El engaño de las riquezas
Algunos que profesan creer la verdad carecen de discernimiento y no logran apreciar el valor moral. Las personas que hacen alarde de su fidelidad a la causa y hablan como que piensan que saben todo lo que es de valor conocer, no son humildes de corazón. Pueden poseer dinero y propiedades, y esto es suficiente para darles influencia sobre otros; pero esto no les dará ni un ápice de ventaja delante de Dios. El dinero tiene dominio y ejerce una poderosa influencia. La excelencia de carácter y el valor moral son a menudo pasados por alto si los poseen personas de escasos recursos. Pero, ¿está Dios preocupado por dinero o posesiones? De él son los ganados que pacen sobre millares de colinas. El mundo y todo lo que está en él, le pertenece. Los habitantes de la tierra son como insectos delante de él. El hombre y las propiedades no son sino como una partícula de polvo en el plato de la báscula. No hace acepción de personas.
1TPI 468.1
Los ricos a menudo miran sus riquezas y dicen: “Por mi sabiduría he obtenido esta riqueza”. Pero, ¿quién les dio a ellos poder para obtener riquezas? Dios les ha concedido la habilidad que poseen, pero en lugar de darle a él la gloria, se glorifican a sí mismos. El los probará y pondrá por el suelo la vanagloria. El mudará su fortaleza y esparcirá sus posesiones. En lugar de bendición obtendrán maldición. Un acto de maldad u opresión, una desviación del camino correcto, no debería tolerarse más en un hombre que posee propiedades, que en un hombre que no las posee. Todas las riquezas que el más acaudalado jamás haya poseído, no son suficientes para pagar el más mínimo pecado ante Dios; no serán aceptadas como rescate por la transgresión. Solamente el arrepentimiento, la verdadera humildad, un corazón quebrantado y un espíritu contrito será aceptado por Dios. Y ningún hombre tendrá verdadera humildad delante de Dios, a menos que ésta sea ejemplificada delante de otros. Nada menos que el arrepentimiento, la confesión y el perdón de los pecados es aceptable a Dios.
1TPI 468.2
Muchos ricos han obtenido sus riquezas por negociaciones fraudulentas, para aventajarse, perjudicando a los más pobres, y aun a sus hermanos; y estos mismos hombres se glorían de su sagacidad y viveza en un contrato, pero la maldición de Dios será sobre cada centavo obtenido de esa manera y sobre la ganancia que reciban. Cuando se me mostraban estas cosas, pude ver la fuerza de las palabras del Señor: “Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que un rico entrar en el reino de los cielos”. Los que poseen la habilidad de adquirir propiedades necesitan estar constantemente alerta; de lo contrario dedicarán sus adquisiciones a malos fines y no mantendrán estricta honestidad. Así, muchos caen en tentación, engañan astutamente, reciben más por una cosa que lo que vale, y sacrifican los principios generosos, benévolos y nobles de su dignidad humana a cambio de sórdidas ganancias.
1TPI 469.1
Se me mostró que muchos que profesan ser guardadores del sábado aman tanto al mundo y las cosas que están en él, que han sido corrompidos por su espíritu e influencia; lo divino ha desaparecido de sus caracteres y en su lugar se ha infiltrado lo satánico, transformándolos para servir a los propósitos de Satanás y ser instrumentos de injusticia. Sin embargo, en contraste con estas personas, se me mostró a hombres industriosos, honestos, de pocos recursos, que están dispuestos a ayudar a los necesitados, quienes prefieren sufrir el abuso de sus hermanos acaudalados que manifestar un espíritu tan avaro y adquisitivo como el que ellos manifiestan; hombres que estiman la conciencia clara y justa, aún en las cosas pequeñas, de más valor que las riquezas. Ellos están tan listos para socorrer a otros, tan deseosos de hacer todo lo bueno que esté en su poder, que no acumulan riquezas; no aumentan sus posesiones terrenales. Si hay alguna obra de benevolencia en la cual invertir medios o esfuerzos, ellos son los primeros en interesarse y responder. Frecuentemente se esfuerzan excediendo sus posibilidades negándose a sí mismos alguna cosa necesaria, con tal de llevar a cabo sus benévolos propósitos.
1TPI 469.2
Por cuanto estos hombres pueden hacer alarde de pocos tesoros terrenales, a veces se los considera deficientes en capacidad, en juicio, y en sabiduría. Pueden ser contados como de ordinario valor, y su influencia puede no ser estimada por el hombre; sin embargo, ¿cómo considera Dios a estos hombres pobres y sabios? Son considerados de gran valor en su presencia, y aunque no aumenten sus tesoros sobre la tierra, están guardando para sí mismos riquezas incorruptibles en los cielos; y haciendo esto manifiestan una sabiduría tan superior a la del profeso cristiano sabio, calculador, inclinado a las ganancias, como lo divino y lo semejante a Dios es superior a lo terrenal, carnal y satánico. Es la dignidad moral lo que Dios valora. Un carácter cristiano no hinchado por la avaricia, tranquilo, bondadoso y humilde, es más precioso en su presencia que el oro más fino, aún que el oro de Ofir.
1TPI 469.3
Los ricos serán probados más estrictamente que nunca antes. Si soportan la prueba y vencen las faltas en sus caracteres y, como fieles mayordomos de Cristo le entregan a Dios lo que le pertenece, se les dirá: “Bien hecho, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”.
1TPI 470.1
Entonces fui dirigida a la parábola del mayordomo infiel: “Y yo os digo: ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”
1TPI 470.2
Si los hombres fallan en dar a Dios lo que se les ha prestado para que lo usen para su gloria, robándole de esa manera, fracasarán totalmente. El les ha prestado recursos que pueden hacer prosperar al no desperdiciar ninguna oportunidad para hacer el bien, y así estar constantemente atesorando en el cielo. Pero si, como el hombre que poseía un talento, lo esconden, temiendo que las ganancias de su talento vayan a parar a las manos de Dios, no solamente perderán las ganancias que finalmente le serán otorgadas al mayordomo fiel, sino también el capital que Dios les prestó para que lo hicieran prosperar. Porque han robado a Dios, no tendrán tesoros en el cielo, y pierden también sus tesoros terrenales. No tienen moradas en la tierra ni Amigo en el cielo que los reciba en las moradas eternas de los justos.
1TPI 470.3
Cristo declara: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. “Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él”. Notad las palabras que Cristo les dijo: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime [riquezas adquiridas por opresión, por decepción, por engañar con astucia, por fraude, o por cualquiera otra forma deshonesta], es abominación delante de Dios”. En seguida Cristo presenta los dos caracteres, el hombre rico que estaba vestido de púrpura y lino fino, y que siempre comía suntuosamente, y Lázaro, sumido en vil pobreza y asqueroso a la vista, que mendigaba las pocas migajas que desechaba el hombre rico. Nuestro Salvador muestra su apreciación de los dos. Aunque Lázaro estaba en una condición tan deplorable, poseía verdadera fe, verdadero valor moral, el cual Dios vio y consideró de tan gran valor que tomó a este pobre, despreciado sufriente y lo colocó en la más exaltada posición, mientras que el venerado, reverenciado y acaudalado amante del ocio fue arrojado afuera de la presencia de Dios y sumido en la miseria y el infortunio. Dios no les dio valor a las riquezas de este hombre acaudalado, porque no poseía verdadero valor moral. Su carácter no tenía ningún valor. Sus riquezas no lo favorecieron delante de Dios, ni le dieron influencia alguna para obtener gracia.
1TPI 470.4
Por medio de esta parábola, Cristo deseaba enseñar a sus discípulos a no juzgar o estimar a los hombres por sus riquezas o por los honores que recibieran. Tal fue la senda que escogieron los fariseos, quienes mientras poseían riquezas y honor mundanal, eran sin valor a la vista de Dios, y más aún, fueron despreciados y rechazados por él, echados de su presencia como desagradables porque no había en ellos dignidad moral ni rectitud. Eran corrompidos, pecaminosos, y abominables ante sus ojos. El pobre, despreciado por sus coterráneos y desagradable a sus ojos, era de valor ante los ojos de Dios porque era moralmente recto y digno, calificándolo de esa manera para ser presentado a la sociedad de refinados ángeles y para ser un heredero de Dios y coheredero con Cristo.
1TPI 471.1
En su exhortación a Timoteo, Pablo le advierte de una clase que no consentirá en escuchar palabras edificantes y que juzgará erróneamente las riquezas. El dice: “Si alguno enseña otra cosa, y no atiende las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad; es orgulloso, nada sabe, y enloquece acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, malas sospechas, porfías de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que tienen la piedad por granjería; apártate de los tales. Empero grande granjería es la piedad con contentamiento. Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, estemos contentos. Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos. Exhorta a los ricos de este mundo, que no se enaltezcan, ni confíen en riquezas inciertas, mas en el Dios vivo, que nos da abundantemente todas las cosas para nuestro deleite; que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, listos a distribuir, dispuestos a comunicar; almacenando para sí mismos un buen fundamento contra el porvenir, que puedan asirse de la vida eterna”.
1TPI 471.2
En su carta a Timoteo, Pablo quería impresionar su mente con la necesidad de instruir de modo que desenmascarase el engaño que tan fácilmente acecha a los ricos, de creer que por sus riquezas son superiores a los pobres, que por su capacidad adquisitiva son superiores en sabiduría y juicio: en resumen, que la ganancia es piedad. Aquí hay un engaño espantoso. ¡Cuán pocos prestan atención al mandato que Pablo encomendó a Timoteo para que lo comunicara a los ricos! ¡Cuántos se halagan a sí mismos creyendo que su capacidad para obtener cosas es piedad! Pablo declaró: “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”. Aunque los ricos puedan dedicar sus vidas enteras a la acumulación de riquezas, así como vinieron al mundo, saldrán. Deben morir y dejar aquello que les costó tanto trabajo conseguir. Arriesgaron todo, su interés eterno, para obtener esta propiedad, y han perdido ambos mundos.
1TPI 472.1
Pablo muestra los riesgos a que los hombres se aventurarán para enriquecerse. Pero muchos están determinados a ser ricos; esta es su preocupación, y en su celo no ven valores eternos. Son cegados por Satanás y se convencen a sí mismos que es para un buen propósito que desean esta ganancia; constriñen sus conciencias, se engañan a ellos mismos, y constantemente codician las riquezas. Los tales se han apartado de la fe y se han traspasado con muchos dolores. Han sacrificado sus principios de elevada nobleza, han entregado su fe por riquezas, y, si no se frustran en su propósito, se desaniman en la felicidad que pensaron que las riquezas les traerían. Están enredados, confusos con preocupaciones; se han convertido a sí mismos en esclavos de su avaricia y obligado a sus familias a la misma esclavitud, y los beneficios que obtienen son “muchos dolores”. “Exhortad a los que son ricos en este mundo, que no sean altivos de mente, no confiando en ciertas riquezas, pero en el Dios viviente, que nos da en abundancia todas las cosas para que las disfrutemos”. Los hombres no deben acumular sus riquezas y no sacar provecho de ellas, privándose de las comodidades de la vida y virtualmente convirtiéndose en esclavos a fin de retener o aumentar sus tesoros terrenales.
1TPI 472.2
El apóstol Pablo muestra el único uso verdadero de las riquezas, y le ruega a Timoteo que exhorte al rico a hacer el bien, que sean ricos en buenas obras, prontos a dar, dispuestos a comunicar; porque al hacer esto, están atesorando para sí mismos un buen fundamento contra el porvenir —refiriéndose al fin del tiempo—, que puedan asirse de la vida eterna. Las enseñanzas de Pablo concuerdan perfectamente con las palabras de Cristo: “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas”. La piedad con contentamiento es de gran provecho. En esto se encuentra el verdadero secreto de la felicidad, y la genuina prosperidad del alma y del cuerpo.
1TPI 473.1
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234
1TPI
Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
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