sitio donde había de erigirse después el Sanatorio de Battle Creek. Los hermanos se sentían completamente desconcertados, pues no sabían quién convenía que se hiciera cargo de la construcción. Lloré amargamente. Uno que tenía autoridad se puso de pie entre nosotros y dijo: «Aún no. No están ustedes preparados para invertir medios en ese edificio ni para hacer planes sobre su futura gestión». MI1 29.3

Para entonces ya se habían puesto los cimientos del sanatorio. Pero era preciso que aprendiéramos a esperar.— Carta 135, 1903, pp. 1, 2 (al pastor S. N. Haskell y su esposa, 8 de marzo de 1903). MI1 29.4

Se han presentado ante mí otras muchas escenas relacionadas con el caso de usted. En una ocasión me fue usted mostrado intentando empujar cuesta arriba por una empinada pendiente una pesada carreta. Pero la carreta, en vez de ir subiendo, lo que iba era para abajo. Esa carrera representaba el negocio de los alimentos como empresa comercial, que ha sido llevado adelante de una forma que Dios no aprueba. MI1 29.5

En otra ocasión usted me fue presentado como un general, montado a caballo y enarbolando un estandarte. Se adelantó alguien y tomó de la mano de usted el estandarte que tenía esta inscripción: «Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, y fue pisoteado en el polvo. Lo vi a usted rodeado por hombres que lo arrastraban al mundo.— Carta 239, 1903, pp. 3, 4 (al Dr. J. H. Kellogg, 28 de octubre de 1903). MI1 29.6

Me fue mostrado un gran edificio en el que se elaboraban muchos productos alimentarios. También había unos edificios más pequeños cerca de la panadería. Mientras observaba, oí voces subidas de tono discutiendo por el trabajo que se hacía. Había falta de armonía entre los empleados y se había creado confusión. [...] MI1 30.1

Entonces apareció Uno en escena y dijo: «Se ha hecho que todo esto pase ante ti como lección práctica, para que pudieras ver el resultado de la ejecución de ciertos planes”.— Carta 140, 1906, pp. 1, 3 (al hermano J. A. Burden, 6 de mayo de 1906). MI1 30.2

La comunicación de los mensajes. A veces, cuando recibo un testimonio para alguien que está en peligro, que está siendo engañado por el enemigo, se me instruye que no he de entregárselo directamente, sino darlo a otra persona para que se lo lea, porque, engañado por las insinuaciones de Satanás, leería el Testimonio a la luz de sus propios deseos y su significado sería tergiversado por el destinatario.— Ms 71, 1903, p. 9 («To Every Man His Work» [A cada hombre su labor], 18 de junio de 1903). MI1 30.3

Me ha resultado difícil dar el mensaje que Dios me ha dado para aquellos a los que amo, pero, a pesar de todo, no he osado retenerlo. [...] No cumpliría con algo que me resulta tan enojoso si creyera que Dios me eximiría de hacerlo.— Carta 59, 1895, p. 11 (al hermano Olsen y su esposa, 12 de abril de 1895). MI1 30.4

Cuando he tenido que decir a alguien: «Hiciste esto o aquello”, sin que humanamente hubiera ni un solo indicio de que lo hubiera hecho, tengan la certeza de que tuve que endurecer mi rostro como pedernal ante esa persona.— Ms 12, 1893. MI1 30.5

Temía yo no ser capaz de escribirle a usted así de claro, porque esta responsabilidad hace que se estremezcan todas las fibras de mi ser. Verdaderamente es como si escribiera a mi propio hijo.— Carta 180, 1903, p. 2 (al Dr. J. H. Kellogg, 5 de marzo de 1903). MI1 30.6

No tenía ni remotamente la intención de escribir como lo he hecho, pero el Señor no ha permitido que dejara de pensar en esto hasta que he hecho llegar a sus manos esto que le he enviado.— Carta 53, 1900, p. 6 (al pastor S. N. Haskell, 5 de abril de 1900). MI1 30.7

Ahora estoy sentada en el sofá con la pluma en la mano, escribiendo. [...] Me llegan las ideas con claridad y nitidez, y con gran fuerza. Doy las gracias a Dios de todo corazón, y con toda mi alma, y así se lo digo.— Carta 52, 1906, p. 6 (al hermano Farnsworth y su esposa, 29 de enero de 1906). MI1 31.1

Antes de haberme puesto de pie, no me había propuesto en absoluto hablar con la claridad con la que lo estoy haciendo. Pero el Espíritu de Dios reposa sobre mí con poder y no puedo sino pronunciar las palabras que me son dadas. No me atrevo retener ni una palabra del testimonio. [...] Digo lo que me ha sido comunicado por un poder más alto que el poder humano, y no podría, aunque quisiera, omitir ni una palabra. MI1 31.2

En el transcurso de la noche el Señor me da instrucciones por medio de símbolos, y luego me explica su significado. Me indica lo que tengo que decir y luego no me atrevo a no comunicárselo a la gente. El amor de Cristo y, me aventuro a añadir: el amor por las almas, me constriñen, y no puedo callar.— Ms 22, 1890, pp. 11, 12 (Diario, 10 de enero de 1890). MI1 31.3

Cuando he escrito un testimonio a los hermanos, he pensado que ya no tendría más que escribir; pero mi alma se inquieta de nuevo y no puedo dormir ni descansar. Durante la noche hablo y escribo claras palabras de amonestación. Me despierto con el alma tan abrumada que [soy] llevada nuevamente a tomar la pluma. Se me presentan en el pensamiento algunos asuntos de formas diversas y no me atrevo a descansar ni a callarme.— Carta 59, 1895, pp. 11, 12 (al hermano Olsen y su esposa, 12 de mayo de 1895). MI1 31.4

Mi vida ha sido conservada por la misericordia de Dios para que cumpla con un cometido. He comprometido con él esa vida, pero ese cometido no siempre es fácil llevarlo a cabo. Tengo que tomar posiciones que no concuerdan con las de hombres que considero obreros de Dios, y veo que debo hacer esto en el futuro, así como lo hice en el pasado. Me duele más de lo que soy capaz de expresar. Puede que no se materialice la esperanza más querida que tengo; no obstante, si Dios quiere mostrarme la senda correcta, andaré por ella.— Carta 64, 1894, pp. 4, 5 (al pastor O. A. Olsen, 6 de mayo de 1894). MI1 31.5

Ahora debo dejar este asunto, presentado de forma tan imperfecta que temo que se malinterprete aquello que tanto me preocupa dejar claro. Ojalá que Dios quiera estimular la comprensión, porque no soy más que una deficiente escritora, y no puedo expresar, ni con la pluma ni de viva voz, los grandes y profundos misterios de Dios. ¡Oren por ustedes mismos! ¡Oren por mí!.— Carta 67, 1894, p. 10 (al hermano Prescott y su esposa, 18 de enero de 1894). MI1 31.6

Integridad de los mensajes. Mis puntos de vista fueron escritos con in-dependencia de los libros o las opiniones de otros.— Ms 7, 1867, p. 2 («Writing out the Light on Health Reform» [Puesta en limpio de la luz sobre la reforma prosalud], 1867). MI1 32.1

Ustedes creen que hay quienes me han llenado la cabeza de prejuicios. De ser así no soy idónea para que se me confíe la obra de Dios.— Carta 16, 1893, p. 1 (a W. F. Caldwell, 11 de junio de 1893). MI1 32.2

¿Y qué, si usted hubiera dicho precisamente eso? ¿Afectaría a las visiones que Dios me da? Si así fuera, las visiones no son nada. [...] Lo que usted o cualquier otra persona haya dicho no me ha influido en absoluto. [...] Dios se ha hecho cargo de todo ello. [...] Lo que usted dijo, hermana , no me influyó en lo más mínimo. Lo que yo opine nada tiene que ver con lo que Dios me ha mostrado en visión.— Carta 6, 1851, pp. 1, 2 (al hermano Loveland y su esposa, 1 de abril de 1851). MI1 32.3

Hay quienes dicen: «Alguien manipula sus escritos”. Admito la acu-sación. Es Uno que es poderoso en consejo, Uno que presenta ante mí la realidad de las cosas.— Carta 52, 1906, p. 9 (al hermano Farnsworth y su esposa, 29 de enero de 1906). MI1 32.4

Patrimonio White, Washington, D. C.,

20 de noviembre de 1940

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El número 21 está incluido en el 24 (pp. 49-51).