Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)
Manuscrito 19—La obra misionera personal
Es necesario prepararse y adiestrarse para visitar a todas las familias a las que ustedes puedan tener acceso. Los resultados de esta labor darán testimonio de que es la obra más provechosa que puede realizar un ministro del evangelio.— Carta 18, 1893, p. 3 (al pastor A. G. Daniells y su esposa, 11 de mayo de 1893). MI1 17.1
Si la mitad del tiempo que suele emplearse en una campaña de evangelización se dedicara a predicar de casa en casa, hasta que la gente se haya familiarizado con la sinceridad religiosa de los obreros y con la razón de su fe, sería mucho mejor. Una vez realizada esta labor, podría decidirse si sería aconsejable una campaña más costosa. [...] MI1 17.2
Si se dedicara a la labor casa por casa la mitad del tiempo ahora empleado en la predicación, se verían resultados po-sitivos. Los obreros que tienen facilidad de relacionarse con MI1 17.3
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Solicitado por J.L. Shuler, cuando dirigía reuniones de evangelización en Washington, D. C., para usarlo como fuente de orientación y motivación en una campaña de evangelización que estaba realizando. la gente lograrían buenos resultados. El tiempo dedicado a visitar con tacto a las familias y, entre ellas, hablando con Dios en oración, cantando sus alabanzas y explicando su Palabra, a menudo conseguirá mejores resultados que una campaña pública.
Muchas veces la mente es diez veces más impresionada con llama-mientos personales que de cualquier otro modo. Se habla de forma personal con la familia que es visitada de esta manera. Sus miembros no están en una reunión promiscua en la que puedan aplicar a su prójimo las verdades que oyen. Se les habla a ellos mismos con seriedad y cariño; se les permite que expresen libremente sus objeciones, y cada una de estas objeciones puede ser contestada con un «Así dice el Señor».— Carta 95, 1896, pp. 2, 3 (al pastor G. B. Starr, 11 de agosto de 1896). MI1 18.1
La labor de casa en casa en busca de almas, yendo en pos de la oveja perdida, es una tarea de la mayor trascendencia.— Carta 137, 1898, p. 3 (a los hermanos Irwin, Evans, Smith y Jones, 21 de abril de 1898). MI1 18.2
Es necesario que hagamos un esfuerzo personal. Vayan ustedes a las familias y familiarícense con los miembros de la iglesia. Obtendrán mucha más inspiración de Dios en este tipo de labor que en el estudio de los libros.— Ms 52, 1898, p. 10 («The Work Required of God’s People» [El trabajo que se requiere del pueblo de Dios], s. f.). MI1 18.3
Si se sermoneara la mitad y se hiciera el doble de labor personal con la gente en sus hogares y en las congregaciones, se verían resultados sorprendentes.— Ms 139, 1897, p. 8 («The Work Before God’s People» [El trabajo puesto ante el pueblo de Dios], s. f.). MI1 18.4
Una vez que acaban las reuniones, debería haber una reflexión personal con todos sobre el terreno. Debería preguntarse a cada uno cómo se va a tomar estas cosas, si va a darles aplicación personal. Y luego deberían ustedes observar y fijarse si existe interés por parte de unos y otros. MI1 18.5
Unas pocas palabras que se les dirijan de forma privada harán más que todos los sermones. Pero ustedes pueden hacer mucho más, pueden mostrar amor, bondad y cortesía; al hacerlo, harán que desaparezcan los prejuicios.— Ms 19, 1890, p. 6 («Mrs. White’s Talk before the General Conference Committee, July 14, 1890, Lake Goguac» [Alocución de Elena G. de White ante la Junta de la Asociación General, 14 de julio de 1890, lago Goguac]). MI1 18.6
La religiosidad personal alcanza un bajo nivel porque se busca más sermonear que comprometerse personalmente en guiar a las almas mediante una instrucción cuidadosa. Cristo presentaba lecciones en la conversación junto a la lumbre que eran de interés práctico. No insistía en la doctrina cuando un alma estaba sumida en la perplejidad en cuanto a cómo encontrarlo y familiarizarse con su amor que nos constriñe, el único que puede capacitar al alma para discernir la verdad impopular. Téngase en cuenta que los corazones deben acercarse con persuasión y tiernas y cariñosas súplicas para que puedan iluminar cómo creer y cómo recibir las promesas de Dios.— Carta 6b, 1890, p. 5 (a «Mis queridos hermanos y hermanas», s. f.). MI1 18.7
Cada día hemos de realizar una labor personal en la búsqueda de la salvación de las almas que perecen en sus pecados. Hemos de buscar con toda humildad de corazón despertar a nuestros miembros de iglesia, mostrarles la necesidad de una labor personal diligente, así como de la consagración y la devoción de cada uno, y despertar en ellos un sincero deseo de salvar almas que perecen en el pecado.— Ms 45, 1904, p. 1 («That They All May Be One” [Que todos sean uno], 14 de mayo de 1904). MI1 19.1
Una vez que se ha dado el mensaje, llámese a los especialmente interesados para que pasen individualmente al interior de la carpa y, ahí, trabajen para su conversión. Esta labor es obra misionera de primer orden.— Carta 86, 1900, p. 6 (al pastor A. G. Daniells, 18 de junio de 1900). MI1 19.2
[El obrero] ha de tratar a todos los corazones con ternura, consciente de que el Espíritu dejará la impronta de la verdad en quienes sean susceptibles a la influencia divina. Jamás será impetuoso en sus ademanes. Toda palabra que pronuncie ha de tener el propósito de alentar y reconfortar.— Ms 127, 1902, p. 7 («Words to Ministers” [Palabras para los pastores], 16 de septiembre de 1902). MI1 19.3
Cuando tengamos una plena certidumbre en cuanto a nuestra propia salvación, manifestaremos optimismo y alegría, lo cual sienta bien a todo seguidor de Jesucristo. La influencia suavizadora y tranquilizadora del amor de Dios, llevada a la vida práctica, causará una impresión en las mentes que será un olor de vida para vida. Sin embargo, una actitud brusca y de censura, si se produce, alejará de la verdad a muchas almas que pasarán a engrosar las filas del enemigo. ¡Esto es de la mayor trascendencia! Tratar pacientemente con los tentados nos exige que entablemos una batalla contra el yo.— Carta la, 1894, pp. 2, 3 (al hermano Gates y su esposa, lº de enero de 1894). MI1 19.4
Se puede evangelizar con éxito únicamente siguiendo el ejemplo del gran Maestro. Al venir a esta tierra nos mostró cómo obrar en favor de la salvación de las almas.— Carta 193, 1903, p. 2 (a E. E. Franke, 1º de septiembre de 1903). MI1 20.1
No puede mejorarse la manera que Cristo tenía de presentar la verdad.— Carta 123, 1903, p. 2 (a J. Edson White y su esposa Emma, 25 de junio de 1903). MI1 20.2
Toda alma que haya aceptado esta verdad debería realizar esfuerzos personales por la salvación de sus amigos y vecinos, y la de su familia.— Carta 42a, 1893, p. 2 (al pastor S. N. Haskell, s. f.). MI1 20.3
Seleccionen su tema cuidadosamente, que sus discursos sean breves y presenten con claridad los puntos importantes de doctrinas. Presenten los asuntos uno por uno, con seguridad, exactitud y convicción, con argumentos extraídos de la Palabra de Dios que todos puedan captar. Nuestros sermones deberían ser breves. Cuando se alarga mucho una predicación, el oyente no llega a captar ni la cuarta parte de lo que se está diciendo.— Carta 47, 1886, pp. 2, 3 (al hermano Bourdeau, 5 de junio de 1886). MI1 20.4
El Príncipe de los maestros procuraba el acceso por la vía de lo que ya le era a la gente conocido y con lo que estaba más familiarizada. Presentaba la verdad de tal manera que, para sus oyentes, quedara para siempre entrelazada con sus recuerdos y sus simpatías más sagrados. Enseñaba de forma que percibían que él se identificaba plenamente con sus intereses y su bienestar. Sus enseñanzas eran tan sencillas, sus ilustraciones tan apropiadas, sus palabras tan empáticas y tan alentadoras, que sus oyentes quedaban encantados.— Carta 213, 1902, p. 4 (a «los que ocupan puestos de máxima responsabilidad en el Sanatorio de Santa Helena», 3 de noviembre de 1902). MI1 20.5
Aquellos, que en su trabajo para Dios dependan de planes mundanos para tener éxito, fracasarán.— Carta 48, 1902, p. 3 (al pastor E. E. Franke y su esposa, 19 de marzo de 1902). MI1 20.6
Debería eliminar de sus reuniones todo lo que tenga el aspecto de una representación teatral; porque las apariencias externas no dan en realidad realce al mensaje que se quiere transmitir. Cuando el Señor aprueba el mensaje, no es preciso que transmitirlo resulte tan costoso. Entonces no será preciso que se incurra en tantos gastos para anunciar las reuniones, ni dependerán tanto del programa musical. Este programa de sus reuniones se realiza de modo que más parece un concierto en un teatro que un servicio de canto en una reunión religiosa.— Carta 49, 1902, p. 7 (al pastor S. N. Haskell y su esposa, 5 de febrero de 1902). MI1 20.7
En las reuniones celebradas, no debería haberse descuidado el canto. Dios puede ser glorificado con la programación espiritual. Cuando los intérpretes se ofrecen, sus servicios pueden ser aceptables; pero no debería usarse dinero para contratarlos. A menudo los himnos más sencillos cantados por la congregación tienen un encanto que no tienen las interpretaciones de un coro por especializado que sea.— Carta 49, 1902, p. 9 (al pastor S. N. Haskell y su esposa, 5 de febrero de 1902). MI1 21.1
Hemos de desechar toda apariencia de apatía y hay que llevar a la gente a pensar que hay vida o muerte en estas trascendentales cuestiones, dependiendo de que las reciban o las rechacen. Al presentar las verdades determinantes, pregunten a menudo quién está entonces dispuesto, tras haber oído lo que Dios dice y que señala su deber, a consagrar el corazón y la mente, con todos sus afectos, a Cristo Jesús.— Carta 8, 1893, p. 5 (al hermano Baker y su esposa, 9 de febrero de 1896). MI1 21.2
Ahora, precisamente ahora, hemos de proclamar la verdad presente, con convicción y con poder. No hemos de dar ni una nota triste, ni entonar himnos fúnebres.— Carta 311, 1905, p. 8 (a los hermanos Daniells y Prescott y sus colegas, 20 de octubre de 1905). MI1 21.3
Ha de predicarse a Cristo, no de forma controversial, sino asertiva. Hemos de presentar nuestra posición sin polemizar. Que nuestra forma de expresamos no sea vacilante en ningún momento. La Palabra del Dios vivo ha de ser el fundamento de nuestra fe. Hemos de presentar las declaraciones más categóricas y concluyentes en cuanto a la expiación efectuada por Cristo por los pecados del mundo. Hay que mostrar la necesidad de esa expiación y decir a la gente que puede ser salva si se arrepiente y vuelve su lealtad a la ley de Dios. Reunamos todas las afirmaciones y las evidencias que hacen del evangelio la alegre nueva de salvación para cuantos reciben a Cristo como Salvador personal y creen en él.— Carta 65, 1905, p. 4 (al pastor A. T. Jones, 13 de febrero de 1905). MI1 21.4
Dios dice a todos sus obreros: «¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como una trompeta! ¡Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado!” (Isa. 58: 1). Es preciso que nos percatemos de la importancia de proclamar el mensaje evangélico con seriedad y fervor, no de modo aburrido y sin vida. Nuestro testimonio no ha de ser dado en tono vacilante. Ha de ser claro, decidido, motivador. Es necesario que los mensajeros hayan experimentado ellos mismos la vida y el poder de la salvación.— Carta 21, 1903, p. 6 («A quienes en el pasado Congreso de la Asociación General escogieron Australia como su campo de labor», 6 de enero de 1903). MI1 21.5
Cuanto más clara y simple se haga aparecer la verdad en cuanto a la genuina conversión, y cuanto más a menudo se repita, más podremos influir en la gente.— Carta 44, 1900, p. 1 (al hermano E. W. Farnsworth y su esposa, 29 de marzo de 1900). MI1 22.1
Muchos creen que la labor del pastor consiste en sermonear, pero se equivocan. Hay trabajo que hacer de casa en casa. Así se llevará a muchos al conocimiento de la verdad. Por medio del obrero concienzudo, las almas a punto de perecer serán imbuidas con el Espíritu de Cristo. Se descuida la labor de acercarse a las almas individualmente. Las iglesias están a punto de perecer por no haber trabajado como es debido. Los miembros de iglesia deberían recibir formación en las cosas de Dios que les den una experiencia viva y profunda, capacitándolos para someter sus pensamientos a la voluntad divina. El pastor debería visitarlos en sus hogares, hablando y orando con ellos con sinceridad y humildad.— Ms 2, 1883, p. 2 («Words to Ministers” [Palabras a los pastores], noviembre de 1883). MI1 22.2
El Señor requiere un cuerpo pastoral convertido, un cuerpo pastoral que salga al encuentro de la gente allá donde se encuentre, que concuerde con ellas en todo lo que resulte posible, pero que no niegue la verdad. No hemos de mantenemos encerrados entre las cuatro paredes, de forma que nuestra luz no pueda llegar a los demás. Hay un terreno común en el que podemos concordar con los que no son de nuestra fe, en el que podemos coincidir en los principios y en cuanto a las enseñanzas de Cristo. Pocos optarán por el antagonismo en lo relacionado con esos sagrados principios.— Ms 104, 1898, p. 11 («Christ’s Manner of Teaching» [La forma de enseñar que tenía Cristo], s. f.). MI1 22.3
Acerquémonos a la gente con convicción y amabilidad, llenos de alegría y amor por Cristo.— Carta 60, 1903, p. 1 (al hermano Rice y su esposa, 19 de abril de 1903). MI1 22.4
El propio Cristo se entregó a una muerte vergonzosa, cuya atrocidad se puso de manifiesto en la gran angustia de su alma, por salvar a los que perecen. ¡Cristo tiene el poder! ¡Cristo está dispuesto! Cristo está deseoso de salvar a cuantos quieran acudir a él. Hablen a las almas en peligro y hagan que contemplen a Jesús muriendo en la cruz para que fuera posible el perdón. Hablen al pecador de todo corazón del rebosante, tierno y compasivo amor de Cristo. Háganlo con toda solemnidad, sin estridencias ni gritos por parte de quien intenta hacer que las almas miren y vivan. Hemos de, en primer lugar, conseguir que nuestra propia alma se consagre a Dios. Que se quebrante nuestro corazón al contemplar a nuestro Intercesor en el cielo. Entonces conmovidos y susumisos conscientes del poder del amor redentor, podremos exhortar a los pecadores que se arrepientan. Oren con esas almas, condúzcanlas por la fe al pie de la cruz; eleven sus pensamientos juntamente con los de ustedes, y fijen el ojo de la fe donde puedan contemplar a Jesús, que carga con el pecado. Hagan que aparten la vista de su pobre yo pecador y la centren en el Salvador, y la victoria es segura. Que contemplen por sí mismos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Que sigan el camino, la verdad y la vida. El Sol de justicia proyecta sus brillantes rayos en el corazón. La fuerte corriente del amor redentor se vierte en el alma reseca y sedienta, y el pecador es salvo para Jesucristo.— Carta 77, 1895, p. 4 (a los obreros de Sidney, Australia, 14 de noviembre de 1895). MI1 22.5
Podemos hacer mucho en poco tiempo si estamos dispuestos a actuar como lo hizo Cristo. Podemos reflexionar con provecho sobre su manera de enseñar. Se adaptaba a la mentalidad de la gente común y corriente. Su estilo era claro, simple, abarcante. Tomaba sus ilustraciones de escenas con las que sus oyentes estaban perfectamente familiarizados. Mediante las cosas de la naturaleza, ilustraba verdades de valor eterno, conectando así el cielo con la tierra.— Ms 24, 1903, p. 3 («The Trial Volume of the Review» [El volumen de la Review sobre las pruebas], s. f.). MI1 23.1
«Jesús se acercó y les habló diciendo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”» (Mat. 28: 18-20). MI1 23.2
Estas palabras de Cristo nos indican cuál es nuestra misión hoy. Hemos de predicar el evangelio por todo el mundo. Poniendo al servicio de Dios todos nuestros talentos, podemos darle honra. Santificados por Dios, hemos de hacer nuestra parte en el cumplimiento de la Gran Comisión que Cristo encomendó a sus discípulos. MI1 23.3
Deberíamos estudiar la vida de Cristo, tal como aparece registrada en la Biblia, y procurar seguir sus métodos de trabajo. Si seguimos nuestros planes humanos, en vez de contribuir a la obra, la estorbaremos. «El que no está conmigo”, dijo Cristo, «está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama» (Mat. 12: 30). Nuestra voluntad debe estar sujeta a la voluntad divina. Nuestros caminos deben estar modelados según los caminos de Cristo.— Ms 57, 1903, p. 1 («An Appeal for Consecration and Service” [Llamamiento a la consagración y el servicio], s. f.). MI1 23.4
La enseñanza de Cristo era la quintaesencia de la simplicidad. «Enseñaba como quien tiene autoridad” (Mat. 7: 29). Los judíos esperaban y pretendían que el primer advenimiento de Cristo se produjera con todas las manifestaciones de gloria que habían de acompañar a su segundo advenimiento. El gran Maestro proclamaba la verdad a los hombres, muchos de los cuales no podían formarse en las escuelas de los rabinos ni en la filosofía griega. Jesús exponía la verdad de forma clara y contundente, imprimiendo energía y grandeza a todas sus afirmaciones. Si hubiera elevado su voz hasta una tesitura forzada, como es habitual en muchos predicadores de hoy, se habrían perdido la emotividad y la sonoridad de la voz humana, y se habría destruido gran parte de la fuerza de la verdad. [...] MI1 24.1
En sus discursos, Cristo no decía muchas cosas de una vez, para no confundir a la gente. Dejaba claros y nítidos todos los detalles. No desdeñaba la repetición de antiguas y conocidas verdades de las profecías si servían a su propósito de inculcar alguna idea. [...] MI1 24.2
Cuando Cristo presentaba estas verdades se expresaba de tal manera que pudiera ser entendido por la gente común. No obstante, debía entretejerse en su experiencia una dispensación de la verdad nueva y transformadora. Por lo tanto, despertaba su interés por medio de aquello con lo que la gente estaba perfectamente familiarizada. Usaba ilustraciones en sus enseñanzas que les evocaban recuerdos y apelaban a sus más sagradas preferencias para poder alcanzar lo más profundo del alma. Identificándose con sus intereses, Jesús extraía sus ilustraciones del gran libro de la naturaleza, usando aquello con lo que estaban familiarizados. El lirio del campo, la semilla sembrada por el sembrador, el brotar de la semilla y la cosecha del grano, las aves del cielo: usó todas estas figuras para presentar, a partir de ellas, la verdad divina, porque les recordarían sus enseñanzas siempre que en lo sucesivo las contemplaran.— Ms 25, 1890, pp. 4-6 (Ms sin título, s. f.). MI1 24.3
Con este poder se combina la más tierna compasión por aquellos que se encuentran en las tinieblas. Si no hubiese sido por el amor percibido y expresado en cada mirada y en los matices de su voz, [Jesús] no habría atraído a las grandes multitudes que congregaba.— Carta 28, 1892, p. 2 (a P. W. B. Wessels, julio de 1892). MI1 24.4
Muchos oirán el mensaje, pero rehusarán hacerle caso; no obstante, ha de darse la advertencia a todos de modo claro y nítido. No solo debe presentarse la verdad en asambleas públicas; ha de realizarse una labor casa por casa. Pongan en marcha este plan en el nombre del Señor. Los que están empeñados en esta labor tienen a ángeles celestiales por compañeros. Resistirán los ataques efectuados por el enemigo contra los que cooperan con Dios.— Carta 140, 1903 (a «Mis queridos hermanos”, 5 de julio de 1903). MI1 24.5
En la parábola de Cristo sobre los talentos están incluidos todos los agentes humanos responsables, desde los más humildes y los más pobres en bienes de este mundo hasta aquellos a los que se han confiado talentos de recursos y de intelecto. Incluso los que, con fidelidad, usen el menor de los talentos oirán de los labios del Salvador las palabras de encomio: «Bien, buen siervo y fiel». El valor que Dios atribuye al menor de los talentos se demuestra por la recompensa que da por su uso debido: la vida eterna. A cada mayordomo fiel dirá: «Entra en el gozo de tu Señor” (Mat. 25: 21). MI1 25.1
El Señor reparte talentos en proporción a la capacidad de cada uno de sus hijos, pues cada cual tiene un cometido. Los que cumplen con su deber dando lo mejor de sí, usando debidamente sus talentos, cumplen con su tarea, una tarea que cientos más podrían hacer si tan solo quisieran.— Carta 122, 1902, pp. 5, 6 (a James E. White, 12 de junio de 1902). MI1 25.2
Patrimonio White, Washington, D. C., 5 de octubre de 1941 MI1 25.3