La verdadera temperancia
El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” 1 Corintios 9:24-27.
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En el mundo hay mucha gente que cultiva hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los gobierna, y debido a sus hábitos incorrectos, la capacidad de distinguir entre lo que conviene y lo que no conviene se deteriora y la aptitud para discernir las cosas sagradas se malogra en gran medida. Por eso es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben proponerse normas elevadas. La temperancia en lo que se come, en lo que se bebe y en la ropa que se usa, es de gran importancia. Los principios deben ser lo que guía, y no el apetito ni la moda. Quienes comen en exceso, o los que consumen alimentos de dudosa calidad, fácilmente caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos y otras “codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción”. 1 Timoteo 6:9. Los que “obran juntamente con Dios” deben utilizar toda su influencia para estimular la difusión de los verdaderos principios de la temperancia.
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La fidelidad a Dios tiene un valor inapreciable. Él impone sus exigencias a todos los que entran a su servicio. Desea que la mente y el cuerpo se mantengan en el mejor estado de salud; que las facultades y los dones estén bajo el control divino, y sean tan vigorosos y saludables como los hábitos de temperancia observados en forma estricta y cuidadosa puedan hacerlos. Tenemos la obligación ante Dios de consagrarnos sin reservas a él, cuerpo y alma, con todas las facultades que representan los talentos que nos ha prestado para que los usemos en su servicio. Todas nuestras energías y capacidades deben ser constantemente fortalecidas y mejoradas durante este tiempo de prueba. Solamente los que aprecian estos principios y han aprendido a cuidar sus cuerpos en forma inteligente y en el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra. Quienes han estado por largo tiempo en la verdad, pero que no logran distinguir entre los principios puros de justicia y los principios del mal, esas personas cuya comprensión de la justicia, la misericordia y el amor de Dios está cegada, deberían ser destituidos de sus responsabilidades. Cada iglesia necesita un testimonio claro y definido que proporcione a la trompeta un sonido inconfundible.
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Se lograría una gran victoria si pudiéramos despertar en nuestro pueblo la capacidad de percibir lo que está bien y lo que esta mal en lo que concierne a la temperancia. Hay que enseñar y predicar la temperancia en todos los aspectos de la vida. La temperancia en lo que se come, en lo que se bebe, en cómo se duerme y en la forma de vestirse, es uno de los grandes principios de la vida espiritual. Cuando la verdad se introduzca en el santuario del alma, será una guía para el cuidado del cuerpo. Nada que tenga que ver con la salud debe considerarse con indiferencia. Nuestra felicidad eterna depende del uso que demos en esta vida a nuestro tiempo, nuestras fuerzas y a la influencia que ejerzamos.
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David declaró: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras”. Salmos 139:14. Si Dios nos ha concedido una morada tal, ¿no debiera examinarse cuidadosamente cada habitación? Las recámaras de la mente y el corazón son las más importantes. Luego, en vez de vivir en el sótano de la casa, disfrutando placeres sensuales y degradantes, ¿no deberíamos abrir las más hermosas habitaciones e invitar al Señor Jesús para que venga y more con nosotros?
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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
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